Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Nos hicisteis débiles y tardos en madurar

Fotografía: Margarita Kochneva (Fuente: Pixabay).
Escrito por un hijo de aquellos otros, de los que hicieron la guerra y vivieron la posguerra.

Caro Ignoto /Querido desconocido:
Continuando con “la cháchara”—por llamarla de alguna manera o forma— a los escritos, senelogscrípticos, que venimos trasmitiendo, de lo que fuimos o, mejor dicho éramos, en aquellos tiempos de posguerra civil española y entre los años 1940-1975, y lo que hicimos e incluso como criamos o enseñamos  a nuestros hijos, es por lo que a través, de lo que en ellos vayamos diciendo, muchos jóvenes de los que todavía leen e incluso estudian, se irán enterando de muchas cosas que sobradamente les llamará la atención por las mentiras, que a la postre, y sobre lo pasado en aquellas épocas, se les han tergiversado y dicho. 

Con relativa frecuencia, los que ya peinamos canas, y los que todavía conservan esas hermosas insignias pilosas, de gradación y solemnidad, no menos de interés, aquellos otros, de cabezas brillantes y relucientes, cubiertas casi siempre, con esos sombreros negros, majestuosos, de empaque, elegancia y serenidad, que con su sola presencia incitan al respeto… Tan faltos por estos tiempos actuales, hemos oído decir a nuestros queridos hijos, a sus amigos e incluso en reuniones y asambleas de ya una cierta enjundia e interés…

“Sic, padres y abuelos, —‘Es que, nos quisisteis tanto que nos hicisteis débiles’.

(…Y por mi parte añado, —indecisos, temerosos y perdonadme— un poco cobardicas —e incluso, y como se dice en valenciano, un poc mal faeners — que llegasteis hasta inventar lo de los NINIS —ni trabajan, ni estudian— porque en casa con los padres se vive mejor). Y, es de esta manera y forma, que ahora decís y expresáis que posiblemente tengamos un poco de culpa.

“Es que, —nos habéis dicho—, en múltiples ocasiones que, en realidad, reservasteis para vosotros los malos tragos, las maletas de cartón, las medias suelas en los zapatos. Aguantasteis guerras y posguerras, el hambre en pucheros de miseria, los piojos, los sabañones, el miedo pegado a la mirilla, las casas llenas de fotos tristes, arrimados a un fogón, casi de cenizas apagado, porque se carecía de leña.

Fotografía: Frantisek Krejci (Fuente: Pixabay).

“Vestisteis un luto tras otro, por aquellos que hicieron aquella guerra incivil que poco tiempo después las penalidades sufridas reclamaron sus vidas. La mirada baja, las manos heladas y sin guantes, subisteis a trenes negrísimos, hicisteis  kilómetros y kilómetros en vagones de tercera, para ir a vendimias, a fábricas inmensas, con lluvias y sin lluvias, o con más lluvias, que enlazaban con más lluvia, e inviernos que duraban todo el año…Y ya no digo o hablo de los que sois manchegos, que tuvisteis que segar, acarrear, trillar en aquellos tres meses de infierno, tras haber pasado aquellos otros nueve meses de invierno, alzando los rastrojos y preparando las simienzas… aquello había que verlo y pasarlo, para saber de lo que se dice.

“Y todo eso lo hacíais, —decís, y pensamos que así fue— queridos abuelos y padres, fue para sobrevivir y dar la entrada de un piso, para regalarnos una cuna con colchón de lana, un cubierto con nuestras iniciales, un pupitre en la escuela, unos patines, una tarta de cumpleaños, un juguete —o dos— de los Reyes Magos, una quincena en la playa. Y todo eso fue para que nosotros tuviéramos un paquete de pipas, unas botas de agua, una canción dedicada en la radio e incluso un caballo de cartón o una enciclopedia de Grado Medio, que vosotros no tuvisteis.

“Nos mimasteis como ni vosotros mismos sabíais que podíais amar. ¡Cómo añoro abuelo el calor de tus rodillas cuando me cogías y sentabas en ellas para acariciarme y contarme aquellas batallitas que tú habías vivido y que yo creía que eran cuentos de verdad!  

“Nos llenasteis el bolsillo con propinas de cinco duros, nos enseñasteis el verbo estrenar para el domingo de Ramos, para las bodas y las comuniones, nos comprasteis la mochila para los campamentos y os estirasteis vuestros bolsillos, para apuntarnos a actividades extraescolares.

“Enterrasteis a vuestros muertos con palabras de llanto y silencio. Y no decíais nada a nadie de lo que era o había sido. Los entierros eran de verdadera liturgia religiosa católica tradicional, de los unos, de los otros y se exceptuaba, con gran respeto, la de aquellos que de estas ceremonias y liturgias sociales o no creían en ellas o vivían o habían vivido al margen de estas creencias o costumbres sociales.

“A nosotros, y para aquellos que ya nos dejaron, nos lo pusisteis fácil con una póliza de decesos con la que deciros adiós sin mancharnos de tierra. A nosotros nos inundasteis de Cola Cao y onzas de chocolate el tazón del desayuno y de naranjada el vaso de la merienda”.

Fotografía: Albrecht Fietz (Fuente: Pixabay).

“Nosotros, caros ignotos, escolares de bollo y chocolatina, nunca conocimos lo que se nos decía, en ocasiones había sido lo qué significaba repartirse un huevo frito en la cena, ni sospechábamos que unas décadas atrás la gente saliera de casa con un bocadillo de calamares, envuelto en papel de periódico, camino del tajo, y luego, con el cansancio de la jornada, estudiaba en cursos nocturnos para adultos.

“Salimos malcriados. Los zurcidos quedaban en vuestros calcetines, en los abrigos a los que dabais la vuelta para alargarles la vida. Salimos blandos para la contrariedad. Para la toma de decisiones y con iniciativas propias. Nunca o muy pocas veces y por algún o cualquier otro decidido esto se rompió.

“Para nosotros la aspereza de la supervivencia era una aventura de personajes de película que siempre terminaba bien. Creímos que luchar y reivindicar se limitaba a salir a la calle en determinadas fechas con una pancarta, solicitando que se nos dieran e hicieran todo, porque a mí, a nosotros no nos incumbía nada. Los culpables eran los otros

“Creímos que el bienestar heredado de vosotros era una conquista vitalicia. Creímos que comeríamos hojas tiernas toda la vida, que las duras ya las habíais sufrido vosotros…Y no nos damos ni nos dimos cuenta, que lo iniciado por vosotros, queridos padres y abuelos, aquello, que habíamos comenzado y acabado de aquel o aquella manera todavía estaba por madurar… Y si no es así, analicemos los resultados que estamos viviendo…

“Creísteis incluso, que vuestros hijos tendrían el mundo a sus pies a golpe de ratón, en un ascenso imparable para disfrutar de más comodidades y servicios y, además, antes que nadie.

“Nos quisisteis tanto que nos hicisteis débiles, indecisos, sin ideas propias, sin análisis precisos de los hechos recientes ocurridos en España. Y que todavía, e incluso abuelos y padres, vosotros, con ese cariño y ternura con que nos habéis criado, quisisteis de una y mil maneras arreglar… ¡Y qué arreglo!

Fotografía: Jenny Friedrichs (Fuente: Pixabay).

“La musculatura de carpetas plastificadas no nos sirve para afrontar la dificultad. Necesitamos prótesis de sinergias, empatías y esos apoyos que vosotros, cuando venían mal dadas, simplemente llamabais solidaridad, compañerismo y compromiso colectivo.

“Pero a nosotros, ebrios de másteres y de titulaciones, nos viene grande el papel de la responsabilidad. Por eso nos cuesta tanto asumir este viraje tremendo de la convivencia a nivel mundial en el que fracasan nuestras reglas egoístas de mirar cada cual por lo suyo y, si se puede, robar al vecino más indefenso.

“Desde donde os halléis, padres y abuelos, si os dais una vuelta por aquí os escandalizarán nuestras prisiones gestadas en convenios de poltrona y pérdida de derechos. Sin duda os indignará que seamos tan blandengues y manipulables y que desde el conformismo del qué le vamos a hacer y de la cómoda no incumbencia, hayamos permitido que se fuera machacando lo privado, se fueran coartando libertades, se fuera minusvalorando lo público, bajo la tutela y protección de una democracia mal comprendida y peor dirigida y, al amparo, de una constitución, que parece ser en justicia, hace tiempo cerró los ojos.

Y vosotros que nos quisisteis tanto, regresaréis a vuestras tumbas complacidos de no depender de nosotros, de nuestros putos móviles, de nuestra académica incultura y de nuestra medular insensatez, sin haber tomado medidas lógicas, inteligentes a la luz reciente de las vivencias que vosotros habíais pasado, si no, que parece ser, que, a tenor de lo que estamos viviendo volvemos a reanudar y revivir lo que vosotros de una manera u otra pasasteis y nos habéis contado una y mil veces…”.


 (Transcrito con ideas, criterios, cuestiones, vídeos y wasap de los muchos que transcurren por ahí).


Reitero, abuelos, padres y a vosotros caros ignotos mi más cumplido perdón por vuestra atención y, si habéis llegado hasta el final de estos escritos, mi más graciable amistad.     

Ángel Mota López

Licenciado en Medicina y Cirugía en 1969, por la Universidad de Valencia; diplomado en Sanidad Pública Nacional, Gerencia de Jefes de Servicio, Estudios Clínicos Controlados y RCP; titulado en Especialista en Medicina Interna y Especialista en Medicina Intensiva y Máster en Gestión y Dirección Hospitalaria.
He realizado docencia para posgraduados en la Unidad de Cuidados Intensivos entre 1982 y 1987 en el Hospital de Elche y en la facultad de Medicina de la Universidad de Alicante y he dirigido cursos de RCP y el I Curso de Medicina de Urgencias, entre otros. Además, he sido profesor del Máster de Urgencias de la Universidad de Alicante entre 1989 y 1992.
Fui jefe de sección de UCI en el Hospital General de Elche hasta 1993, año en que pasé a ser médico jefe de Servicio de UCI, siendo también miembro de la Junta Facultativa de dicho hospital y exdirector gerente-médico del Hospital General Universitario de Alicante y fundador de la Sociedad Medicina Intensiva del País Valenciano (SMI-PV).
Fui nombrado Hijo Predilecto de Pinarejo (Cuenca) en 1998 y Alicantino de Adopción en mayo de 2019. En junio de 2019, el Colegio de Médicos de Alicante me entregó un diploma conmemorativo por haber cumplido 50 años de profesión médica.

1 Comment

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  • Creo que tu excelente escrito es tan complejo que no es fácil digerirlo a los que peinamos canas y tenemos hijos y nietos. Los abuelos no tenemos, creo yo, motivos para sentir remordimientos por lo que hicimos o dejamos de hacer. Hemos hecho mucho. Enterrado el franquismo, fueron inteligentes y fuimos generosos y clarividentes los que hicimos la Transición y la Constitución de 1978, que ahora quieren desprestigiar unos imbéciles que lo llaman ‘Régimen del 78’. Tenemos una generación de políticos mediocres y descerebrados que quieren inventar la pólvora y no han aprendido nada del pasado. No construyen sobre cimientos sólidos, sino castillos de naipes. Los jóvenes bien preparados se van de España. Esta miseria de sanchistas-marxistas, comunistas, independentistas y bilduetarras nos están llevando a la ruina económica y moral. Como vuelvan, tras la elecciones generales, ¡adiós España, adiós!