Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Debatiendo

Aprendamos de los niños

Fotografía: Kyle Nieber (Fuente: Unsplash).

“Abuelita, tengo miedo”. Así se expresaba mi nieta de cuatro años cuando, en los fines de semana, se quedaba con nosotros y se despertaba a media noche tal vez a causa de alguna pesadilla o cualquier tipo de sueño desagradable. La abuela se acostaba a su lado y Cecilia la abrazaba y volvía a dormirse con la confianza de que su abuelita la protegía de todo peligro.

También las persona mayores, en estos tiempos, encontramos dificultades para dormir porque muchas veces vivimos atemorizados por miedos. Es verdad que a veces tenemos miedo a cosas verdaderamente terribles, porque son muy graves y tenemos, por ejemplo, miedo a las guerras o a los atentados terroristas. Pero es que, en general, los hombres tenemos miedo a muchas cosas que, quizá en sí mismas no serían terribles, pero que a nosotros nos asustan. Tenemos miedo del qué dirán; a lo que piense la gente de nosotros; tenemos miedo al ridículo; a caer mal; a veces, a cometer un error al expresarnos; a ser mal interpretados. Tenemos miedo a cometer una tontería.

Y estamos, en ocasiones, como amenazados por todos estos temores y ello nos produce complicación espiritual; hace que estemos faltos de naturalidad; que seamos susceptibles. Es también este miedo el que nos lleva a mirarnos a nosotros mismos con una atención tan obsesionante que nos produce una situación de sufrimiento y hace que vivamos una vida complicada íntimamente.

¿Cómo salir de esa situación y echar lejos de nosotros cualquier temor? La convivencia con mi nieta me llevó a la consideración de las palabra de Jesucristo: “Gracias te doy, Padre, porque has encubierto estas cosas a los sabios y a los prudentes y las has descubierto a los pequeñuelos” (Mateo, 11,25). “Si no os hicierais como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mateo, 18,3).

¿Qué tienen los niños para que Dios los ponga de modelos a fin de que aprendamos de ellos? Entre otras cosas tienen confianza. Su maravillosa sencillez, su desenvoltura, está hecha de confianza. Confían en sus padres; están abandonados a sus padres y acostumbrados a confiar. Nosotros, criaturas de Dios, hijos de Dios, tenemos que confiar en la divina providencia, abandonando nuestros temores. Este miedo sobre lo que piensen de mí o si voy a caer mal a la gente o si malinterpretan mis palabras; esa ansiedad que nos puede aprisionar, sería en el fondo una falta de confianza en Dios, una excesiva preocupación por nosotros mismos.

Si fuéramos realmente conscientes de que somos hijos de Dios, escucharíamos la invitación de Jesús a la confianza cuando nos dice: “Hasta los cabellos de vuestras cabezas están contados. ¿Quién de vosotros puede, a fuerza de discurrir, añadir un codo a su estatura? No os agobiéis… Cuando recéis, no pretendáis ser oídos por hablar grandes discursos, que sabe vuestro Padre lo que necesitáis”. El humilde que se siente criatura de Dios, hijo de Dios, encuentra, como el niño, facilidad para confiar en Dios en lugar de estar pendiente de sí mismo y experimenta en su corazón el formidable alivio del hombre liberado de sus miedos a peligros casi siempre imaginarios.

Humildad y sencillez para manifestar a Dios nuestros temores y aceptar su compañía. Y, con la naturalidad de hijos pequeños, abrazarnos a ese Padre que siempre está con nosotros y, en vez de vivir nuestra vida envanecidos y pensando que estamos junto a extraños que nos quieren juzgar y nos acechan, vivamos la vida conscientes de que somos criaturas de Dios y nos sentiremos amados por un Padre, modelo de todos los padres y que sólo desea nuestro bien; que está junto a nosotros en todo momento; que nos está mirando y nos dice: “¿Por qué estás inquieto si por mucho que discurras no puedes añadir un solo codo a tu estatura? No te agobies. Aprende de los niños”.

José Ochoa Gil

José Ochoa Gil es abogado y colaborador de “La Verdad” y el seminario “Valle de Elda”, y en Alicante con la revista trimestral “Punto de Encuentro”, editada por CEAM Parque Galicia.

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