Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

Dios es nuestro padre y la Virgen, nuestra madre

Detalle de la Creación de Adán, obra de Michelangelo (1475–1564), Capilla Sixtina (Fuente: Wikimedia).
Lo necesitamos los niños, los adolescentes, los jóvenes, los adultos y los ancianos por más que nos empeñemos en ser hijos pródigos.

Los ateos dicen que no necesitan a Dios para nada. La mayor parte de ellos se equivocan y algunos mienten deliberadamente. La razón y la fe coinciden en aceptar la existencia de Dios como origen del universo y de cuanto en él se contiene, entre lo que destacan, sobre todas las cosas, el hombre y su costilla, la mujer. Los ateos se empeñan en sostener que es el hombre quien ha creado a Dios. Es cierto que los hombres crearon a los dioses, pero no a Dios. El materialismo marxista es incapaz de explicar cómo surgieron de la materia las sinfonías de Beethoven o las canciones de los Beatles, por poner sólo dos ejemplos de creaciones espirituales de unos de tantos genios como han demostrado que en todo hombre y mujer está la huella imperecedera de Dios, una huella que demuestra que Dios habita en nosotros y por eso no podemos quitárnoslo de encima. Y por eso somos creadores.

Somos hijos de Dios, por más que nos empeños en desligarnos de Él. Como el hijo pródigo de la parábola evangélica, aunque nos alejemos y hasta intentemos odiarle, al final llega el momento en que el sello que llevamos impreso en lo más profundo de nuestro ser se nos muestra indulgente, aunque cabe la posibilidad de cerrar los ojos, que ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír.

Se me olvidaba decir que fue Jesucristo, la segunda persona de la Santísima Trinidad que se encarnó en el vientre de María Santísima, quién enseñó a sus discípulos, a rezar el Padrenuestro. Todos somos hermanos por parte de padre y también de madre, que Cristo en la cruz nos dio a todos a María por madre. Ojo: cuando estaba en lo alto de la cruz para sellar una nueva era, la cristiana, la del “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Está descrito en los Evangelios y está firmado con la sangre del Calvario y con la sangre de los mártires, desde la de San Pedro y San Pablo (decapitado éste, en lugar de crucificado, por el privilegio de ser ciudadano romano), hasta la de los misioneros que con frecuencia son asesinados en países de misión, africanos y asiáticos (todo esto es historia, no ficción).

Varios pensadores españoles, intelectuales independientes y hasta algunos viejos políticos defenestrados por honestos (más amigos de la verdad que de ideologías caducas), defienden que el gran mal de nuestros días (y no sólo en España) es que desprecian y hasta se persiguen materias tan importantes como la Filosofía, la Ética y la Religión en las escuelas, en los institutos y en las universidades. Son la base de las Humanidades y, consecuentemente, del Humanismo con el que Grecia, Roma y el Cristianismo construyeron la más perfecta y dignificadora Civilización Occidental, que se están cargando los movimientos comunistas y capitalistas igualmente destructores de los valores más sagrados de la naturaleza humana, es decir del Hombre y de la Mujer.

El Cristianismo (lo dijo Gandhi) es una hermosísima religión. El que haya habido traidores en su seno, no invalida ni uno solo de sus principios, sobre todo el nuevo mandamiento del Dios hecho hombre: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (hasta la muerte). Nada del viejo “diente por diente y ojo por ojo”. ¿Es esto lo que se predica en el seno de las familias? ¿Es eso lo que se predica y se exige en la escuela, en el instituto, lugares en los que cada vez se dan más casos de acoso y de otras patologías que están llevando a suicidios de chicos y chicas y a agresiones muy preocupantes? Lo quieren intentar resolver (curar) asignando muchos psicólogos, pero no quieren reconocer que lo importante es prevenir con una educación adecuada, con la vuelta al humanismo, a la filosofía, a la ética y a la religión. Esas asignaturas no son alienantes, mientras que la perversión de la ideología de género, con su relativismo intelectual y moral, está socavando la convivencia a todos los niveles: individual, familiar y social. Crear de nuevo un clima de valores humanísticos favorecerá el avance de los estudiantes en las demás materias y, sobre todo, los enriquecerá humanamente, lo que mejorará su vida y eliminará frustraciones.

G. K. Chesterton. Colección: Crisis Magazine: http://www.crisismagazine.com/2012/new-study-marred-by-old-cliches-about-preconciliar-catholic-writers (Fuente: Wikimedia).

A Dios lo necesitamos los niños, los adolescentes, los jóvenes, los adultos y los ancianos por más que nos empeñemos en ser hijos pródigos. No me resisto a terminar estas reflexiones sin recordar aquella frase del genial Chesterton:

“Cuando se deja de creer en Dios, se cree en cualquier cosa”.

Chesterton

Se puede vivir sin él, pero mal. Yo no digo que en las aulas se haga proselitismo religioso, sino que los chicos conozcan la religión; los católicos, la suya, y los demás las suyas. No se puede amar lo que no se conoce. Hagamos que conozcan y después elijan. Eso es la libertad, la posibilidad de elegir. En la universidad sería interesante una Historia de las Religiones. La universidad no está exclusivamente para luego conseguir un empleo. No sólo de pan vive el hombre.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

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