Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Haciendo amigos

Cosas bonitas

Estas fechas parecen predispuestas a sacar lo mejor de nosotros. Si algo sucede, además de lo que se espera por tradición, alcanza un lustre mayor y sin duda se realza. Bonito.

El otro día, un encuentro de amigos para vernos en Navidad se convirtió en algo inolvidable. A la llegada estábamos todos menos la anfitriona que, al volver del trabajo, nos saludó a todos, hijas y su chico incluido y le pidió a su amiga soprano que cantara algo. Así, a pelo y sin calentar, interpretó dos piezas magníficas que nos dejaron boquiabiertos… pero esto no era más que el principio: su chico agradeció la presencia a todos, hincó rodilla en tierra y sacó una cajita (con luz, por cierto) y pidió en matrimonio a su chica.

Evidentemente la emoción de todos fue grande, sobre todo de sus hijas adolescentes que lloraban de emoción con el «sí, pues claro» de su madre. Qué bonito. El amor no se puede detener.

Unos días antes, unos pocos antiguos alumnos del cole (lobby jesuítico) nos juntamos en un buen bar de San Blas para felicitarnos las fiestas. Fue especial recordar y ponernos al día de las andanzas de nuestros maestros y compañeros de aquellos años tan añorados, cuando jugábamos al balonmano y quedábamos en Luceros con las chicas de teresianas. Recuerdos bonitos. La amistad hay que cuidarla.

En casa hacemos algo todos los años, nosotros lo llamamos como le dicen en Rojales y en la Vega Baja, «el toñeo». Con la receta de la abuela Manuela, se hacen familiarmente los mantecados, los serenos, los murcianos y las conocidas y épicas «madelenas» y nos pasamos el día en el horno pasando de la dieta y haciendo y recordando recetas ancestrales cocinando con hijos, novias de los hijos y los que hayan venido al «toñeo» anual. Súper bonito. Luego les mando fotos a la gente para dar envidia y lo consigo 🙂 .

Destacaré, además del amor verdadero, de la amistad sincera y de la familia unida, otro momento navideño recientemente vivido: la fiesta navideña del Hogar Provincial donde los mayores, más bien nuestras madres y abuelas, nos cantaron dos villancicos entre aplausos y ojos llorosos de sus familias, hijos, nietos y demás allegados. Aquí lo bonito, lo bello me pareció especialmente la estrecha amistad y complicidad con las residentes del personal que en esa institución les atiende. Allí todo ese personal casi se peleaba por llevarlas, atenderlas y se emocionaba al verlas actuar y disfrutar del momento. Muy bonito. Un ejemplo de trabajo bien hecho.

Pero, lógicamente, no todo es bonito en Navidad. Vivimos en un mundo convulso y huérfano de líderes que nos den tan solo y aunque solo sea un pequeño atisbo de esperanza, de solución a los conflictos que nos comemos y cenamos cada día, desde los medios de comunicación, que además son bastante menos vistos y abandonados por el hartazgo de la peña que cada vez vive más a la corta y sin mirar más allá. Y descendiendo al mundo cercano, esta Navidad también he visto cómo tratan los bancos a la gente, sobre todo a los mayores, y cómo se refugian instituciones y grandes entidades en el «gran descubrimiento» de las citas previas para trabajar menos y peor; lo importante es su agenda, la de los demás les importa una mierda seca. También he comprobado cómo es completamente imposible conseguir un taxi adaptado para silla de ruedas los días de Navidad y creo que son exactamente esos días los que debería ser obligatorio y controlado dar ese servicio para que las familias se puedan reunir y celebrar juntos. Si van de servicio público para lo que les interesa, deberían serlo para todo.

En fin… de todo esto hablaremos otro lunes. Feliz año nuevo. Quédense con lo bonito. Haciendo amigos.

Pedro Picatoste

Empresario e historiador.

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