Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Despropositeando

Fuente: Freepik.

Día 1 enero. El día de los despropósitos propuestos hasta ese mismo día anterior. Hasta pocas horas antes. Una especie de Diario de Briget Jones, pero a todos los niveles y para todos los sexos y edades sin distinción.

Sucede todos los años, así que en el fondo es un clásico como el Last Christmas de George Michael. Una batería de propósitos que duran lo que se estira y contrae un silbato de esos enrollables de Navidad. Un matasuegras de tanta imaginación como corta duración.

El peso. Este es uno de los más icónicos despropósitos para todo año que comienza porque la gente se lo plantea mientras está zampando y empachándose con las comidas y cenas típicas tanto de empresa como navideñas. A mí me suena al propósito rebajas, es decir, que la peña se piensa que antes de que se termine la temporada puede atiborrarse con todo tipo de productos que ni siquiera le hacen falta a su organismo, es la gula de la alimentación pre-dieta. Para mí Efecto Rebajas.

Este efecto suele regresar, junto con el de la depilación masculina (la femenina con lo de las nuevas modas pues como que ya va camino de, para muchas, lo que podríamos denominar y con todos mis respetos la brozaxilera), la depilación para cuando se acerca el calor y la ropa ya no puede disimular más y la cremallera no da más de sí (unión al despropósito del peso) y hay que mostrar piel. Aquí también entraríamos en la típica disputa de hombre con pelo en el pecho o no, ya de un tiempo a esta parte y sin discriminación alguna, hombre o mujer cheuwaquiana o no.

Este apartado también da para el momento desodorante. Hay quien se decanta por oler a limpio y a otros les da igual oler a agua de esa de después de fregar y no haber cambiado el cubo; te das una friega porque huele a tu casa y no hay nada como el aroma de tu hogar. También está la versión peña que se hace el jabón propio rollo doméstico o la que le mola oler a eau de’axil sudor de perfum.

Fotografía: Kenny Eliason (Fuente: Unsplash).

El dejar de fumar. Otro clásico navideño. Y ahora como quieren prohibir fumar al aire libre, pues la cosa va a estar más complicada en este mundo liberado con reglas restrictivas. Yo no fumo, pero respeto al que lo hace y si el aire libre es de todos, eso de apropiarse de la propia atmósfera del propio espacio vital de cada cual… pues como que bueno, ya todo es posible desde que el Verdadero llegó al poder.

Hacer más deporte. Este viene de la mano del despropósito de perder peso, pero como el mundo ha cambiado, aquí no vas a perder más que una pasta porque ahora los gimnasios se financian con lo que tú pagues al año. Es algo así como una hipoteca gimnástica.

Si te apuntas todo el año pagas algo menos y puedes utilizar todas nuestras instalaciones cuando quieras y como quieras SALVO, y ahí está la letra pequeña, cuando haya actividades o cursos o pijadas varias. De hecho conozco a un amigo que está apuntado a una piscina de un gimnasio guay que puede ir cuando quiera SALVO en esos horarios, por lo que puede ir de las 7:00 de la mañana hasta las 8:00h, de 15:00 h a 16:00 h y ya de 23:00 h hasta el cierre. El resto son actividades para los que están pagando la hipoteca del gimnasio. Ahora, eso sí, van todos y todas tan monos y monas envasados al vacío y de colores chicle fresa y menta ácida que entras a algún que otro espacio y no sabes si te va a aparecer Willy Wonka con los Oompa Loompa.

El rollo psicológico. Ser optimista. Aprender de mis errores. Aprender a decir “no”. Pensar menos en mí y más en los demás, aunque sepa que piensan mal de mí y me digan que no lo hacen y creen que todo lo hago bien y no hay, por ende, errores de los que aprender. Decir palabras bonitas, más te quiero, dame un abrazo, eso que si no digo ahora quizá me arrepienta de no haberlo dicho y me trascienda en una desdichada depresión psicológica, que es mi zona de confort donde sufro a gusto y trato de meditar respirando hinchando la barriga que, por cierto, ya está hinchada porque debo de perder peso, pero no quiero pagarle la hipoteca a ningún gimnasio, así que tendré que decir que no más veces porque, de lo contrario, seré un o una fracasada en mí mismo o misma. Mis padres me dicen que debo ser más optimista, aunque mi psicóloga me dice que debo de depender menos de mis padres, que ellos son, de alguna manera, el producto de mis males y que debo, como propósito para este nuevo año, enfrentarme a mis problemas, no buscar excusas, dejar de tomarme las cosas como algo personal, como si yo no fuera una persona y que no le doy valor a las cosas que tengo y que debo hacer. Me han dicho que aprender a cocinar reduce el estrés, pero es que tengo que dejar de coger peso y mi menú favorito comienza con algo de hortalizas y aceite de oliva súper sano en toda dieta mediterránea, es decir, abrir una bolsa de patatas fritas y echarle algo de salsa brava por lo de la valentía y el coraje de este nuevo propósito que, creo, era ser yo mismo o misma. Creo que voy a llamar a mi madre, que no sé si me ha quedado claro y no me cobra lo de la psicóloga y casi me va a decir lo mismo.

Fotografía: Christelle Bourgeois (Fuente: Unsplash).

Beber menos alcohol. Otra copa de oro, o de plata, o de bronce, o de ron con cola que te hace sentirte un campeón o campeona. De hecho, es en el momento resaca cuando decides que es el momento de dejarlo, bueno quizá también el momento Guardia Civil sople y se ha quedado sin carnet con lo que aproveche para caminar; o lo que es lo mismo, hacer deporte, llamar a sus padres para que la lleven a todos los sitios,  psicológicamente nunca debió de coger el coche en esas circunstancias, con lo que el optimismo y el fracaso comienzan a hermanarse, sobre todo después del multazo y la resta de puntos del carnet, y la cabeza intenta buscar alguna excusa de por qué motivo no dejé de beber si encima engorda y es malo para la salud. Camarero, ponme otra copa, te contaré mi vida una vez más (Otro trago más, La Frontera y Coque Malla); en definitiva, si bebes no conduzcas (consejo ya de persona mayor). Y si ven el anuncio de la DGT Llegar, de Papá Noel llegando tarde con el eslogan “Llegar tarde es mejor que no llegar. También en Navidad”, como si Papá Noel fuera en un Seat Panda (que anda que no molaban en su época) y no surcara los cielos, pues ya es jugar con los sueños y las ilusiones de muchos niños y niñas que si ven el anuncio, y por desgracia, en casas desfavorecidas hasta estarán esperando que llegue, se ha retrasado por algo pero seguro que vendrá y, si no viene a mi casa, cuál es el motivo. Antes, los anuncios de la DGT eran bastante crueles (llámalos realistas), pero ahora juegan con los niños, con Papá Noel y con una noche mágica. Que los listos del Gobierno nos feliciten el solsticio de invierno como si durara quince días y no uno, pues da a entender cuán ignorante se puede ser a todos los niveles, que yo veo a la mitad de los del Gobierno y lo tengo claro ya un Barrio Sésamo de la Moncloa, guiñoles que dan risa y que tienen mucho que aprender de las lecciones de Epi y Blas y Coco y la Jaca Paca entre otros muchos y muchas.

Viajar más. Comienza con tener pasta, y no pasta de la de perder peso sin consumir, ni la de pagar la hipoteca del gym, ni la de pagar al psicólogo o psiquiatra, ni siquiera de la de pagar la multa de haber pagado por unos chupitos en cualquier local; no. Pasta gansa a menos que te cojas vuelos en baja temporada con lo cual es mejor que te pidas una baja en el trabajo para poder viajar a la baja porque, de lo contrario, te tocará pagar en temporada lo que no está escrito. Bueno, están esos vuelos por 17 euros hasta Londres ida y vuelta, o mejor vuelta y vuelta al punto por favor porque luego el punto es que no te dicen que tienes que estar allí y viajar para llegar es una cosa, pero viajar para estar y sobrevivir en lo que no sea un McDonald’s, o similares, es otra.

Yo siempre he querido viajar a Japón, pero es que son más de mil euros a Tokio y entre 18 y 20 horas en un avión. Un día luchando contra el tiempo que sales de España un día y vuelas al futuro porque sales una mañana de aquí y llegas al día siguiente allí y, por contra, al revés puedes salir un día de allí y llegar ayer de aquí, de allí… madre qué lío. Bueno estando Galicia, Cuenca donde no hay nada como caerse cuando llueve y Alicante donde caerse si no llueve, pues para qué viajar más allá.

En fin, que así podría estar escribiendo sobre mil despropósitos: leer más, salir más con los amigos, adoptar un perro, comunicarnos mejor, hacer senderismo, cambiar de hábitos, alejarnos de las personas tóxicas, acudir a museos, exposiciones, más al cine, más a ver a nuestros mayores, bueno sí, el de aprender inglés cuando la mitad de los españoles no saben ni hablar su propia lengua, ahorrar energía, reciclar, participar de más ONGs, ayudar a los más necesitados, aunque esto, al parecer, no es ayudar a quien no tiene para comer en la calle sino ayudar a la peña que está con el block y su sudadera en la mitad de las calles céntricas, pero que seguro son incapaces de acercarse a alguna persona necesitada y darle algo. Lo dicho, cuidarnos mucho y, al parecer, de muchos.

Y, por supuesto, no podía despedir el año ni comenzar el 2024 sin mi verdadero propósito. Todos y todas lo sabéis.

Reunión con Barcala para promocionar los patinetes para la tercera edad. Seguro que la reunión al menos la consigo.

Rock and Roll.

En fin, feliz 2024 y que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

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