Héroes sin gloria, esto es España

Podemos echar la culpa a esa educación y su constante deterioro aparejado, si me lo permitís, con la libertad cuya convicción está ligada con la cultura y que tiene que estar en permanente evolución para hacer de paraguas de este desequilibrado planeta.

Nuestros hijos tienen que estar formados y no puede ser algo ecléctico, sino mirando a un referente motivador de crecimiento donde el leer y saber quiénes éramos y de dónde venimos será sinónimo de entendernos algo mejor en esta loca andadura de nuestros días. Las políticas educativas y sectarias nos están haciendo padecer de un mal llamado ignorancia.

Nuestros hijos, con los que se nos llena la boca diciendo que son el futuro de nuestro país, tienen que saber qué tantas grandezas y prestigio acuñamos a lo largo de los siglos. Estamos disipando, o más bien dilapidando, el recuerdo de esos grandes antepasados que forjaron la historia y grandeza de nuestra querida nación, ayudando con su inigualable ejemplo a escribir con letras mayúsculas la gloria y prestigio que tanto nos hace falta recordar.

Héroes que no se rendían y que no nos podemos permitir olvidar, ya que son sangre formidablemente forjada para no ser olvidada. Ese discurso político de odio de unos cuantos paisanos sin escrúpulos y, por qué no decirlo, en ocasiones sin oficio, que viven de la mediocridad y que además son pasto de otros que los escuchan y aclaman (y les votan). Tenemos que mirar a ese pasado glorioso y encontrar el camino para no perdernos y no ser huérfanos de la ignorancia, egos e inútiles personajes. Debemos mirarnos antes de acabar siendo un pueblo desconocido para nosotros mismos.

Recordemos a personajes como Hernán Cortes por su quinto centenario y que ahora está en entredicho si fue un héroe o un genocida. Nosotros mismos no defendemos que el actual sistema educativo español ha relegado a un plano marginal el estudio de la historia (y más aún el de la historia de América), con un personaje que está muy desdibujado en la mente de las jóvenes generaciones.

El asombroso e increíble Cabeza de Vaca, que en sus crónicas Los náufragos contaba concretamente cómo era la actual Norteamérica antes de que los anglosajones la arrasaran, dejando un legado de más de 11.000 kilómetros de unos hechos que no se han visto reflejados como se merecen, de esos azares e infortunios que asombrarían hasta al mismo Hollywood, pero sobre los que aquí, en los libros de historia de secundaria no hay más de diez líneas. Impresionante.

No digo que sepan quién fue Domingo Badía, pero por favor, Blas de Lezo, unos de los más relevantes estrategas de la Armada española que ha dado nuestro indómito país y que lideró la gran victoria frente a Gran Bretaña en Cartagena de Indias (1741) y poseedor de la frase “todo buen español debería mear siempre mirando a Inglaterra”. Si este héroe español de Pasajes hubiera sido inglés, teníamos a D. Blas de Lezo hasta en la sopa.

No puedo terminar sin mencionar al gran capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, en cuyo honor el tercio de la Legión española acuartelado en Melilla lleva su nombre. Inés Suárez, conocida por su notable papel en el período de la Conquista de Chile. Juan Sebastián Elcano que dio la primera vuelta al mundo. Bernardo de Gálvez, héroe de Pensacola, virrey de Nueva España y, a título póstumo, ciudadano honorífico estadounidense. Pedro Téllez-Girón y Velasco, el gran duque de Osuna, amigo de Quevedo y que luchó en Flandes como soldado e intentó modernizar la Armada española luchando contra turcos y berberiscos en el Mediterráneo… Finalizo con una mujer fascinante, Isabel Barreto, la primera y única mujer almirante en la historia de España que dirigió ella sola frente a múltiples adversidades una flota desde Perú.

Esto es una breve pincelada de dónde venimos, pero ¿a dónde vamos? Depende de nosotros, con esa creencia que el futuro es cuanto menos preocupante y de cuyo sentimiento hacia España empieza a ser cada vez más bajo, con un proceso de cambio traumático y, a veces, violento que quiebra la unidad del sistema con importantes recortes al Estado de Bienestar y, por ende, a la educación y la cultura.