Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Explicar lo obvio

Sesión plenaria del 16/2/2023 en la que se aprobaron cuatro leyes (Fotografía: Congreso de los Diputados).

Por mi desempeño profesional me toca (y me alegro) relacionarme con todo tipo de gente. Con personalidades variopintas y visiones de la vida de lo más dispares. Tengo distintos grados de confianza con ellos pero, a poco que hablemos, no es raro que toquemos cualquiera de los temas con que la actualidad ameniza nuestras vidas.

Tampoco mi posición es siempre la misma porque no es igual hablar con un proveedor, un cliente, un trabajador o con tu jefe. La libertad en cada caso puede ir en función del cálculo de las represalias que pudieras recibir de la otra parte si no le gusta lo que piensas.

Eso hace que, a veces, tengas que pasar errores, inexactitudes… e incluso «fantasmadas» por mantener el mejor ambiente. Nada que de una forma u otra no nos pase a todos en los ámbitos laborales, sociales, familiares, etc.

Pero más de una vez te encuentras en la necesidad de no dejar pasar ciertas cosas porque pudieran tener consecuencias indeseadas o, por el simple dicho popular de que «el que calla otorga»; y no faltan las ocasiones en que el posible acto de buena educación pudiera ser malentendido… o mal utilizado contra ti. Y es especialmente incómodo cuando la postura a defender o el objeto de controversia es tan evidente que causa en mí una gran incomodidad. No encuentro una palabra que defina con la precisión que quisiera ese sentimiento, el de tener que explicar lo obvio.

Hay un vocablo que usan por las benditas tierras del sur que podría acomodarse bien. Se trata de «fatiguita», se usa, aunque no sólo, para ciertas sensaciones de angustia. Me da fatiguita escribir lo que voy a escribir y le di muchas vueltas, precisamente por obvio.

Pero son tan seguidos y tan absurdos algunos aspectos de leyes que se van publicando recientemente que, no sin fatiguita, las voy a comentar.

Habría que remontarse a las leyes a la carta para satisfacer las exigencias de los socios parlamentarios del actual gobierno con temas tan alucinógenos como eliminar el delito de sedición o descafeinar el de malversación en función del uso de lo malversado (en ningún caso para leche maternizada) pero eso, aun obvio, no será el objeto de este artículo.

Las ensoñaciones de una izquierda desnortada (y no sólo la española) que, ante la imposibilidad de reivindicar los derechos de una clase obrera que ya no existe, ha derivado en una «igualdad» desigual hasta el absurdo, en un feminismo que presupone la discapacidad tácita de la mujer, en un «antirracismo» donde se ha de pedir disculpas por casi cualquier cosa, invasión o abuso desde la aparición del  pitecántropo hasta nuestros días, siempre que no haya sido realizado por los que en más o menos medida sean de la cuerda que se autopercibe, por estar con los tiempos, «progre». Eso sí, con el denominador común de que la defensa de tan nobles causas les ha resuelto la vida de una manera bastante escandalosa. Y aquí entran desde la cúpula de Podemos hasta los fundadores de «Black Lives Matter» por poner dos ejemplos de organizaciones que viven de resolver problemas que no tenemos.

En esta línea Thomas Sowell, teórico social y economista norteamericano sentenció: «No hay negocio más lucrativo que luchar por derechos que ya se tienen, en nombre de opresiones que no existen, con el dinero de aquellos a los que se califica de opresores».

Pues en éstas estamos, en la manipulación del lenguaje, en el desenfoque de los verdaderos problemas que hacen derivar esfuerzos y recursos a causas, algunas muy respetables, aunque muy minoritarias, otras directamente absurdas.

¿Cómo explicar alguno de los muchos aspectos ridículos de la nueva «ley de bienestar animal» que casi equipara los «derechos» de los vertebrados? …Y no todos los vertebrados son deseables, créanme.

¿Cómo explicar que una ley que está ocasionando que cientos (pronto miles) de condenados por delitos sexuales alivien sus penas, sea defendida sin rubor (más bien con soberbia) y no suponga la dimisión inmediata de todo el que haya tenido algo que ver con semejante bodrio jurídico y social?

¿Cómo explicar que hay hombres y mujeres? Que nacimos con un sexo (uno de dos —salvo un ínfimo porcentaje—) independientemente de nuestro gusto u orientación sexual. Que un tío es un tío (biológicamente hablando) por muy mujer que se autoperciba y si compite con mujeres en una carrera, ganará con la… gorra.

Tengo la sensación de que estamos inmersos en enormes experimentos sociales de gente a la que aburre su vida, probablemente por falta de problemas reales o por una especie de síndrome de «salvadores del mundo». Ya sufrimos las consecuencias de «visionarios» como Lenin, Hitler o Mao. Esperemos llegar a tiempo de remediar algunas de las estupideces con las que nos estamos obsequiando. Eso, además de lo comentado, incluye la Agenda 2030, las distintas moratorias nucleares, la prohibición de la venta de motores de combustión a partir de 2035 y no sé (o sí) cuántas cosas más que, so pretexto de fines loables que se venden muy bien, nos van a hacer la vida más difícil logrando las más de las veces lo contrario de lo que propugnan.

Llámenme raro (seguramente facha) pero me cuesta explicar lo obvio porque tengo la sensación de menospreciar a mi interlocutor… la «fatiguita».

Juan José Martínez Valero

Nacido y criado en Melilla y afincado en San Pedro del Pinatar (Murcia) desde los 15 años. Dejé los estudios para desarrollar la empresa familiar de la que todavía vivimos. Muy aficionado desde siempre a temas científicos y de actualidad.

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