Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Vivir en comunidad

Fuente: Freepik.

Hace unos días desayuné en una terraza con vistas privilegiadas al cabo de Santa Pola y las playas de Arenales y el Carabassí. Estábamos dentro de una urbanización muy bien concebida, adaptada a la orografía del terreno. Unas vistas de esas que se llaman privilegiadas. Se respiraba armonía y quietud, silencio y paz, unos sentimientos que son difíciles de encontrar en una concentración de personas como suele ser un tipo de edificación como estas. Unos 400 propietarios que conviven en un espacio de todos y que, seguramente en verano, saben compartir las zonas comunes. El ser humano nació como especie que necesita convivir en colectivo, más allá de cada trayectoria individual. Nacemos para relacionarnos con el prójimo, nos guste más o menos este tipo de convivencia.

Esta tranquilidad descrita, consecuencia del buen hacer y de las formas amables y exquisitas de mis anfitriones, no es siempre lo habitual en una comunidad de grandes proporciones. Personas que ejercen una autoridad sin sentido que vigilan constantemente las acciones de sus vecinos y que parecen decidir sobre tu propiedad aparecen por doquier. El tocacollons —como decimos en valenciano— aparece en el momento menos esperado y te provoca una sensación de impotencia, de invasión de tu casa, que puede motivar el abandono de la misma, sobre todo si es vacacional. Los datos arrojan un total de 7,9 mil millones de humanos en nuestro planeta. Según proyecciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2050 seremos 9,7 mil millones de personas, con una previsión de 12,7 mil millones para el 2100. Una cantidad ingente que provoca que cada vez más tengamos que acostumbrarnos a la convivencia obligada en grandes aglomeraciones. Más allá de las urbanizaciones, las megalópolis serán una constante a lo largo de los diversos continentes. Con estas proyecciones, como apuntan los expertos, los recursos hídricos y alimenticios empezarán a ser un problema real para toda la humanidad. Hemos alargado la esperanza de vida en los países desarrollados con lo cual se incrementa todavía más la raza humana. Somos termitas en un espacio cerrado donde la madera que consumimos es limitada. Una metáfora evidente de que los problemas medioambientales y de manutención de nuestra especie serán cada vez un motivo de conflictos y de desequilibrios. Las novelas y las películas distópicas nos lo recuerdan constantemente, tal vez por eso su auge en los últimos años.

El científico sueco Johan Rockström, experto en sostenibilidad global, ha marcado nueve áreas críticas en las que el impacto humano puede amenazar el sistema terrestre: el cambio climático, la acidificación de los océanos, la pérdida de la biodiversidad, el uso del suelo, el agua dulce, el cambio en los ciclos biogeoquímicos, la contaminación química, el cambio en la carga atmosférica de aerosoles y la intervención humana en el sistema terrestre. Una realidad que puede acabar limitando la capacidad de nuestro planeta para mantener a la población humana. El desarrollo de diversas acciones como políticas de desarrollo sostenible, conservación de recursos, cambios en los patrones de consumo o tecnologías limpias pueden ayudar a mitigar los impactos negativos en el medio ambiente y aumentar la resiliencia de la Tierra para sostener la vida humana y del resto de seres vivos. Con todo, las perspectivas a un largo plazo, si somos realistas, pueden ser difíciles.

Por este motivo, centrándonos en el presente, es fundamental aprender formas de convivencia que nos permitan relacionarnos en grupo sin problemas. En todo caso, es fundamental aprender técnicas que resuelvan pacíficamente los conflictos, sin tener que utilizar, como viene siendo una constante en la humanidad, la fuerza o el desarrollo de conflictos bélicos que, más allá de solucionar el problema, amplifica a medio o largo plazo las complicaciones de inserción de las individualidades en el colectivo. El ser humano es una especie social, pero somos unos seres complejos con diversidad de necesidades, deseos, creencias y valores individuales. Los conflictos de intereses y sobre todo la falta de comunicación efectiva puede llevar a malentendidos, resentimientos y dificultades gratuitas. Deberíamos aprender definitivamente el respeto a la diferencia cultural o religiosa, así como a la diversidad. No temer, pues, a quien es diferente a nosotros y respetar su manera de ser y de vivir. No huyamos del debate y de la reflexión como un factor de enriquecimiento de nuestro colectivo. Actuemos sin miedo y contrastando las diferentes voces de nuestro entorno, tal vez no tenemos la verdad absoluta y un buen consejo o una conversación puede darnos la solución al problema que tenemos. Seamos tolerantes y vivamos en convivencia con el resto. Así podremos continuar saboreando escenas como la que viví hace unos días donde unos buenos amigos nos recibían con la tranquilidad que la proximidad del mar nos hacía entender que es el momento de compartir experiencias y construir proyectos comunes donde la diversidad y el respeto enriquezca nuestro colectivo.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

1 Comment

Click here to post a comment