Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Lontananzas

El Movimiento Asambleario

Fuente: Elche.me

El “Movimiento Asambleario” en Elche, que se desarrolló durante la gran huelga del calzado del año 1976, fue, sin ninguna duda, la mayor movilización reivindicativa y organizada celebrada en la ciudad ilicitana durante toda la etapa de la transición hasta nuestros días.

Miles de personas desfilaban por las calles céntricas de la ciudad: Reina Victoria, puente de Canalejas, Ayuntamiento, glorieta…Era impresionante contemplar a toda una marea de gente, sobre todo jóvenes, gritando consignas reivindicativas de carácter económico y político. La mayoría prácticamente no pertenecía a organizaciones sindicales y políticas. Y eso era extraordinario, porque tal circunstancia los hacía estar más unidos y más conscientes de que solamente la unidad de acción era el camino más correcto para lograr una democracia en libertad, con derechos y deberes plenos para todos, sin excepción. Estos hombres y mujeres, de todas las edades, creían en un futuro democrático justo y limpio. Y caminaban seguros, sintiéndose libres, sin horarios, pensando que la justicia estaba de su lado, porque sus verbos eran claros, contundentes, luminosos, pacíficos. Esa gran cantidad de obreros y obreras acabó su marcha concentrándose en el interior del viejo campo de fútbol de Altabix. Allí se congregaron todas las organizaciones de izquierdas, sindicales y políticas, para negociar, en la calle, con la potente y bien asesorada “Patronal de la industria del calzado” el convenio laboral de turno. Afuera, en las inmediaciones del campo de futbol, se hallaban apostados cientos de policías antidisturbios vestidos de un gris agresivo, disparando pelotas de goma a todo aquel que se asomaba a mirar desde la grada o entraba o salía del recinto deportivo. El acoso era terrible y brutal, a pesar de haber casi quince mil trabajadores honrados en su interior debatiendo sobre los aspectos positivos o negativos del nuevo convenio zapatero; y a pesar de que las huelgas y manifestaciones ya eran “legales”.

El caso es que conforme pasaban los días, entre los dirigentes sindicales y de los partidos políticos de todas las siglas “habidas y por haber” se propagó una holgada brecha que los dividió en dos propuestas antagónicas. Una parte se pronunciaba por seguir la huelga indefinidamente hasta que la patronal cediera en sus cometidos reivindicativos en su totalidad; y la otra parte, “la oficial”, pedía que los trabajadores volvieran al trabajo como único requisito para seguir negociando. Y si no había acuerdo, se iría a un Laudo, que es lo que ocurrió: la aprobación voluntaria, bajo arbitraje, del convenio por ambas partes. El miedo a perder el trabajo fue mayoritario en la asamblea y votaron por volver al curro. Ese final ya estaba cantado subrepticiamente desde Madrid y urdido desde las sombras: los tenores y barítonos ya los conocíamos casi todos y cantaron una triste canción.

Por supuesto que antes de la “escampá” hubo toda clase de andanadas que escocían más que las balas de goma de los grises, que iban desilusionando y acojonando al personal currante para que optaran por la pasividad y la desmovilización, a la vez que criticaban a los compañeros de lucha que estaban más a la izquierda y pretendían resistir hasta el final la continuidad de la huelga. Allí se quemaron muchas ilusiones, algunos jóvenes se hicieron viejos de repente, ya que dio la impresión de querer desilusionar a la clase obrera para que comenzara a desacreditar, por una parte, a los sindicatos de “izquierdas” y a sus respectivos partidos políticos, y por otra, a los partidos llamados extraparlamentarios y “extremistas”, que optaban por una fruta que todavía no estaba madura y no supieron medir la correlación de fuerzas REALES con las que contaban. La desunión política de izquierdas estaba servida, y se prolongaría hasta la actualidad.

¿Qué ocurrió realmente? ¿Existía el temor de que aquello se extendiese como un reguero de pólvora y cundiese en el resto de los diversos territorios del país? Y lo que todavía era peor: que triunfara la unidad, sin concesiones arbitrarias y lesivas para la dignidad del trabajador, el único factor que mueve el engranaje de la historia.

No se puede engañar (aprendan la lección) con falsas esperanzas y demandas que se acaban cayendo por su propio peso específico: les faltó realidad y les sobró verborrea a los que ignoraban, que aparte de tener la razón, hay que tener también a la absoluta mayoría de los afectados, porque de otra manera los resultados pueden ser catastróficos e irreversibles, como así sucedió. La masa social obrera, quedó mal con unos por exceso, y con otros por defecto. ¿Quiénes ganaron?

He de decir que por aquellas fechas yo no militaba en ningún partido político ni sindicato, aunque sentía ya mucha curiosidad por la política que se derramaba por la ciudad como un árbol florido. Tenía mucho donde elegir dentro de la izquierda, y como muchos otros fui picoteando por sus sedes y no me convenció ninguno, y anduve como un náufrago, por casi todos. Sentía mucho interés por los problemas económicos y sociales, pensando que la buena acción política podría solucionar todos los males del mundo. Por tales motivos yo me encontraba allí, en el interior del campo de fútbol, en pleno meollo “bélico”. Asistía por libre, escuchando con atención las distintas propuestas y arengas que iban debatiendo los distintos “dirigentes” de las organizaciones políticas, donde no se daba, ni aproximadamente, una solución unitaria de criterios reivindicativos, aunque todos pretendieran defender los intereses de los trabajadores y trabajadoras del calzado. Como trabajador “independiente” —que asistía atónito a la virulencia policial del exterior, donde le vaciaron el ojo a uno de los huelguistas al asomarse a mirar las actuaciones de los grises—, quedé decepcionado, por la falta de unidad de los negociadores del convenio y su caótico final, entre broncas e insultos de grueso calibre, ante la gente, incrédula, dividida y derrotada. El engaño por un lado, promesas infantiles por el otro: la asamblea no estaba preparada para ganar, por eso perdieron sus partidarios.

Al menos nos quedó el aprendizaje y la experiencia para todos aquellos que no estuvieran por falsear la historia, ya que las consecuencias se pagan más caras que su valor real. Cuando a las personas que van en serio se las engaña sistemáticamente, una y otra vez, y solo con la finalidad de conseguir sus votos, la trampa se termina descubriendo y esa decepción da paso a la abstención o al voto contrario, como venganza. En política, todo se paga…y el voto mayoritario ha dejado de ilusionar, ya no se vota al partido político que consideran mejor, sino al menos malo. Del “Movimiento Asambleario”, la única lección, entre otras, que podemos extraer es que no se pueden forzar los acontecimientos desde minorías y desde afuera, sino por mayorías y desde dentro. Si vencer o perder depende de clanes o bandas políticas sin tener en cuenta la autocrítica en el seno de las bases y de todo el contexto social, la manipulación de asambleas para el beneficio exclusivo de una minoría acaba siendo liquidada por su propio falseamiento de la realidad material. La gente SIENTE lo que quiere y lo expresa: ese es el programa social y político a seguir. Y no se devanen los sesos, que no tiene otra lectura.

Antonio Zapata Pérez

Mi nombre es Antonio Zapata Pérez, nací en Elche, en 1952. De poesía, tengo publicados 13 libros de distinto formato y extensión, que responden a los siguientes títulos por orden de publicación: "Los verbos del mal" (1999), "Poemas de mono azul" (1999), "Rotativos de interior" (2000), "Lucernario erótico" (2006), "Cíngulo" (2007), "Haber sido sin permiso" (2009), "Recursos" (2011), "101 Rueca" (2011), "El callejón de Lubianski" (2015), "Poemas arrios Prosas arrias" (2017), " Los Maestros Paganos" (2018), "Espartaco" (2019) y "Zapaterías" (2019). También publiqué un libro de artículos periodísticos autobiográficos titulado "Lontananzas", editado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, así como una antología de poesía, elaborada por el poeta e investigador alicantino Manuel Valero Gómez, junto a otros tres poetas alicantinos, denominada: "El tiempo de los héroes". Además, he colaborado en una veintena de libros colectivos y he publicado una novela titulada "La ciudad sin mañana" (2022). Actualmente trabajo en un libro de relatos, su título es "Solo en bares".

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