Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

InmortALICIAndo

Fotografía: Ayuntamiento de Alicante.

Sí, se inauguraron las luces de Navidad. Léase con la banda sonora de fondo de los acordes de la canción de Camilo Sesto “siempre me traiciona la razón y me domina el corazón, no sé luchar contra el amor”.

Acudieron mogollón de personas, lo que siempre es genial, aunque faltaron algunas personas mayores que no pudieron acudir porque supuestamente no tenían patinete. Barcala, patinetes para la tercera edad, pero eso no es suficiente. No.

La Navidad: con su belén en la plaza de la Muntanyeta, las castañeras ya en plena acción, el Corte Inglés (no me pagan publi solo tiro de localidad) que era Galerías, en su planta tercera, dándolo todo con decoraciones navideñas que desconocía, como que el Cascanueces había estado en un pesebre; bueno, que yo supiera, porque me desborda tanta decoración de esa moderna. Los daltónicos no sé cómo lo llevarán porque el rojo y el verde campan a sus anchas por estas fechas. Lo único que acierto a descubrir es que cuanto más mayor me hago, más se hacen realidad las palabras de Sócrates: “Sólo sé que no sé nada.”

Recuerdo, hace la tira de años, cuando mi madre decidió que necesitaba un plumas, aunque antes no se llamaban plumas, sólo era: vamos que te compre algo de abrigo. Y allá que nos íbamos para abajo o por la calle Sevilla o por la calle Valencia.

La calle Sevilla tenía una preciosa tienda de juguetes, de hecho, salvo las franquicias, casi todas han desaparecido: la Rico, Dámaso, una en Padre Esplá donde mi padre le compró a mi madre una bicicleta blanca pero no recuerdo su nombre, la juguetería de mi amiga del cole Mónica Cuevas donde aún cuelga el rótulo cerca del cole San Juan de la Cruz cerrada hace mil…

O por la calle Valencia, donde se encuentra el maravilloso restaurante Valencia 11 en el que comí cuando gané el Ateneo Joven de Sevilla, allá por el año 1996, después de firmar en el libro de honor de la desaparecida Librería Compás. No he vuelto a ir, pero siempre me he quedado con las ganas de volver, sobre todo después de tantos años donde todo está cambiado: han cortado la calle a los coches y sólo puedes ir en bici, creo que un corte innecesario para las bicis y que era muy necesario para los autos que tenían un giro muy bueno y una alternativa de subir hacia las Palmeretas y aparcar. En fin, que no siempre hay que retocarlo todo. Pero bueno, que se me va el santo al cielo, estaba hablando de mi chaqueta para el frío y de Galerías Preciados, también molaban mucho Galerías Castaños y todas las tiendas textiles de la calle Calderón desaparecidas o transformadas en comercios de otra índole. El paso del tiempo es lo que pasa, nunca mejor dicho, pero que llegamos a Galerías, era de noche, yo era tan crío que no sabía si eran las ocho, las nueve o las seis, que ya hace oscuro como decía mi abuela. Había poca gente, poquísima por no decir nadie.

Fotografía: MAS.

Raro no, rarísimo, pero bueno, allá que nos ponemos a mirar, a probarnos chaquetas ante la perplejidad de que estaba desierto. Yo estaba entrado y salido en carnes y claro, no recuerdo si existía la talla XXL, mucho menos la XXXL como las del Primark, pero sí que llevaba tirantes como Rocky Torrebruno Chaparro (que en gabardina y tirantes investiga) porque los cinturones para niños de mi edad no daban de sí, cuando de pronto se nos acerca un policía y nos pregunta qué hacíamos. Mi madre le dijo que de compras. El policía le dijo que teníamos que desalojar el edificio, que había un aviso de bomba. Lo que no entiendo es cómo llegamos a esa planta. Recuerdo que siempre he vivido con esa anécdota en la cabeza y que a lo mejor era otra cosa, pero para mí sucedió tal y como la cuento.

Vamos, que si hubiéramos tenido un móvil, anda que no nos hubiéramos hecho un selfie momento Galerías prebomba. De ahí al Facebook y al Insta, al Tiktok no, que no sé bailar y ahí casi todo tiene un baile adicional.

Es que lo del momento inmortalizar ha cambiado por completo.

Y más en Navidad, por mucho anuncio de turrón de vuelta a casa y El Lobo, qué buen turrón, como los de Xixona ninguno. Hay que barrer para casa que están impresionantes. Recuerdo cuando los podía comer mucho antes de mis miles de intolerancias.

(Fuente: Viquipèdia).

Lo dicho, que antes la familia hacía como mucho una foto en casa y la adjuntaba (adjuntar es mucho decir) rollo recordatorio navideño, pero era en casa, todos apiñados y con revelado de negativo. Luego el profesional se encargaba de realizar la fotocomposición o fotodescomposición que habría de todo con el letrero de Feliz Navidad y por detrás la frase “Os deseamos que paséis unas felices fiestas y un próspero año nuevo”. Creo que todos hemos aprendido la palabra próspero precisamente con esa frase mítica.

Ahora no. Ahora están las bodas, los bautizos, las comuniones y, por supuesto, las fotos navideñas como si fuera necesario un book, que me río yo de las fotos de los actores en pose. En mis fotos de comunión salgo yo, la coral del cole y la de la Iglesia.

Ahora no.

Ahora el que menos importa es el que la toma porque sale toda la familia y en pose, y en la playa y ya con el vestido —luego al tinte, que sale lleno de arena—, pero lo de menos es el traje, entre las dos mil fotos están vestidos de todo tipo de indumentaria, que no sabes si es que el niño está tomando la comunión o es la foto de boda de los padres, o las dos cosas al mismo tiempo. Y si ya hace frío, ponme un gorrito y ya las uso para la Navidad. Hay que ser previsor y economizar.

Que digo yo, nadie apuesta por las fotos de los divorcios, que eso sería un negocio redondo que veo poco explotado. Sí están las fotos esas que cuestan más que la propia boda para que se vean en un par de minutos, y casi, por obligación los familiares o amistades a los que ya invitaste con esa portada de cuero como si fuera un tesoro más sagrado que el arca de la alianza, pues que digo yo que el divorcio también.

Que debieran contratar los fotógrafos de la boda el posible divorcio y/o en su defecto realizar la doble sesión por lo que pueda pasar. Que ahora la cosa del amor está muy mal y creo que sería un precio bueno aprovechar en un mismo pack las fotos de la boda y del divorcio al mismo tiempo.

¿A que a nadie se le había ocurrido? El desamor está cotizado al alza, sobre todo en las redes sociales, que hay cien mil grupos de encuentra a tu pareja o compártela o lo que sea. Sería un bonito momento de buen rollo, un detallazo, inmortalizar tanto el amor como el posible desamor.

Que va bien, genial; luce las fotazas como las olas del mar sacuden tu vestido de novia mientras él descalzo acude a tu encuentro a besar esa boca de amor eterno con una cara de “te como todo como si fuera un buffet libre”.

Pero ya que estamos aprovechamos y por el mismo precio, no hay que perder las ofertas, déjate del fraidei, ya simulamos ese momento: te mando el corazón partío con la foto de ella en la orilla de la playa contemplando las olas del mar rozando sus pies desnudos con cara de cordero degollado (o todo lo contrario, copa de champán celebrándolo), mientras él camina con la chaqueta colgada del hombro en dirección contraria hacia la lejanía mientras las huellas en la arena se van deshaciendo como las nubes en un día de viento.

Fotogafía: Ulrike Mai (Fuente: Pixabay).

También está la opción de “te mando a tomar por c… eres un pedadazo de c… y tú una…”, pero eso ya se negocia. Siempre desde el amor, no olvidemos que estamos en las fotos de boda y esto no es más que un plus. Aquí habría que teatralizar y no todo el mundo lo hace bien ni sabe fingir, o sí.

Esto ya se negocia por guasap los posibles y la letra pequeña, que al final lo de la letra pequeña viene a revertir en algo grande, el tamaño sí que importa, cuanto más pequeña es la letra, más grande es el compromiso. Nos volvemos a ir del tema. Centrémonos. Fotos de Navidad en noviembre, recién terminado Halloween.

Es curioso que la peña en pleno noviembre, con la llegada del turrón, los mazapanes, los polvorones y con los dulces de Halloween todavía sin retirar de las baldas, se plantee realizar esas sesiones fotográficas que cuestan casi tanto como las de una boda porque la Navidad no ha llegado, y bueno, vamos a inmortalizar ese momento que en el fondo no es el de tu hogar, no es de tu casa, no es el de una foto recién levantado, o desayunado, o por la tarde, o lo que sea, no, ni siquiera es un momento tuyo o en familia, es un momento diseñado por una persona externa a ti, profesional, lo mejor, impecable, sin duda, pero tú no eres esa persona de esa navidad y que seguramente coincidirá con otro álbum parecido porque, seamos claros, si el fotógrafo tiene un decorado con un buey, la mula, una zamarra y un gorro de lana pues, a ver, entiendo que a ese decorado hay que sacarle partido, luego ya pones tú la cara de Navidad en noviembre u octubre, incluso alguno se la hará en septiembre en manga corta, que los hay para todos los gustos y colores.

¿Que tienes un pedazo de álbum con portada de cuero envuelto en una bolsa de tela y cada foto con papel de calco de toda la vida? Pues sí.

A ver, nunca me he hecho esa clase de fotos, lo reconozco.

Primero porque no doy a cámara, segundo porque no sé posar, tercero porque nunca ha surgido la ocasión y cuarto porque bueno, no me veo vestido de esquimal al lado de un árbol de plástico y tumbado en el suelo levantando las piernas como si fuera la postura más natural del mundo. Lo dicho, destrozaría la foto y probablemente incitaría a las drogas o al suicidio al profesional de turno viéndose incapaz de sacar más que desesperación de un tronco como yo.

Lo reconozco. Tengo la elasticidad que pueda tener un Click de Famobil o un Airgamboy; los Madelman, los Big Jim y los Geyperman ya están en otro nivel de elasticidad, para mí ya compitiendo con las bailarinas de ballet clásico.

No, yo no, yo me muevo en la frecuencia y el nivel de los Click de Famobil, por lo que no me digas ponte así o ponte asá que no, que elige entre el así o el asá, no te vengas arriba, que ya te digo que mejor me sacas de motivo navideño que de ser vivo haciendo carantoñas a la cámara. Hay que saber perder y saber en qué rango se mueve cada cual.

Fuente: elmundoclick.com

Hay quien nace guapo y sale bien en cámara y sabe posar; y estamos los demás que de mil selfies siempre gusta ese que dicen qué bien sales en esta foto, que es de perfil, de lejos y pasando una camioneta de Correos justo delante de ti.

Pero bueno que a mí, a pesar de todo, me parece genial. Si total vas por la calle y la gente se detiene a poner morritos y sacarse, sin ápice de vergüenza, un selfie; pues entiendo que para esas ocasiones especiales contrates a un profesional que te saque una foto que dé más de sí que la distancia entre tu brazo y tu cara.

Lo tienes para el bautizo, para la comunión, para la boda, siempre para la primera que parece que es la que vale la pena pagar pasta gansa a nivel profesional, pero ya está. Pues vale, pero que no las hagas en verano, ni cuando llega la Pascua, que son fotos de Cascanueces, ese muñeco que va tomando forma y personalidad en el nacimiento de los tiempos modernos.

Recuerdo en casa de mi tía Loli que mi tío Joaquín ponía el belén con papel de aluminio y decoraba el cielo con estrellas recortadas a mano y disponía de todas las figuras de las de toda la vida a nivel manual. Incluso hacía montañas con cartón y las forraba y pintaba y hasta un río por el que discurría agua (más papel de aluminio). Era impresionante. Y tú llegabas siendo un crío y flipabas.

Y se hacía en el puente de la Purísima aprovechando el festivo. Y aquí ando hablando de la Navidad cuando estamos a más de un mes para que llegue. Bueno el mundo ha cambiado y prima la velocidad.

Las luces de Navidad se encendieron el viernes, a más de un mes vista, lo dicho, el turrón conjuga en las tiendas con los restos de Halloween y uno aún corrigiendo exámenes porque en un mes llegan las notas del primer trimestre, esas que según la nueva ley no puedes numerar y tan solo verborrear (don Ramón no existe la palabra pero yo me la invento) en plan: se han alcanzado las competencias o no, pero bueno, no hay que ser muy listo para saber si su propio hijo o hija va bien o mal o regular.

A fin de cuentas la vida se inmortaliza cada día, cada segundo, cada instante, que la marca Polaroid con sus fotos instantáneas se combinan genial con las del antiguo carrete a revelar y que las fotos del móvil se quedan a miles en dispositivos que cuando caduquen, se estropeen o sean imposibles de actualizar nadie verá nunca; ni nosotros mismos.

Que en el fondo, como los libros, lo que no está publicado o impreso se pierde en una nube para un cielo personal que nadie heredará jamás.

Llegará la Navidad, pero nosotros llegaremos antes porque vivimos en el mundo de Alicia y todos somos una especie de conejo blanco que parece que siempre va a llegar tarde y debemos de adelantarnos al presente creyendo que el futuro estará más cerca si corremos hacia él; pero bueno, llegará y la estaremos esperando con un selfie, o no, o con una sesión de estudio.

No es una crítica, me parece genial que la gente contrate a profesionales para realizar momentos inolvidables.

Tan solo uno es viejo y le chocan esas costumbres que antaño se hacían en casa, con una cámara, con un carrete y sin saber qué saldría de toda esa composición.

Rock and roll.

En fin que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

2 Comments

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  • Amigo Bruno: verborrea todo lo que quieras pues lo haces tan bien que es una delicia leerte. Eres un creador nato y yo lo atribuyo a una conexión directa con la suprema inteligencia creadora. Un abrazo.

    • Como siempre tus palabras me dan motivación para seguir creando y verborreando. Muchas gracias siempre y de corazón por tus comentarios.