Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Debatiendo

El punto sobre la ‘i’ de familia

Fotografía: National Cancer Institute (Fuente: Unsplash).

Seamos sensatos. Todos, por lo general, nacemos en el seno de una familia: padre, madre, hermanos, abuelos, tíos, etc. ¿Cómo no va a valer la pena que ocupemos unas líneas pensando sobre la familia?

Es la familia, antes que nada, una comunidad de personas vivificada por al amor. En la familia se nos ama y amamos, no por lo poco o mucho que aportamos a la comunidad familiar, sino porque formamos parte de ella: ‘somos’ familia. En la familia descubrimos relaciones de paternidad, relaciones de filiación y, como fuente y motor de unas y otras e, inundando unas y otras de reciprocidad, relaciones de amor. Podemos atrevernos a afirmar que Dios mismo es familia, pues, en su unidad trinitaria, se descubren igualmente relaciones de paternidad, filiación y amor.

Amor

Pero ¿qué es realmente el amor? El amor, más allá de un sentimiento de ternura hacia una persona, es, en mi opinión, la decisión firme de desear y procurar el bien de la persona o personas a quienes se ama. El amor radica no en el sentir, sino en el conocer y, sobre todo, en el ‘querer’; en la voluntad que toma la decisión de amar, aunque ello implique dificultades y sufrimientos e, incluso, acarree la muerte. ¡Cuántas madres heroicas han inmolado sus vidas por amor a sus hijos! Sin llegar a esa sublimación, cada día contemplamos numerosos ejemplos de madres decididas a sacrificarse gustosamente por sus hijos. 

Somos felices cuando amamos. Y la primera y más importante escuela donde se nos enseña a amar es la familia. En esta escuela aprendimos también que la manifestación más excelsa del amor es la obediencia. Los hijos obedecen a sus padres durante toda su etapa de crecimiento hasta llegar a la madurez. No porque les teman, sino porque los aman. Los padres, llegada la época en que se convierten a la vez de padres en abuelos, seguimos las directrices que nos señalan nuestros hijos (más capacitados que nosotros para comprender los signos del tiempo presente), no por razón del acierto en sus decisiones, sino, fundamentalmente, porque los amamos y nuestro amor nos hace ser humildes y posponer, ante el consejo de nuestros hijos, nuestras opiniones personales.

La obediencia por amor, que siempre supone sujeción y entrega, no es falta de libertad. En el seno de la familia la obediencia por amor es como la cuerda que une al alpinista a sus compañeros de escalada; no es atadura que perturba, sino vínculo que da seguridad y evita la caída al abismo.

José Ochoa Gil

José Ochoa Gil es abogado y colaborador de “La Verdad” y el seminario “Valle de Elda”, y en Alicante con la revista trimestral “Punto de Encuentro”, editada por CEAM Parque Galicia.

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