Carusso pone el acento en la importancia que Lucentum, el antiguo asentamiento sito en la Albufereta, tiene en la idiosincrasia de la ciudad de Alicante. A través de fotografías antiguas y contemporáneas, reivindica un emplazamiento acorde con su relevante pasado.
Allá por el año de gracia de MDCCLXXX (1780), Antonio Valcárcel Pío de Saboya y Moura, más conocido entre nosotros como el Conde de Lumiares, considerado el primer arqueólogo valenciano (Alicante 1748 – Aranjuez 1808), publicaba -en la imprenta de Joseph y Tomás de Orga- «Lucentum oy. La ciudad de Alicante en el Reyno de Valencia».
Esta era la descripción que de la primitiva Alicante hacía don Antonio en las postrimerías del siglo XVIII:
«A media legua de la ciudad de Alicante, antes de entrar en la ensenada de su Huerta por la parte del Levante del Puerto, se halla a la orilla del Mar una rinconada descubierta mirando al Leveche, que cómodamente sirvió antiguamente de Puerto. A poca distancia hay una laguna de agua dulce de las que con vocablo Arabe llaman los valencianos Albufera: confina esta por un lado con la montaña de San Julián, y por el otro con un montecillo de bellísima situación, y deliciosa vista, en el que se han hallado y se registran las antiguas ruinas de Lucentum. Este montecillo es llamado el Tusal de Manises».
Este grabado, cuyo autor es Javier Mérida, que se conserva en el Marq, ilustra perfectamente lo que el Conde de Lumiares describía.
Con el paso de los años y los siglos, la actual Alicante -reconociendo su histórico pasado-, le dedicó una calle a Lucentum. Se ubicó esta vía en la zona alta de la Villavieja, cerca del torreón de San Sebastián que abrochaba las murallas de la ciudad por el norte, lindando con el barrio extramuros del Raval Roig.
Esta era la calle Lucentum en 1915, también conocida popularmente como calle de la Font. Mucha animación por parte del vecindario que acudía a llenar sus recipientes de la fuente con que se había dotado a este vial.
En 1924, cuando la arqueóloga sueca Solveig Nordström contaba apenas un año de edad, fue tomada esta foto de la calle Lucentum. La señora Nordström fue la persona que, a finales de los 50, cuando comenzó la vorágine urbanística del desarrollismo en la costa, impidió -tumbándose en el suelo ante las excavadoras- que la antigua Lucentum fuera, literalmente, destruida….pero esa es otra historia.
Vale la pena observar en la foto las ventanas de la izquierda, por donde el hombre y la niña descienden las escalinatas: es lo único que queda actualmente de la calle con la que esta ciudad pretende honrar la historia y memoria de sus orígenes.
Las fotos, como el algodón, no engañan. Las escalinatas prácticamente han desaparecido (sólo hay que comparar las imagenes en blanco y negro y las actuales). Una fea barandilla separa lo que queda (medio derruido) de un espacio habilitado como aparcamiento para carruajes a motor que ha invadido parte de lo que era la antigua calle. Porque a lo que queda hoy no se le puede llamar calle, aunque así lo diga el cartel.
Está claro, clarísimo, que hoy día «no hay ni calle ni ná».
Ninguna corporación anterior se ha preocupado lo más mínimo del tema. Pero hora sería de que el ayuntamiento tomara cartas en el asunto y le dedicara a Lucentum, a la propia historia de Alicante, un lugar en el sol. Un reflejo de nuestra memoria histórica en un lugar céntrico y visitable. Seguro que puede haber muchas alternativas. Disculpénme, pero yo me atrevo a proponer una: la denominada actualmente plaza de la Estrella, a la que se da ese nombre por la escultura de Sempere que se ubica en el centro, pero que también ha ocupado otros lugares de la ciudad como el Portal de Elche en los años 70. Vamos, que la ubicación de la escultura puede ser coyuntural (y puede seguir donde está), pero Lucentum es para siempre. Y va siendo hora de desfacer un entuerto como el que supone nombrar al ruinoso espacio que vemos en las fotos actuales con el nombre de Lucentum. El lugar no se merece ese nombre y Lucentum no se merece ese lugar.
Imágenes:
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes ; MARQ (Museo Arqueológico) ;
Archivo Municipal de Alicante ; Colección Francisco Ramos Martín ;
Redacción Hoja del Lunes.
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