Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Lágrimas de ofendidos y humillados

Imagen de la Plaza del Ayuntamiento de Alicante durante la manifestación contra la Amnistía (Fotografía de Redacción).

“Hoy es el día mas triste de toda mi vida profesional. Jamás pensé que se asumiría el concepto del lawfare por un partido socialista europeo. Con ese concepto se depuraron a muchos jueces en Venezuela, hoy en su casa, en la cárcel o en el exilio. Escribo este post, y no me importa decirlo, con lágrimas en los ojos”. Traigo el testimonio de un juez recogido en un artículo firmado por Luisja Sánchez, periodista jurídico, aparecido en la revista digital Economist &Jurist, sobre la reacción de las cuatro asociaciones de jueces españolas unidas para rechazar el lawfare.

Encabezo este articulo con este lacerante y sincero testimonio porque a mí también se me saltaron las lágrimas cuando leí el “pacto de la vergüenza” firmado por el esclavo de un prófugo de la justicia y un empleado del presidente en funciones de España. Horas después se produjo la avalancha de críticas desde los cuatro puntos cardinales de España contra ese acuerdo. Jueces, fiscales, colegios de abogados, asociaciones de todo tipo, empresarios, ciudadanos de a pie con el DNI en la boca, de izquierdas, de derechas, monárquicos y republicanos (comprobé por mí mismo que había banderas republicanas entre los manifestantes ante la sede del PSOE en Ferraz).

Curiosamente, el 22 de febrero de 1936, Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, y Manuel Azaña, presidente del Consejo de Ministros, firmaban un decreto ley en el BOE destinado a conceder la amnistía a penados y encausados por delitos políticos y sociales. La diferencia entre ese decreto y el “pacto de la vergüenza” es que la decisión del presidente del Consejo de Ministros era legal en un momento en el que España, como en el 78, se abrazaba, ingenuamente, a la esperanza de un nuevo régimen, mientras los cuatro folios firmados en Waterloo por el funcionario de quien mecía la cuna y el empleado de Sánchez eran el acta de rendición incondicional y vejatoria de uno de los estados más viejos de Europa y sin cuyo papel en la historia el mundo sería diferente.

Lágrimas. Rendición incondicional. “Humillados y ofendidos”. Cuando uno ve por televisión la Puerta del Sol de Madrid, corazón de España, sin espacio para un alfiler, y a decenas de miles de españoles vociferantes, centenares de miles, protestando en todas las capitales del país, solo cabe llegar a la conclusión de que no estamos ante un problema de partidos, como quiere hacer ver el PSOE, sino de democracia. Y de emociones compartidas por un pueblo que, en esta ocasión, en el día de ayer, unido y sin fisuras, no se equivoca.

No puede equivocarse.

Solo un pueblo sabio y responsable es capaz de hacer lo que hicieron los españoles ayer. Lo había dicho un socialista, mi admirado viejo profesor Tierno Galván. El pueblo español, heredero de los días gloriosos de 1978, sabio como el que más (menos cuando se cabrea, que entonces puede ser muy peligroso), no quiere rendirse ante quienes desean inventar un régimen nuevo basado en la autocracia, la instrumentalización de los jueces, la partición del país y la revisión de la historia para acoplarla al criterio de mafiosos indocumentados. ¡Naturalmente que hay ciudadanos que defienden el regreso al progresismo desnortado y nihilista! Son los estómagos agradecidos que nunca fallan. Una guardia pretoriana, inculta y reaccionaria, cuyo mérito reside en su capacidad de adulación al jefe. Sin remilgos: los estómagos agradecidos de siempre.

Enrique Tierno Galván en imagen de 1979. Fotografía de Pedro M. Martínez Corada (Fuente: Wikimedia).

Me pregunto, nos preguntamos (yo porto también mi bandera), cómo puede existir un país con una democracia ejemplar, potencia cultural y económica en el mundo, que soporte la vergüenza de tener un presidente como Pedro Sánchez. Y me pregunto cómo puede existir un presidente como Pedro Sánchez capaz de traicionar los principios más elementales de un Estado de Derecho. De qué está hecho este hombre, que está desnaturalizando hasta a su partido.

Insisto. Qué ha inducido a Sánchez a ser un traidor.

He intentado, en vano, repasar las democracias de otros países próximos por si había algún caso similar. ¿Erdogán en Turquía? ¿Putin en Rusia? ¿Maduro en Venezuela? Como ellos, Sánchez desea instaurar, bajo la apariencia de “progresista”, un régimen caudillista cuyo único objetivo es permanecer en el poder el tiempo necesario para darle la vuelta al calcetín del sistema del 78 e instaurar la III República coronándose él como presidente.

Lo decía hace dos semanas en estas mismas páginas: “El espíritu de Franco con pantalones de pitillo”. Era el título del artículo. Sánchez, en su locura faraónica, dando palos de ciego desde la ciénaga del poder, desea emular la heroicidad de Adolfo Suárez: desmontar, desde dentro de las instituciones franquistas, el régimen de Franco, pero al revés. Sánchez desea desmontar, desde dentro de las instituciones democráticas, a la propia democracia surgida de la Constitución del 78. Esto es, desea acabar con ese régimen, que dio a España los cuarenta años de más prosperidad de su historia. Borracho, el narcisista avanza creyendo que es un iluminado, un elegido por los dioses para transformar la nomenclatura, política y territorial de España, y ejercer de icono universal de “progresismo”. En qué consiste su progresismo. Nadie lo sabe. Y si hay algún curioso escéptico, que se lo pregunte a Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, la que dijo que los ricos se largarán en cohete para llegar a la Luna y puso de ejemplo a Espartaco como el referente histórico para llegar “desde él a las estrellas”. Eso es el progresismo de Sánchez. Dicho de otra manera: el progresismo es él.

No se le puede haber ocurrido tanta aberración de la noche a la mañana. Seguro que hay una noche oscura, un punto de inflexión que obligaría al Sánchez de hace cuatro años a ser el Sánchez de ahora. ¿El desarrollo de su paranoia? Podría ser que el poder alimenta sin cesar al monstruo.

Personalmente, me inclino a pensar que hubo un instante provocado por el mismísimo Satanás camuflado de Maquiavelo. Un momento dramático en la vida del presidente que le hizo reinventarse a sí mismo. Hurgando, cavando en el tiempo he llegado a la conclusión (perdón por si me equivoco) que esos segundos mefistofélicos tienen que ver con su inesperado giro sobre la posición política de España en el Sahara; con el chantaje de Hassan, con las llamadas telefónicas controladas por el sistema de espionaje Pegasus, por el avión venezolano que aterriza en Palma de Mallorca con la ministra venezolana de Asuntos Exteriores a bordo, con la desaparición de Ábalos (solo ahora se le ha visto muy de pasada en la tele), y, sobre todo, con los negocios turbios que podría haber manoseado su mujer, Begoña Gómez. ¿Algún lector la ha visto en los últimos cuatro años? ¿Y si lo de Pegasus dejara de ser asunto reservado? ¿Y si los catalanes vuelven a incordiar con el espionaje telefónico a sus altos cargos? Solo un cambio de gobierno puede esclarecer esas nubes chantajistas que colapsaron durante unos días, quizá semanas, la supervivencia del sanchismo.

Pedro Sánchez y Begoña Gómez ante el 10 de Downing Street para visitar a Boris Johnson en 2019. Fotografía de Presidencia del Gobierno de España (Fuente: Wikimedia).

Con las elecciones del 23J se perdió la gran oportunidad de descender a esas verdaderas cloacas gubernamentales. El PP, con Feijoo al frente, pagó muy caro sus errores de exceso de confianza, de torpe campaña electoral y de infravalorar la habilidad ratonera de Pedro Sánchez. Sin mayoría absoluta, el presidente en funciones desplegó todas sus opciones, incluidas las más escandalosas, para repetir como presidente, sin importarle el precio, mintiendo a españoles y resto de europeos, saltándose los más elementales principios de la ética política y reafirmándose como el mayor teórico de la corrupción por el poder. Es tan grave lo que ha acontecido en España que solo caben esas dos cuestiones: ¿Cómo es posible que haya un presidente capaz de situar a su país al borde del abismo de la guerra civil? ¿Cómo es posible que la clase política, de derechas y de izquierdas, no haya advertido la locura de un hombre que logra alcanzar la presidencia para inocular la corrupción en la conciencia del poder?

Me niego, por el orgullo y la dignidad que me confiere la condición de español y periodista libre, a reproducir ni una palabra del “pacto de la vergüenza”, de esa rendición total, semejante a la que, en 1942, tuvo lugar en un vagón de tren que Hitler obligó a rescatar de la derrota de Alemania en 1918. La escena en la que el ministro de defensa francés firma ante Hitler la rendición de Francia. Las imágenes del documental son escalofriantes: la mirada de humillación del führer al general francés, firmando ante el nazi, medio encorvado; Hitler se levanta, da la espalda al ministro galo, sacude los guantes: ya está, lo humillé, parece rumiar. Ése era, y es, el último deseo de Puigdemont cuando su esclavo firmó con el de Sánchez el “pacto de la vergüenza”: humillar a España. Pero Hitler desconocía, entonces, que el humillado por la historia sería él. También Pedro Sánchez parece desconocer que la guerra está por empezar (ojalá no empiece nunca) y que será el pueblo español quien lo humille, por traidor, ante la historia. Con la palabra y con el corazón.

Por ello escribo estas páginas con la emoción del perdedor que llora y, a la vez, con el orgullo de aquellos soldados de Bale, Filipinas, 1898, que no sabían por qué la muchedumbre de Manila les aplaudía, si habían perdido la guerra. Les aplaudían porque habían resistido meses de lucha, después, ciertamente, de perder la guerra, y siguieron luchando hasta que sus mandos les confirmaron que la contienda había acabado. La resistencia sigue. España no es de la clase política. España es del pueblo. Y el pueblo resiste, luchando por sus libertades, hasta que su conciencia le dicte que se detenga.

Manuel Mira Candel

Periodista en medios nacionales e internacionales; presidente de la Asociación de la Prensa de Alicante; Premio Azorín de Novela en 2004 con "El secreto de Orcelis" y autor, desde entonces, de más de doce libros, entre ellos las también novelas: “Ella era Islandia”, “Madre Tierra”, “El Apeadero”, “El Olivo que no ardió en Salónica”, “Esperando a Sarah Miles en la playa de Inch”, “Las zapatillas vietnamitas” y "Giordano y la Reina".

3 Comments

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  • Enhorabuena… (la ‘gallina marroquí ‘ que chantajea ‘cantará’, sin remedio para Sánchez, cuando le interese ganarse a un Gobierno diferente)… Porque, ciertamente, si buscamos el origen de los desvaríos en las mentiras del socialista Pedro Sánchez, me he preguntado como tú, muchas veces, qué desesperado debe sentirse un individuo (cambio de postura presidencialista de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, en una decisión personal y autócrata sin dar argumentos ni al Consejo de Ministros ni a su propio Gobierno, al entregar la independencia del Sáhara, de la noche a la mañana, a Marruecos…, y mintiéndonos una y otra vezbantes de las elecciones para hacer luego lo contrario…), qué chantajes sufre y desesperación le abruma por las escuchas de su teléfono en el ‘caso Pegasus’ para que se haya lanzado ‘a tumba abierta ‘, desoyendo opiniones y argumentos contrarios a sus propósitos manifestados por los jueces, magistrados, fiscales, todas y todos…, Y SIN EMBARGO SE AGARRE AL CLAVO ARDIENTE DE CONTINUAR CUATRO AÑOS MÁS COMO PRESIDENTE DEL GOBIERNO (A CUALQUIER PRECIO…) PORQUE SI ‘canta la gallina marroquí ‘ (y LO HARÁ TARDE O TEMPRANO CUANDO Hassan quiera ganarse a un Gobierno y presidente diferente a Sánchez), todo lo que tal sea desvelado puede ser de muy muy graves consecuencias personales para el ciudadano Pedro Sánchez… De otro modo, a mi cerebro le resulta imposible entender tantas mentiras y acciones en la desesperación por mantenerse otros cuatro años con acciones políticas repudiadas por históricos del PSOE como el expresidente Felipe González, Alfonso Guerra (vicepresidente del Gobierno con el PSOE), ministros del PSOE como CORCUERA (de Interior y Seguridad Ciudadana)… El tiempo, aliado, es juez inapelable…
    A esperar toca… Vale (cervantino)

    • Manolo. ¡Chapeau! No se pueden decir más verdades ni mejor plasmadas. Soberbio. «Será el pueblo español quien lo humille por traidor». Lo has clavado. Así será su final. Un fuerte abrazo.