Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Haciendo amigos

«Memento mori»

En la Roma imperial un esclavo coronaba con laureles la cabeza del César, del triunfador, del aclamado líder, de aquel que, regocijado con su baño de multitudes, se creía cerca del Olimpo. Sin embargo, cada ratito el esclavo le recordaba aquello de  «solo eres un mortal». Y es que lo del triunfo, el poder, el ser la persona más importante del pueblecito, puede ser efímero, esporádico , eventual… aunque cuando estás ahí crees que es eterno y que siempre serás guapo, poderoso, inteligente y plenipotenciario, pero no. 

La vida hace que los tuyos pierdan el poder, pero también hace que lo recuperen. Normalmente es una carambola a muchas bandas. Recuerdo jugar al billar con el diseñador Pablo Armengol y decirme: «ponme las bolas donde quieras que la hago a tres bandas». Y lo hacía. Por lo que deduzco que «al saber jugar le llaman suerte» y que saber esperar y estar en el sitio y momento oportuno debe ser fruto del conocimiento, no de la barakah, es decir de la gracia divina, o de la suerte, según seas más o menos creyente.

Visito empresas e instituciones cada día prácticamente y tengo la costumbre de pensar estas cosas del porqué están allí sus CEOs, sus presidentes, sus dueños, sus alcaldes, sus asesores, etc. La inmensa mayoría son listos o se las saben todas. Su capacidad y conocimientos se miden por su capacidad de escuchar. No siempre la encuentras. Hay gente muy grande y también cenutrios darwinianos, curiosamente muchas veces conviven en el mismo ecosistema. 

En esas visitas, algunos te predican para saber de qué vas, incluso te piden una conversión con todo tu bagaje tal y como otros han hecho y les «ha ido bien». El otro día uno de estos, muy buena gente, me predicó de verdad, me dijo que recibo mensajes de WhatsApp y emails y no los escucho y eso que me los manda Dios. Que cuando los escuche me cagaré de miedo pero veré esa verdad.

No me lo puedo quitar de la cabeza, busco en mi bandeja de entrada y no lo veo, seguro que está pero no lo puedo ver. Nóminas, impuestos (no quiero poner adjetivos aquí) clientes, proveedores, la vida de las pymes sí la veo, cada día, cada momento mori. Me llevan a la realidad tan diáfana y dura que, por lo visto no me dejan ver el bosque. Sigo buscando, no tengo duda de que ahí está. Con los éxitos solo veo cumplir responsabilidades y con los fracasos solo veo tirar por otro camino para superarlos, para eso nadie te recuerda que eres mortal… lo tienes más claro que el agua pura.

Así es que me da mucha envidia la gente con fe, con esa fuerza externa que les ayuda y justifica. Pero la imposición de la creencia no es santo de mi devoción, ni creo que de la mayoría. 

En el fantástico cómic Los laureles del César René Goscinny (ya he dicho aquí que para mí debió ser Nobel de Literatura) refleja ese momento en el que le ponen los laureles a don Julio (que han sido sustituidos ocultamente por perejil) y el esclavo, temblando y temiendo ser descubierto,  espera la reacción del César que piensa en ese momento «es raro, pero me apetece hacerme un pescado a la plancha».

Cuánta gente lleva esos laureles sin ser conscientes de que se caerán o qué simplemente no son lo que parecen ser…

Memento mori. «¡Ferpectamente!».

Pedro Picatoste

Empresario e historiador.

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