Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

El 2024 como cuenta atrás: la Agenda 2030

(Fuente: Naciones Unidas).

Iniciamos el 2024 continuando con la proyección de nuestros objetivos personales y como colectivo. La humanidad, a través del acuerdo adoptado por 193 países miembros de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, tiene un documento que debería guiar gran parte de nuestras iniciativas y que no siempre conocemos o tenemos en cuenta: Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Una iniciativa que tiene como objetivo abordar una serie de desafíos globales y promover un desarrollo sostenible en tres dimensiones: económica, social y ambiental. Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que marca el acuerdo son retos alcanzables si queremos, entre otros, poner fin a la pobreza, proteger el planeta y asegurar el bienestar y la paz de toda la humanidad. Nos quedan, pues, seis años para revisar su ejecución y analizar los cambios que han producido. Después de nueve años de su aprobación, muchos aspectos quedan todavía en el aire. Es responsabilidad de nuestra civilización, en general, y de cada gobierno o entidad su adecuación para que sean una realidad. Una cuenta atrás que empieza porque el tiempo apremia y la pasividad frente a un documento de estas características empieza a ser preocupante.

En nuestro país, además de la firma del acuerdo por el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en 2018, el Consejo de Ministras y de Ministros presidido por Pedro Sánchez, aprobó el Plan de Acción para la Implementación de la Agenda 2030. Los nuevos ODS substituyeron los antiguos Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) vigentes entre 2000 y 2015. Unos retos que parecen insalvables si no se concretan en acciones conjuntas efectivas: el fin de la pobreza, el hambre cero, la salud y bienestar, una educación de calidad, la igualdad de género, un acceso a agua limpia, un uso de energía asequible y no contaminante, el derecho al trabajo decente y crecimiento económico, unas infraestructuras resilientes que promuevan la industrialización inclusiva y sostenible, la reducción de la desigualdad entre los países, la mejora de las condiciones de las ciudades y los asentamientos humanos, garantizar las modalidades de consumo y de producción sostenibles, frenar el cambio climático con la conservación de los recursos marinos y los ecosistemas terrestres, promover unas sociedades pacíficas y fortalecer una Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible. Diecisiete objetivos que pueden parecer una utopía, pero que pueden marcar un cambio de tendencia de nuestra civilización si todas y todos nos comprometemos a ellos.

Negar la realidad e intentar frenar estos avances puede resultar egoísta y mezquino. Cada entidad de gestión, sea pública o privada, debería revisar sus planes estratégicos y, más allá de maquillarlos incluyendo la referencia a alguno de los ODS, plantear acciones concretas dentro de su radio de acción que permita la consecución de unas metas que nacen de la lógica humana, pero sobre todo de la necesidad urgente de alterar la senda de una sociedad universal que camina a ciegas hacia la autodestrucción y la potenciación del sufrimiento y de las desigualdades entre los humanos. Así, por ejemplo, las instituciones de educación superior públicas, como la que más conozco, la Universidad de Alicante, deberían dar un paso decidido en la concreción de su plan estratégico que facilite la consecución de diversos ODS donde tenemos la obligación social de liderarlos. Por ejemplo, proponer un modelo de gobierno colectivo, cercano, plural y participativo que ponga en valor a los miembros de la comunidad universitaria en sintonía con la Agenda 2030.

Habría que definir así una estrategia institucional con un modelo de gobernanza responsable para su posicionamiento académico, científico y de transferencia de conocimiento en respuesta a las necesidades de una sociedad sostenible y global. Muchos son los pasos realizados, a veces de manera intuitiva, en los distintos equipos de gobierno que hemos tenido, pero es el momento de ser valientes y decididos en consolidar una acción en la gestión que lidere una posición estratégica en todas sus políticas transversales con los ODS marcados. No es cuestión de revoluciones ni de transformaciones radicales, tan solo hay que concretar estrategias y unir sinergias con otras entidades del entorno. Un ejemplo claro es el de reforzar la identidad de nuestra Universidad en su presencia en el territorio para que la sociedad tenga un referente claro en la consecución de estos objetivos tan esenciales para la humanidad. Habría que potenciar la acción que pueda desarrollar el Consejo Social como agente interlocutor entre la Universidad y su entorno. Del mismo modo, la Defensoría Universitaria tendría que reforzarse como un órgano garante de la protección de los colectivos universitarios en línea con los derechos humanos recogidos en la Agenda 2030 para una universidad responsable y sostenible. Cuenta atrás, pues, para tantos buenos deseos que necesitan una concreción en todos nuestros ámbitos de actuación. Seamos pacientes, pero exijamos a nuestros responsables que lideren esta transformación.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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