Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Cine

«La Sociedad de la Nieve», la nueva superproducción de J.A. Bayona

El infierno blanco de los Andes

De mano en mano hasta llegar a Numa Turcatti. Así acaricia el narrador el primer escrito que grita: “Dale, boludo. Vení a Chile”. Sin embargo, la última carta o nota que escupe el corazón de Numa también pasa de mano en mano y, tras su último suspiro, uno de sus amigos la sostiene. “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, decía quien falleció a los 25 años consumido por el hambre después de haber sido absorbido por la intemperie y el frío. Dos citas que conectan el principio con el final.

La sociedad de la nieve (2023), dirigida por Juan Antonio Bayona, nos ofrece una nueva visión acerca de la tragedia del avión 571 de la Fuerza Aérea que cayó el 13 de octubre de 1972 en la cordillera de los Andes. En el avión viajaban 40 personas y cinco tripulantes. Un equipo de rugby uruguayo se dirigía a Chile. De las 29 personas que sobrevivieron al impacto, solo 16 quedaron con vida.

No es la primera cinta que nos explica cómo se produjo este hecho histórico. En 1976 se estrenó Supervivientes de los Andes, una película mexicana dirigida por René Cardona. En 1993 llegó a las pantallas ¡Viven!, una producción de Frank Marshall. No obstante, esta última se dejó llevar por el estilo hollywoodense. Bayona nos trae 31 años después una historia más realista, épica, emotiva y poética. Este gran director ya nos reveló mediante Lo imposible (2012) su pasión por las historias de supervivencia y nos hizo entender la perspectiva cinematográfica con la que desarrolla cada una de ellas.

A diferencia de las otras versiones, en la cinta de Bayona los diálogos, las interpretaciones, los efectos especiales, así como el compañerismo de los personajes son los que forman el eje principal de las críticas cinematográficas. La sociedad de la nieve nos sorprende a través de escenas más íntimas, duras y realistas. La caracterización, el maquillaje, el vestuario y la ambientación en los años setenta nos permiten viajar en el tiempo y sentir cada emoción que exteriorizaban aquellas personas con sus respectivas miradas y labios agrietados.

Esta película refleja el sacrificio, el trabajo en equipo, la desesperación y el dolor. Si bien es cierto que no hay que romantizar esta tragedia que acabó con la vida de muchas personas y que supuso un dolor eterno para los familiares de las víctimas, Bayona nos invita a visitar el mundo del optimismo y a preguntarnos si se trata de un milagro o de una catástrofe. El director ha conseguido que un hecho ya conocido se convierta en algo novedoso y único. Y todo esto sin caer en el sensacionalismo.

La radio simboliza la esperanza y la única conexión con el mundo real que les quedaba. No me olvido de esos gritos desgarradores de los personajes al escuchar a los locutores afirmar que la búsqueda de supervivientes se detenía por el momento. A continuación, los periodistas dieron paso a la publicidad, lo que indicaba que todos seguían con sus vidas mientras ellos todavía se encontraban anclados en la nieve. En aquel momento la cámara se aleja y nos muestra a los actores para que comprendamos la vulnerabilidad que atravesaban cuando respiraban en ese mar blanco helado.

Miradas, lágrimas y temblores

¡Me alegra mucho que el reparto sea latinoamericano! No solo aporta realismo, sino que también es una señal de respeto, una deuda que tenía la producción con los supervivientes y con el acontecimiento en sí. Las interpretaciones son excelentes y pese a ser actores muy jóvenes han demostrado madurez. En esta historia no hay protagonistas y personajes secundarios. Aquí todas las experiencias vitales son importantes, tanto la de los fallecidos como la de los supervivientes. Los personajes han puesto sobre la mesa varios debates. ¿Qué es capaz de hacer un ser humano para sobrevivir? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Es ético, moral o legal comer carne humana para no morirse de hambre?

Era un tema tabú incluso para los propios supervivientes, ya que hasta ahora no habían hablado acerca de ello con “naturalidad”. ¿Qué habríais hecho todos vosotros si el hambre y el frío os hicieran sentir tanto dolor como si un veneno estuviese recorriendo vuestras venas? ¿Qué habríais hecho tras haber masticado durante varios días cigarrillos, cordones, zapatos y las costras de los cadáveres? Algunos miraban a otros como si de animales se tratase, pero ellos se encontraban entre la vida y la muerte. Estaban desesperados e incluso comenzaron a dar sus consentimientos para que cuando murieran sus cuerpos también pudiesen ser un alimento para los demás supervivientes.

Es muy significativo el hecho de que Numa sea el narrador principal y al mismo tiempo el último joven en perder la vida. Es un homenaje a todo lo que hizo por salvarse y salvar a sus compañeros. La historia llega a nuestros corazones a través de sus ojos, aquellos que perciben mediante un plano del detalle el accidente desde lo más alto de las montañas. Enzo Vogrincic, el actor que da vida a Numa, ha relatado la historia de una manera impecable. Vogrincic construyó a su personaje desde el silencio, puesto que al ser una persona fallecida no pudo encontrar su testimonio y solo contaba con los abrazos y los llantos de sus hermanos a los que conoció durante el rodaje de la película. “Lo más complejo de hacer un personaje que vivió es no tener información ni poder hablar con él. Conocí a sus hermanos y amigos y cuando yo les decía que representaba a Numa suspiraban y me abrazaban. Me contaban cosas espectaculares sobre él, pero de alguna manera no me servía para actuar. Sin embargo, en el silencio estaba el valor que encontré para interpretar a Numa”, explica el actor.

Vida, muerte y resurrección

Dirección de fotografía impresionante, planos muy bien ejecutados, diseño y narrativa espectaculares, preparación del rodaje sorprendente, detallismo constante y paralelismo con imágenes reales, lentes que transmiten una sensación de ansiedad real, banda sonora emotiva, equipo técnico de calidad, una superproducción de 60 millones de euros, un gran montaje, buen hilo conductor, simbolismo, contrastes entre tonos cálidos y tonos fríos, belleza visual, sonido y atmósfera atrapantes… ¿Qué más queréis? Podría tardar semanas en enumerar las características técnicas que más me han gustado.

La escena del accidente es magnífica y aterradora al mismo tiempo. Sentí la agonía que interfería en los latidos de los personajes. Todo cambió en un solo instante. El sonido ambiente, el crujido de los huesos y el choque de los metales del avión me dejaron completamente boquiabierta. El accidente se produjo después de que uno de los personajes señalara en un papel cuál era supuestamente la ruta más segura para cruzar Los Andes. Un plano picado aéreo cierra esta escena mostrándonos un avión diminuto ahogado en las grandes dimensiones de la nieve. Los tonos cálidos retrataban el pasado esperanzador y los fríos el presente desolador. Los distintos amaneceres simbolizaban el renacer y los planos íntimos se atribuían a las conversaciones y a la gran travesía final.

El desenlace es sobrecogedor. Lloré cuando vi a Roberto Canessa alzar la mirada que captó a aquel hombre parado junto a su caballo. De repente aparecieron el sol y el color verde para homenajear a la vida. Y sonó mi canción favorita de la BSO de esta película (Over the river de Michael Giacchino). Los dos personajes que realizaron aquella “expedición” durante 10 días atravesando ese infierno blanco de 38 kilómetros con la esperanza de que en algún lugar se encontrase Chile, finalmente, pudieron hacer llegar al resto “la vida”. Contactaron con la civilización, tocaron el río, vieron una rana, un ser humano con una temperatura corporal normal y comieron alimentos de verdad. No fueron rescatados, sino que Nando Parrado y Roberto Canessa actuaron como dos héroes o dos jóvenes que hicieron lo que pudieron de la mejor forma posible. Gustavo Zerbino no quiso subir al helicóptero sin aquella maleta repleta de recuerdos y objetos que dejaron atrás los fallecidos. Es lo único que pudo entregar a sus respectivos familiares y es una muestra de solidaridad y de agradecimiento. Los supervivientes sintieron culpa. “¿Por qué nosotros sí y ellos no?”, se preguntaban durante la escena rodada en el hospital.

Carlos Páez fue el encargado de leer la lista definitiva que contenía los nombres de los supervivientes y su hijo Carlos Miguel Páez interpretó a su padre. Sostuvo en sus manos la misma lista y pronunció las siguientes palabras: “Carlos Miguel Páez, mi hijo”. Los demás esperaban junto a los restos del avión y se peinaron y lavaron los dientes con el anhelo de volver a sentirse humanos de nuevo tras haber cometido actos que jamás se imaginaban y haber traspasado los límites de la moralidad.

Estoy segura de que La sociedad de la nieve será galardonada en varias ocasiones. Ya está nominada a 13 premios Goya. Es una película detallista, realista y humana. Y pese a haber empleado medios digitales, el arte de Bayona nos transmite “la artesanía” propia del séptimo arte. La obra refleja las debilidades y las fortalezas de los personajes y un gran dilema moral.

No nos olvidemos de la escena que fue grabada en la iglesia. En esta parte se recita una oración de la Biblia que hace referencia al desierto al que llegó Jesús por obra del Espíritu Santo. En este caso, el desierto es una gran masa de nieve. Jesús estuvo ahí cuarenta días y cuarenta noches. Los supervivientes estuvieron en Los Andes 72 días. “No solo de pan vive el hombre. Coman todos porque este es mi cuerpo”; esta frase es un paralelismo que menciona el sacrificio que hicieron algunos al comer carne humana. “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Jesús”: al principio se les consideró víctimas mortales y luego anunciaron en los medios que “volvieron a la vida”. En pocos segundos, Bayona nos cuenta la historia completa desde una perspectiva religiosa.

En esta película predominan los pensamientos frente a los eventos. Es un puzzle en el que cada interacción es una pieza fundamental. Bayona ha dejado que esta historia de reflexión fluya sin forzar nada hasta llegar a las fotografías de los créditos. Sin duda alguna, el parecido que hay entre algunos actores y las víctimas del accidente es inmenso. El final nos regala paralelismos que comparan a objetos tambaleándose en la nieve con los cuerpos de los supervivientes que temblaban en las camillas del hospital. Estos estaban anonadados por haber abandonado lo que, por desgracia, un día fue su hogar. Fue muy grande el suspiro que solté cuando vi a los supervivientes saludar a los rescatistas.

Iman Chaibi El Habziz

Periodista. Nací en Alicante en 1999 y mi nombre significa "fe" en
árabe. Cuando era pequeña ya escribía "noticias" acerca del día a
día y mi madre decía que "hablaba como los locutores de radio". Me
interesan los temas sociales y políticos, así como el arte, la
cultura, la filosofía y el cine. Con 17 años gané un concurso de
poesía tras presentar un poema sobre los refugiados sirios. Considero
que la comunicación y la recopilación de historias son fundamentales
para concienciar a la sociedad. Mi paso por la Cadena SER (Radio
Alicante) me ha permitido crecer profesional y personalmente. También
fui seleccionada para locutar los vídeos promocionales de tres grados
universitarios de la UMH: Grado en Periodismo, Grado en Comunicación
Audiovisual y Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual.

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