Cada año, los padres de familia numerosa ideamos mil maneras para que el orden y la armonía reinen en nuestras casas hasta que lleguen nuestras deseadas vacaciones.
De primero de familia numerosa es EL HORARIO. Ese gran cartel que se elabora minuciosamente, con gracia y colores, para que en apariencia sea divertido y no parezca el horario del colegio. Un relojito con cara, marcando la hora de levantarse, ni muy pronto —que están de vacaciones y luego la mañana se hace muy larga—, ni muy tarde —que hay que mantener la disciplina férrea que no puede faltar en nuestras casas—. Aquí nos encontramos con el primer escollo: los mayores se pasan y los pequeños se adelantan. ¡¡¡Empezamos bien el día!!!
Aseo, desayunos, pequeñas tareas de la casa, algo de repaso para no olvidar lo del curso, mucho deporte y ocio que no falte. Si tenemos la suerte de disponer de algunas/os cocinillas, incluso podemos encontramos con la comida hecha al llegar del trabajo. Todo bajo control, plastificado y bien fijado en la nevera para que aguante hasta el 15 de agosto que nos vamos de vacaciones y que será destruido con honores.
Una vez conseguido este punto, el resto va solo. Los pequeños se encargan de ser ese gracioso despertador que crispa y a la vez alegra la mañana de los mayores. El aseo se transforma en dos gotas de agua para quitar las legañas. «¿Para qué más si luego vamos a la piscina y estamos todo el día en remojo?», piensan tan tranquilos. Ni hablar de cómo termina el pelo al final del verano. ¡No hay quien le meta un peine de tanto cloro! Una pasadita de escoba, ordenan los cojines del sillón, dos sumas, un dictado y un poco de lectura formativa para los más mayores, que dan por cumplida la parte más dura de la mañana. Todos a la piscina y a jugar, que para eso están de vacaciones.
¡Ahhh! y que no falte una llamada a mamá a la oficina, para que alguno se chive de las barrabasadas y faltas de obediencia de los más pequeños. Y es que, si no fuera por nuestros hombrecitos/ mujercitas, ¿quién pondría orden en nuestras casas?
A pesar de todo, me encanta el caos de las vacaciones. No hay prisas. Todos me esperan para comer a la vuelta del trabajo en traje de baño. Y aunque los cojines ya están descolocados, el suelo vuelve a estar sucio, durante la comida —llena de fritos, tomate y queso—, me cuentan todas sus aventuras y peripecias de la mañana.
¡¡¡¡ Qué alegría me da mi gran familia en verano!!!!
María del Mar Quintas
ASAFAN
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