Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Obituario

Un vacío grande y hondo, con proyectos que esperan

Consuelo Jiménez de Cisneros y Baudín (Pepe López).

Fallece en Galicia la escritora y filóloga alicantina Consuelo Jiménez de Cisneros

Escribir de la ausencia definitiva, ya se sabe, siempre resulta doloroso. Cuesta. Hablar del adiós definitivo, inesperado y traicionero de la escritora y filóloga alicantina Consuelo Jiménez de Cisneros que nos acaba de dejar se hace complicado. Las palabras se niegan a salir, porque escribir de la muerte inesperada y tan precipitada de alguien que has conocido personalmente no hace mucho, que había entrado a formar parte de tu círculo de amistades tal y como ella era, como un torbellino, como ha sido el caso de Consuelo Jiménez, es eso, dolor y vacío. Pero, precisamente por eso, quizás hay un deber de hacerlo.

La fatal noticia del fallecimiento de Consuelo Jiménez de Cisneros a sus 68 años de edad me llegaba el sábado 4 de agosto a través de uno de esos grupos de WhatsApp por donde ahora discurren tantas cosas y a través de una amiga común, Lola Mollá, justo unas horas después de que hubiese tenido lugar en Lugo el fatal desenlace.

Ambas, Lola y Consuelo, una como exdirectora del Instituto Jorge Juan de Alicante, Consuelo como nieta del gran geólogo y paleontólogo Daniel Jiménez de Cisneros, han compartido durante muchos años la dura batalla de un proyecto común que ahora —esperemos— no quede definitivamente en el olvido tras su muerte: hacer que el legado del abuelo de la propia Consuelo, Daniel Jiménez de Cisneros, que se guarda y custodia en el instituto Jorge Juan de Alicante, pueda ser algún día realidad. Y todo ello junto al material también donado al centro por otros insignes, como es el caso del historiador y jurista Rafael Altamira o el estudioso Abelardo Rigual, todos ellos materiales relevantes para formar parte de ese futuro museo etnográfico e histórico que esta ciudad, Alicante, reclama a gritos.

Consuelo Jiménez impartiendo una conferencia el pasado 20 de marzo en la sede de la UA (Pepe López).

En memoria de Consuelo quizás sería bueno recordar ahora que el proyecto técnico ya se redactó hace demasiados años, es obra del mismo arquitecto que proyectó el actual Museo Arqueológico de Alicante (MARQ), Julián Esteban Chapapría, estuvo a punto de salir adelante, pero al que los avatares de la política, la evidencia de que lo accesorio casi siempre gana la partida a lo necesario, hizo que demasiados años después siga guardado en el cajón de algún despacho.

No hace mucho, precisamente, la propia Consuelo Jiménez de Cisneros y el biznieto de Rafael Altamira, Vicente Ramos Altamira, hicieron de anfitriones junto con el propio director del Jorge Juan, Luis Martín Mata, para mostrar a un grupo de ciudadanos el legado de sus antepasados en un jornada organizada por el Instituto Juan Gil Albert. Era el penúltimo grito de las familias, del propio instituto, de la profesora de Ciencias Naturales y ya jubilada del centro Mari Luz Galisteo, que fue quien catalogó todo el material del centro sobre Daniel Jiménez de Cisneros, para que el destrozo y el olvido no acaben, como casi sucede ya, devorando todo aquel ingente material que nos legaron a todos algunos de nuestros ilustres antepasados.

Seguramente —no, seguro— uno no es la persona más adecuada para tratar de hilar estas líneas de adiós y sentido pésame hacia una persona que entró en mi vida hace más bien poco, muy poco. Apenas unos meses. ¿La excusa? Le propusimos realizarle una de las entrevistas que venimos haciendo desde el Observatorio de Mayores y Medios de Comunicación (MAYMECO) de la Universidad de Alicante a personas relevantes, mayores y con conexiones con Alicante para poner en valor que la edad no es, como tantas veces se quiere hacer ver, un problema, si no una oportunidad. Ella, Consuelo, lo reunía todo. Era relevante, era una persona mayor y activa, y siempre presumió de ser alicantina, aunque la ciudad que la vio nacer y andar sus primeros pasos le faltase valor y atrevimiento para reconocerle y devolverle todo lo mucho que ella trató de darle en vida.

La entrevista (aún por publicar) finalmente se realizó en su propia casa de Alicante el pasado 10 de mayo, en un local de la calle donde ella guardaba algunos de sus tesoros bibliográficos más notables, sede de la Asociación El Cantarano. Aquel encuentro nos permitió acercarnos un poco más al personaje, a la escritora y filóloga, a la viajera impenitente, conocer de primera mano su vasto conocimiento de la literatura, entender su prolífica creación literaria, pero sobre aquel encuentro y algún otro más que vino seguido, nos permitió acercarnos a la persona: una mujer cabal, con ideas muy claras, no importa que no fueran políticamente correctas, y sobre todo nos hizo darnos cuenta de que estaba llena de proyectos. Quería dejar en buenas manos el vastísimo legado de fósiles de su abuelo y no paraba de realizar gestiones con ayuntamientos y administraciones; pretendía donar al Ayuntamiento de Caravaca, lugar de nacimiento de su propio abuelo, su biblioteca más personal, y allí viajamos juntos un día de abril para mantener una reunión de trabajo con el alcalde de la ciudad, José Francisco García, y con la edil de Medio Ambiente, Ana Belén Martínez Fernández, y un amigo común de ambos, Francisco Fuentes Blanc… Su vida era así. Proyectos y más proyectos.

Recuerdo que en uno de esos encuentros —quizás tomando una cerveza, quizás en algún encuentro fortuito— nos relató que a su edad y tras recorrer medio mundo tenía tres estaciones de paso obligadas al año: Madrid, donde mantenía casa; Alicante, ciudad a la que siempre que su compleja agenda se lo permitía, volvía una y otras vez, pero que su vida de verano tenía desde hace ya mucho una parada obligada en Galicia. Era en un pequeño pueblo de las Rías Altas, donde había ido por primera vez ya de adulta por relaciones familiares, pero cuyo amor y atracción ya nunca la habían abandonado.

Fotografía de Pepe López.

Por eso cada vez que el verano asomaba el hocico, su mira y sus planes giraban hacia esa hermosa tierra gallega. Y allí, precisamente allí, en Galicia, como ave migrante que había sido toda su vida, allí en ese trozo de terruño en el que se sentía querida, tuvieron lugar sus últimos días, sus últimas horas. Quizás por esa suerte de cosas inexplicables que el destino nos tiene preparadas, en ese rincón de su Galicia de adopción le pilló la muerte tempranera y traicionera, volaron por última vez sus alas de incansable poetisa y amante de la vida.

Pero sus palabras y su amor a la poesía siguen —seguirán— vivas en sus vasta obra y sus proyectos inconclusos, esperando una mano que recoja su testigo. A los que, como es mi caso, como a algunas de mis compañeras y compañeros de MAYMECO, la conocimos tarde, solo nos queda desear que descanse en paz, mandar un fuerte abrazo a toda su familia y amigos, y decir que el vacío que sentimos es grande y hondo. Tal como era Consuelo Jiménez de Cisneros. Tal como la conocimos.

Pepe López

Periodista.

4 Comments

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  • Emotivo e ilustrador artículo, amigo Pepe. Conociste bien a Consuelo y así lo manifiestas. Gracias.

    • Gracias Francisco Más-Magro por el comentario. La conocí personalmente más bien no hace mucho, por razones digamos de tipo «profesional»… pero fue un tiempo intenso y suficiente para que su inesperado fallecimiento me/nos haya dolido de forma especial a quienes estuvimos cerca de ella estos últimos meses. El respeto y el aprecio creo que fue mutuo y había el convencimiento de que esta relación podía crecer aún mucho más. DEP Consuelo.