Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Verdad o reto: la vida como un desafío

¿Por qué le gustan tanto al ser humano los desafíos? ¿Por qué nos atraen las situaciones inesperadas que son difíciles de superar y que se convierten en un reto a veces inalcanzable? Una atracción amorosa imposible, un estado físico producto de horas de gimnasio o aprender una nueva habilidad para una promoción laboral o personal son algunos de los desafíos que nos permiten crecer y desarrollarnos. Encontramos así una motivación que nos fomenta la creatividad, el esfuerzo físico o mental, que, una vez llegada a la meta, nos llena de orgullo y de satisfacción por todo lo realizado durante el largo camino desarrollado. Si además somos competitivos, buscamos constantemente superarnos a nosotros mismos, disfrutamos del sentimiento del logro y mantenemos alta nuestra motivación que nos lleva a buscar nuevas metas. ¿Quién el responsable en nuestro organismo de reconocernos la superación de nuestro objetivo? Nos referimos a la dopamina, un neurotransmisor asociado con el sistema de recompensa del cerebro. Cuando alcanzamos la meta personal que nos habíamos marcado, por pequeña que sea, aumentan sus niveles y generamos sensaciones de felicidad, satisfacción y motivación. Un refuerzo químico de nuestra especie para asumir nuevos peldaños en la escalera continua de nuestra vida.

Potenciamos el placer en nuestros actos con este neurotransmisor de la familia de las catecolaminas que concentra su efecto en la corteza prefrontal, que se encarga de la toma de decisiones, y en el hipocampo, que se encarga entre muchas funciones de la memoria. Que nuestro equipo gane un partido importante, que saquemos una buena nota en un examen, que disfrutemos con el concierto de nuestro grupo favorito o que la comida sea excelente para nuestros gustos, incentiva la sensación de placer. Es la dopamina la que se encarga del mantenimiento de estas percepciones y de que sintamos el deseo de mantener altos sus niveles. Su carencia nos puede conllevar sentirnos tristes y sin ánimos o la sensación de estar cansados todo el día, teniendo un sueño alterado que nos impida descansar lo necesario. Por este motivo, de manera inconsciente, intentamos potenciar los efectos placenteros que fomentan su segregación. De manera artificial, algunas sustancias estupefacientes como la cocaína, la nicotina o las anfetaminas incrementan la transmisión dopaminérgica en áreas cerebrales involucradas en la generación de emociones y provocan una sensación de placer similar. Obtenemos durante el tiempo de su acción unas sensaciones similares, pero craso error cuando impedimos a nuestro organismo la generación natural de esta sustancia. Un placebo que nos recuerda lo importante que es para el ser humano el fluido de este neurotransmisor por nuestra corriente neuronal.

Por todo esto, tal vez uno de los juegos populares más antiguos de nuestra civilización es el llamado “Verdad o reto”. En algunas culturas antiguas como la griega, la romana, la china o la india, se conocen prácticas similares que se utilizaban para conocer el grado de honestidad de las personas a las que se les formulaban preguntas o se les proponían pruebas. Tanto la elección de una verdad o de un reto provoca en quienes las proponen un grado de atención y en quienes las responden o realizan una motivación que fomenta los niveles del neurotransmisor referido. Una tradición de siglos que se ha popularizado en las últimas décadas y que se ha convertido en una actividad común en reuniones sociales, fiestas y entre grupos de amigos, especialmente entre los más jóvenes. Existen incluso variantes vinculadas a juegos de rol y juegos sexuales que atraen hasta la culminación de auténticos desafíos y que potencian el placer físico y emocional de quienes lo practican. Un logro de una actividad analógica que nació lejos de la revolución tecnológica, aunque algunas aplicaciones digitales lo han incorporado como ejercicio lúdico que ha renovado y ampliado su desarrollo. Las artes plásticas han dado fe del interés de los humanos en la historia por esta actividad lúdica, en sintonía a los juegos de cartas, como el cuadro del mismo nombre de los pintores franceses Paul Cézanne o el de Los jugadores de dados de Georges de la Tour. La literatura también se ha hecho eco de su atracción, como la novela corta Verdad o reto (2023), de la escritora sueca Camilla Läckberg, que nos permite conocer el descenso al infierno de cuatro adolescentes ricos y borrachos a partir de los desafíos del juego en una Nochevieja.

Aproveché ese mismo día la lectura de la historia de los cuatro jóvenes, Liv, Martina, Max y Anton, para entender la fuerza del desafío y cómo puede seducir a la mente humana hasta niveles insospechados. En nuestra actividad cotidiana planteamos contenidos similares, entre las verdades auténticas y los retos personales, que nos motivan y potencian nuestro crecimiento. Tal vez el año nuevo sea, pues, el momento de reunirnos y plantearnos cuestiones como las referidas para superar nuestros miedos y avanzar en nuestros objetivos. Seamos sinceros con nosotros mismos y no temamos no alcanzar las metas que nos marcamos. Seamos valientes y decididos, de lo contrario nos convertiremos en humanos sin alicientes que, como escuchamos en la canción de Fangoria Miro la vida pasar: “pasado el tiempo sigo igual”. Por este motivo, con la confianza que la segregación de mis neurotransmisores me acompañe, me ofrezco para quien quiera compartir conmigo una partida del juego en cuestión, porque la vida siga siendo cuestión de retos y de verdades. ¡Palabra de jugador!

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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