Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Debatiendo

Seres humanos vivos llamados a la plenitud

Bernard Nathanson, 1997. Fotografía: Open Media Ltd. (Fuente: Wikimedia).

La ciencia médica de los últimos años ha demostrado que, a partir de la fecundación por el espermatozoide, el óvulo tiene un código genético diferenciado, originándose con ellos una vida distinta de la vida de la madre. Desde ese primer momento de la concepción, lo concebido no es una mera masa gelatinosa, ni un cúmulo de células, sino una vida distinta del óvulo y del espermatozoide que inicia un proceso biológico de intensa actividad y que está destinado a desarrollarse hasta la edad adulta.

La ciencia de la embriología garantiza que existe en el concebido una individualización humana, igual da que se le denomine embrión, cigoto, mórula, blástula o feto, pues estos distintos nombres simplemente significan estadios de desarrollo en los que se encuentra una vida humana concebida, pero aún no nacida. A las dos semanas se inicia el desarrollo del sistema nervioso; a las tres semanas empieza a diferenciarse el cerebro y se esboza ya lo que serán las piernas y los brazos, mientras que el corazón inicia sus latidos; a las cuatro semanas se inician los ojos; a las seis semanas la cabeza tiene ya su forma definitiva; a los cuarenta días de la fecundación se puede hacer al embrión un electrocardiograma y poco después el encefalograma detectará actividades en el cerebro.

A los 50 días, inicio de la octava semana, se perciben las huellas digitales que le identifican como un individuo único por siempre y para siempre. Su estómago comienza la secreción gástrica a la vez que aparecen las uñas. A las nueve semanas se perfecciona el sistema nervioso y el feto detecta los sabores. Dos semanas más tarde ya se chupa el dedo. A las doce frunce las cejas, cierra los puños y sigue el desarrollo hasta su nacimiento, desarrollo que proseguirá hasta los 20 años.

En la década de los años setenta, una nueva tecnología, el ultrasonido, hacía su aparición en el ámbito médico. Fue ese avance científico lo que motivó que Bernard Nathanson, con más de sesenta mil abortos practicados, lo que le valió el apelativo de ‘rey del aborto’, reconociese su error al observar el corazón del feto en los monitores electrónicos, incluyendo en la revista The New England Journal of Medicine declaraciones como la siguiente: “El aborto debe verse como la interrupción de un proceso que de otro modo habría producido un ciudadano del mundo. Negar esta realidad es el más craso tipo de evasión”.

En 1984, un nuevo experimento con los ultrasonidos sirvió de material para un documental que llenó de admiración y horror al mundo. Se titula ‘El grito silencioso’ y en el mismo se puede ver el terrible padecimiento del embrión humano perseguido en el vientre de su madre por el filo del bisturí que amenaza su vida y que inexorablemente terminaba por descuartizarlo para ser extraído del útero materno. Ante esa visión, el ‘rey del aborto’, Bernard Nathanson, rectificó y ‘abdicó’. Llegó a la conclusión por él manifestada de que: “No hay razón alguna para abortar; el aborto es un crimen”.

José Ochoa Gil

José Ochoa Gil es abogado y colaborador de “La Verdad” y el seminario “Valle de Elda”, y en Alicante con la revista trimestral “Punto de Encuentro”, editada por CEAM Parque Galicia.

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