Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

¿Es Sánchez un cerdo llamado Napoleón?

¿Se equivocan los que creen que la novela ‘Rebelión en la granja’ es un anticipo de la nueva y despedazada España que está al caer?

¿Se han dado cuenta de que la cara (dura) de Pedro Sánchez ya no es lo que era; que sonríe poco y que siempre que lo hace no puede ocultar un trasfondo de profunda tristeza, como de no poder disimular que la procesión va por dentro, sobre todo cuando anuncia que la amnistía es algo que no quería, como bien alto y claro dijo antes del 23J, y que si la defiende ahora es muy a su pesar y sólo sacrificándose por el interés de España? Ni le gusta la amnistía; ni le atrae Puigdemont, al que prometió traer a España para juzgarlo; ni le apetecía reunirse con él, ni con los bilduetarras, ni con su tocayo Pedro —perdón, Pere— Aragonés. Todo lo hace por el bien de todos los españoles. Y los que creen que es por interés propio, por volver a ser presidente de un gobierno, le insultan, le hieren en lo más profundo. Aprieta las mandíbulas de rabia por los que dudan de él. ¡Está triste, casi deprimido, por tener que seguir en la Moncloa!

Un amigo mío, antiguo militante comunista y votante socialista en varias de las últimas elecciones, me decía, hace un par de días, que lo que está pasando en España en estos últimos tiempos se parece a lo que satirizaba George Orwell en su famosa novela Rebelión en la granja. Mi amigo está muy depresivo por la deriva del PSOE tras caer en manos del sanchismo marxista, al que acusa de haber acabado con la socialdemocracia de los grandes éxitos con Felipe González y Alfonso Guerra. Me recordó el relato en el que los animales de la granja orwelliana echaron al dueño de la misma, al señor Jones, para fundar una especie de república dirigida por el colectivo de los cerdos, con el cabecilla de ellos, llamado Napoleón, al frente. Napoleón y sus cerdos más allegados hicieron una especie de Constitución materializada en lo que denominaron los ‘Siete Mandamientos’. Eran éstos:

  • 1.- Todo lo que camina sobre los dos pies es un enemigo.
  • 2.- Todo lo que camina sobre cuatro patas, nade o tenga alas, es un amigo.
  • 3.- Ningún animal llevará ropa.
  • 4.- Ningún animal dormirá en una cama.
  • 5.- Ningún animal beberá alcohol
  • 6.- Ningún animal matará a otro animal.
  • 7.- Todos los animales son iguales.

Los cerdos se erigen como líderes por su inteligencia. Los demás animales se mantienen bajo la dictadura de Napoleón amenazados por los perros de éste. Poco a poco los cerdos adoptan los defectos del hombre. Sobrevienen algunos cambios en los

‘Siete Mandamientos’ para legitimar las acciones de Napoleón y sus cerdos. Los cerdos redujeron los ‘Siete Mandamientos’ a tres:

  • 1.- Ningún animal dormirá en una cama con sábanas (antes, nada de cama).
  • 2.- Ningún animal beberá alcohol en exceso (antes, nada de nada de alcohol).
  • 3.- Ningún animal matará a otro sin motivo (antes, nunca se podía matar).

“Sucesivamente —copio textualmente de Wikipedia— desaparecen los demás mandamientos por orden de Napoleón con la complicidad de los demás cerdos; utilizan las ropas de los hombres y se ponen a andar sobre las dos patas traseras”.

Fotograma de la adaptación al cine de animación de «Rebelión en la granja» (Fuente: Filmin).

Algunos lectores acaso puedan deducir, como mi amigo el comunista devenido en socialista (y ahora en depresión política) que podrían trasvasarse las sátiras contra la Unión Soviética de Stalin (Napoleón) y sus dirigentes comunistas a la situación a la que está llegando España, con el Gobierno en funciones y el que está fraguándose en estos momentos con la amnistía anticonstitucional y otros chantajes con los que traga Pedro Sánchez, que sería ese Napoleón. Parece como si Sánchez fuera el cerdo jefe, el Napoleón que, rodeado de sus cerdos más ‘inteligentes’, se ‘convierten’ a las actuaciones de humanos (que antes criticaban) para consumar su dictadura. Simula Sánchez combatir una dictadura de Franco inexistente para imponer una fallida dictadura de Stalin que ya fracasó con el Frente Popular en los tres últimos años de la Segunda República (1936-1939).

Yo estoy de acuerdo con mi amigo en casi todo, incluso en llamar cerdo a Sánchez, pero sólo metafóricamente no vaya a ser que me lleven ante los fiscales de Pedro Sánchez, no ante los jueces, pues aquí y ahora son aquellos fiscales los que están a las órdenes de Napoleón, perdón, de Pedro Sánchez, por no hablar de la mayoría de los magistrados del Constitucional.

¿Saben cómo termina la novela? Pues de la misma manera que está empezando la investidura de Pedro Sánchez. La dictadura del gran cerdo Napoleón y sus fieles cerdos se consagra de modo absoluto y absolutista cuando los demás animales se enteran por el burro Benjamín, uno de los pocos que saben leer, de que el único mandamiento en vigor es parecido al séptimo de siempre, pero redactado así:

“Todos lo animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

Este final de la novela es como el principio del fin de nuestra democracia. Y el fin del PSOE, una formación que llevaba en sus entrañas la defensa de la igualdad y ahora, con Sánchez, secretario general, denigra al partido de Pablo Iglesias al consagrar la desigualdad entre los españoles, entre las distintas regiones y autonomías. Mi amigo dice, ante el sometimiento de Sánchez a Otegui (Bildu), Junqueras (ERC) y Puigdemont (Junts), los tres miserables enemigos de España, que le da vergüenza ser español.

Mi amigo y yo proponemos que, a las puertas de los palacios de las Cortes y de la Moncloa se coloquen carteles colosales con esta inscripción en caracteres enormes:

“Todos los españoles somos iguales, pero algunos españoles somos más iguales que otros”.

Las dos mujeres que más me han decepcionado del Gobierno Frankestein son las ministras Margarita Robles y Nadia Calviño, ambas con un gran historial profesional, pero incapaces de hacer que Pedro Sánchez fuera fiel a la esencia del PSOE socialdemócrata y defensor de la igualdad entre los españoles. De las demás ‘miembras’ del Consejo de ministros y ministras (como le gusta decir al inclusivo Pedro Sánchez) esperaba lo justo, con excepción de las podemitas Irene Montero y Ione Belarra de las que no esperaba nada más que unas burradas menores de las protagonizadas.

Margarita Robles y Nadia Calviño (Fuente: Pool Moncloa).

Seguimos teniendo, cuando escribo este artículo, un presidente en funciones cómplice de los partidos enemigos de España, que da todo lo que le piden y sin recibir nada a cambio; obtener, al menos por escrito, como lo consiguen ERC y Junts de él, que pidan perdón por el 1O y la promesa de no volver a repetirlo. La ley de amnistía, según denuncia la Asociación Profesional de la Magistratura (APM),

“pretende situarnos en el principio del fin de nuestra democracia y romper las reglas de la Constitución de 1978 y volar por los aires el Estado de Derecho… Pone en cuestión la labor de los jueces españoles, que aplicaron la ley, deslegitima el Estado de Derecho y al Poder Legislativo que promulgó esas leyes. Y lanza el ‘mensaje falaz’ de que el legislador tipifica penalmente y los tribunales condenan en España por delitos políticos”.

Ojo a este párrafo final de la APM:

“Nuestro más firme rechazo a una futura ley de amnistía que tiene un claro objetivo —más allá de la oportunidad de tener los votos necesarios para una investidura— anular el poder judicial, el último dique de contención frente a los abusos de poder, la arbitrariedad y la desigualdad ante la ley, para proteger a unos pocos, la clase política”.

Ante tanta felonía, cabe peguntarse si los autores y refrendadores del proyecto de ley de amnistía no deberían ser denunciados ante el Tribunal Supremo y ante el Tribunal Europeo de Garantías. Del Tribunal Constitucional mejor es no hablar.

Punto y final: todos los españoles de buena voluntad tendríamos que concentrarnos, con banderas de España, todos los sábados ante la Moncloa y con pancartas que griten: “Sánchez, vete ya”. Y no rendirnos hasta que dimita. No debemos, por dignidad nuestra, de nuestros padres, de nuestros hijos y de nuestros nietos, quedarnos quietos. Eso sería de cobardes. ¡Que asuman este reto todos los colectivos que creen en España y en la igualdad de los españoles; todos sin excepción alguna! Todos a la Moncloa, pacíficamente, para expulsar al okupa Napoleón.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

9 Comments

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  • Cobardía me resulta insignificante complicidad, maestro Don Ramón Gómez Carrión, de quienes con su ceguera o peor todavía por intereses mezquinos, sospecho que en el país del Lazarillo buscan un ‘carguico’ o una nómina pública o una subvención o ayuda pública a costa de nuestro trabajo e impuestos, éstos y éstas sostienen con su voto hipotecado a un Pinocho, sin escrúpulos y dictador Napoleón, a quien le quedan horas como presidente del actual gobierno en funciones…
    Reitero: yo quiero votar ,-artículo 2 de la vigente Constitución Española-, un referéndum nacional sobre las pretendiones independentistas de los apesebrados Puigdemonios y demás atlateres de la familia andorrana… y los cobardes peneuvistas miserables e insolidarios con otras regiones españolas…
    Exijo mi derecho a votar el próximo enero… por una ‘mayoría absoluta’ estable y comprometida con el bienestar y la igualdad de todos y todas iguales sin discriminación…
    Quienes prefieran mirar para otro lado, incluido el puerto…, que en su libertad respetada aquí se miren al espejo de su hipocresía y carente credibilidad demostrada hasta ahora en este asunto de amnistía espuria «posiblemente», por silenciada opinión (ajena a comprometidas autocríticas hacia los ‘mandamases’ dictadorzuelos ‘franquistas’ del PSOE con quienes discrepan Felipe González y Alfonso Guerra entre otros..) y de quien espero, estoy seguro, leer el próximo lunes su opinión por fin en libertad y al menos a ‘toro pasado’…
    A votar y yo a botarlos ya… Vale (cervantino)

    • Llevas razón en todo. Son tan cobardes que no tienen valor para hacer un referéndum, ellos que presumen de mayoría social. Abracadabrante. Un abrazo.

    • El Senado no sirve para nada; es una institución semejante a la del Defensor del Pueblo. No tienen poder ejecutivo, sólo consultivo; al final decide exclusivamente el Parlamento. Los senadores pueden retrasar un tiempo las leyes, pero nada más. Lo mejor sería eliminarlo; es un gasto absurdo para los españoles que hemos de pagar a unos inútiles. Políticos que viven como reyes sin hacer nada por el país. Nada. Un fallo garrafal de nuestra democracia. Un saludo cordial, Jesús.

  • Estimado Ramón, si que son preocupantes las acrobacias constitucionales que está haciendo Sánchez para poder renovar presidencia a toda costa; y sus sumisos acólitos, que tiemblan ante la mirada de su jefe de filas tan timoratos ante la voz de este su líder como, según cuentan, estaba el consejo de ministros de Franco ante la presencia del dictador.
    Un cordial saludo

    • Admirado Juan Antonio: ¿Cómo te atreves a comparar a Sánchez con Franco? Te puede caer encima la Ley de Memoria Democrática elaborada con el concurso de Otegi, el antiguo etarra convertido por Zapatero y su discípulo aventajado Pedro I el Mentiroso en ‘hombre de paz’. Un cordial saludo.

  • Magnífico artículo querido amigo Ramón.
    Me duele en el alma
    Lo que Pinocho/ Sánchez está haciendo con España

    • Estimadísima Pilar: Me gustaría escribir de otros asuntos, pero nuestro garbanzo negro, este desgraciado Pinocho nuestro, me lo impide. Escribe tú de cosas más elevadas como solías hacer. Un abrazo.

  • Muy acertado el comentario de Gómez Carrión, querido amigo, con el que pude hablar en Elche el pasado miércoles 15 de noviembre en una comida de compañeros del diario La Verdad en los años 70.