Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Un almendro en el jardín

Fotografía: Cristina MM (Fuente: Pixabay).

Malos tiempos para estos típicos árboles de nuestra tierra. Y son raros por florecer a destiempo, cuando aún el invierno no se ha despedido. Recuerdo que había un grupo de fotógrafos alicantinos que todos los años hacían una ronda para captar sus peculiares imágenes: Goyo, Lalo, Eugenio, Sánchez…, incluso era habitual que sus fotos se utilizaran para decorar despachos y oficinas (las de la Caja de Ahorros del Sureste, por ejemplo).

Hoy los almendros alicantinos están a la baja en la cotización agrícola. Primero fue la bacteria Xylella fastidiosa que, en forma de plaga, les atacó hace unos pocos años viniendo de no sabe dónde. Ahora la merma de agua de riego, por escasez de acuíferos, por las rebajas del Tajo o por el retraso de la del Júcar, tanto da.

La cuestión es que la forma de regar ha de cambiarse, modernizarse. Hará unos veinte años que en mi pueblo de adopción, Agost, se suprimió el riego a través de acequias; si no recuerdo mal, con fondos europeos y derramas de los propietarios de terrenos se procedió a canalizar el agua a través de tubería. Antes había que esperar el turno de para regar, ahora abres el grifo y, gota a gota, humedeces tus árboles o tus viñas, y hasta las puedes abonar al mismo tiempo.

Yo he visto viñas —desde el tren, volviendo de Madrid, hace pocos años— regándose en la Mancha ¡por aspersión!, un procedimiento menos concentrado y más superfluo que el goteo. Mientras, las vides agostenses —o las monforteras, o las noveldenses — tuvieron que adaptar sus raíces a la gota incesante, pero gota al fin y a la postre.

Mis almendros sufrieron la transformación y hasta algunos perecieron en el intento; los sustitutos, fueran de esa especie u otros frutales, se adaptaron desde el principio y ahí los tengo en mi terrenito. En realidad más que un campo, casi parece un jardín, pues los árboles tienen su alcorque, a lo largo se puede pasear o —como hacen mis nietos — correr con sus bicicletas. Y todos los años recojo un par de sacos de almendras, que partidas, escaldadas y después fritas en aceite de oliva nos deleitan a toda la familia a la hora del aperitivo.

Es hora de ponerse las pilas y repoblar con almendros terrenos olvidados, por improductivos o poco rentables y, para ello, hay que ayudar a los agricultores y propiciar que el líquido elemento llegue —entubado y a un coste razonable — desde donde nazca o se recupere de desaladoras y depuradoras hasta donde pueda cumplir una función eficaz y medioambiental.

De lo contrario, me temo que por estos lindes acabaremos viendo solo a los almendros en jardines.

Toni Gil

Periodista.

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