Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Vivir en un caparazón: la expresión de los sentimientos

Fotografía de Pikisuperstar (Fuente: Freepik).

¿Habéis sentido alguna vez la necesidad de expresar vuestros sentimientos y no lo habéis conseguido? En muchas ocasiones, los humanos frenamos la exteriorización de nuestro estado de ánimo, sea positivo o negativo, por la recepción que en nuestro entorno puedan tener. Así, tememos abrir un punto débil en el caparazón de nuestro cuerpo por miedo a que conozcan nuestras palpitaciones, nuestros éxitos o nuestros problemas. En otros casos, si hemos tenido malas experiencias, pensamos que sincerarnos puede provocar la aplicación de juicios y de valoraciones, con mejores o peores intenciones, que nos obligue a encerrarnos de nuevo sin la exteriorización de nuestras palpitaciones.

Tal vez, como en otros artículos de esta sección #sinrecortes, parto de mi propia experiencia en la materia. Quienes hemos intentado controlar siempre nuestros sentimientos en público acabamos construyendo una imagen que no transmite en realidad nuestras pulsiones y que acaba diseñando un modo de actuar distinto al que representaría dejarnos llevar por nuestras emociones. En mi caso, fue a través de la literatura, primero como lector, luego como escritor, cuando aprendí que hay que conseguir la permeabilidad suficiente para que el yo auténtico salga hacia el exterior, sin miedos y sin tapujos, sin prevenciones ni modulaciones que frenen su plasmación en el entorno. Algunas lecturas me dieron la clave para perfilar este objetivo; recuerdo, por ejemplo, una de las frases que subrallé del autor japonés Haruki Murakami, Kafka en la orilla (2006): “La gente más dura por fuera es siempre la que más sufre”. No sé si capté en su momento el valor de estas palabras, pero sí que entendí que no por tener más coraza externa se es más feliz. La creación literaria nace a partir de pulsiones interiores de sus autores que, sin tener necesariamente una voluntad autobiográfica, intentan reflexionar sobre el presente de su escritura y su entorno. Quienes apreciamos la escritura de ficción pretendemos plasmar nuestras reflexiones a través de unos personajes de ficción que se convierten en la puerta abierta de nuestro mundo interior.

Mis cuatro primeras novelas salieron de mi mente a partir de los 30 años: Veu de dona (2001), Marta dibuixa ponts (2003), Els silencis de Maria (2008), Sara, la dona sense atributs (2013). Todas tenían en común que sus protagonistas eran mujeres de diversas generaciones que, desde un punto de vista íntimo, con la voluntad de reconstruir sus psicologías, abordaban aspectos personales de su generación e intentaban sobrevivir frente a sus problemas. En un sinfín de ocasiones me han preguntado el porqué de esta voluntad de centrarlas en un punto de vista de género distinto al mío. Tal vez yo no era consciente de la voluntad de esconder mis propias reflexiones en unos personajes que distaban enormemente de mí. Tal vez eran mi coraza para huir de la posible identificación de los lectores con mi propia identidad. Sí, es cierto, me pesaba el recuerdo de la famosa respuesta del escritor francés Gustave Flaubert cuando le preguntaron sobre la verdadera identidad en la vida real de la protagonista de Madame Bovary (1856): “Madame Bovary, c’est moi”. La historia de la literatura no ha conseguido confirmar si estamos frente a una leyenda sobre el autor o si en realidad fue pronunciada por él mismo, pero en mi caso sirvió, como investigador de la literatura en un primer plano, y como escritor en un segundo, para entender la fuerza de los personajes de las buenas novelas que en definitiva sirven a sus autores para encauzar el mundo de ficción que sale de su interior. Y, cómo no, esta frase sirvió para romper definitivamente mi caparazón. En mis novelas posteriores, huí de la realidad, a través de la ficción, con protagonistas masculinos que escondían también mis palpitaciones, aunque huyendo de la proyección autobiográfica: La clau que obria tots els panys (2016), El retorn dels llops marins (2016), La vida dins dels ulls (2018), Gerber i Madhubala (2019).

Un artículo de opinión como el que ahora redacto es tal vez el formato más claro para evidenciar la fuerza de mi yo. Reivindico, pues, el acto de comunicar mi interior, sin recortes ni tapujos. Evidenciando que no ser sincero con uno mismo viene forzado por el miedo al rechazo o al juicio, a mostrar posibles puntos de vulnerabilidad. Las normas sociales y culturales desalientan la sinceridad, mostramos una imagen que no es real, intentamos acomodarnos donde mandan las mayorías y protegemos innecesariamente nuestra intimidad. Defendamos la honestidad, aunque nos pesen experiencias pasadas, porque si intentamos entre todos y todas construir un mundo mejor, evitaremos malentendidos y posibles conflictos actuando de buena fe y ayudando a nuestro entorno a fomentar la complicidad frente a los problemas que el reto de vivir nos produce. Rompamos, pues, los caparazones y mostrémonos como somos. Comuniquemos con sinceridad y valentía, sin intentos de manipulación y de medias verdades. Aprovechemos los medios donde podamos para alzar nuestra voz y compartirla. No dejemos de entender que incluso los textos de ficción, que nacieron para evadirnos en nuestro tiempo libre, son proyecciones de escritores que, en su momento, tuvieron la necesidad de expresarse libremente. Escuchemos sus voces, vale la pena.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

Comentar

Click here to post a comment