Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Comunicarse con el alumnado: el reto del profesorado

Momento de una clase en el MIT, Cambridge, Massachusetts, en 2018. Fotografía de BXu99 (Fuente: Wikimedia).

Si sois docentes, ¿conocéis alguna anécdota de confusión en la comunicación digital entre el alumnado y el profesorado? ¿Os han contado alguna mala experiencia de difusión de comentarios entre estudiantes, sobre algún profesor, en las redes sociales? Esta es la nueva realidad en la interacción entre estos dos colectivos desde que la virtualidad, bien en las clases durante el tiempo de pandemia, bien en las tutorías o consultas del alumnado, se ha ido extendiendo como canal de comunicación. No podemos negar la evidencia: el contacto en red ha venido para quedarse como un medio más de interacción y de desarrollo de la tarea de los docentes. El problema no es su existencia, sino el uso inadecuado que se haga, teniendo en cuenta que no estamos en un contexto informal o coloquial que puede regir algunos servicios de mensajería, sino de unos medios que con facilidad pueden elevar a público y colectivo unas expresiones situadas en el marco formal que tiene que regir la relación entre un docente y un estudiante.

La semana pasada, sin ir más lejos, conocíamos a través de los medios, la incomodidad que vivió una alumna de la Universidad de Alicante cuando supo que su profesor conoció su exabrupto, vertido en un grupo de WhatsApp de clase, cuando observó la calificación de su trabajo como no presentado. Así, ella optó con posterioridad por pedir disculpas al profesor por su dura reacción y para aclarar que, el trabajo en cuestión, había sido enviado por correo electrónico y había quedado en la carpeta de correo no deseado. Para rematar la anécdota, la estudiante relató, en una red social, todo lo acontecido, con aporte gráfico de las conversaciones en el grupo de clase y con el profesor, con un texto tan conciso como defectuoso en su redacción: “pasen y vean mi mayor cagada hasta el día en esta mi gran y estimada Universidad de Alicante”.

Hasta aquí el relato de un ejemplo de los problemas de comunicación actuales entre dos colectivos que se necesitan para llevar a cabo su cometido. Desde mi punto de vista, lo grave del asunto no es la reacción negativa de la alumna hacia su profesor por una equivocación finalmente aclarada. Me llama la atención que el profesorado universitario —yo mismo lo he vivido— tengamos que recurrir al correo electrónico convencional para la recepción de trabajos del alumnado. Cierto es que tenemos en nuestra institución un Campus Virtual (UACloud) que nos da, entre otras, esta herramienta para compartir materiales y recibir actividades del estudiantado. La disparidad de aplicaciones que forman parte de esta herramienta digital dificulta y entorpece la agilidad en su uso. Es comentario general del profesorado de nuestra Universidad la necesidad de revisar todas estas opciones y la concreción de un Campus Virtual actualizado que dé respuesta inmediata a las necesidades apuntadas.

Por este motivo, muchos docentes utilizamos durante diversos cursos las herramientas del entorno Google, pero la falta de un acuerdo entre nuestra institución y esta empresa nos dejó, a finales del curso pasado, con todo en el aire. Seguramente, por ello, el caso referido se basa en el uso de herramientas digitales que no confirman ni la recepción de los archivos correspondientes a actividades docentes, ni la confidencialidad necesaria en la interacción de la docencia. En esta ocasión, lo más sorprendente es la acción de la alumna de relatar en una red social lo acontecido, con pantallazos de las conversaciones con los compañeros de clase y el mismo profesor. Me consta que el docente en cuestión ha querido quitar hierro al asunto. Le alabo su reacción que, en el fondo, no tiene más importancia. Pero observo que no somos conscientes de la complejidad que puede provocar el uso inadecuado de las aplicaciones digitales en la práctica docente.

Hemos superado colectivamente una pandemia donde la virtualidad sustituyó, en el ámbito docente, la presencialidad. Los estudios realizados para analizar el grado de adaptación de nuestras instituciones a la realidad virtual presentan conclusiones aterradoras —os recomiendo, entre otros, “Universidad y pandemia: la comunicación en la educación a distancia” de M. J. Ramírez, Rocío Chamizo y Rocío Sánchez que podéis encontrar en red—. No hemos sido capaces de adaptar nuestras plataformas de enseñanza y, peor todavía, los canales de comunicación con el alumnado. Unas aplicaciones antiguas que no están a la altura de las generadas por las principales empresas de comunicación digital y que siguen cubriendo unas necesidades de manera parcial o incompleta. Por si fuera poco, existe un mal uso extendido de las redes sociales donde el ámbito íntimo y discrecional es elevado a anécdota colectiva en la (re-)construcción de las identidades del alumnado que las utiliza. Estamos a tiempo, pues, de revisar nuestros canales de comunicación y de dotarlos de la mayor efectividad posible que asegure la privacidad de la interacción docente.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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