Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Narrativa

Cuento de Navidad

Niño con animales (Fotografía de Freepic).

Como casi todos los cuentos empieza así: Había una vez un niño que vivía en una casita de la montaña, muy alejado del ajetreo de las ciudades, e incluso de los pueblos, pero en pleno contacto con la naturaleza. No tenía apenas amigos, pues los otros niños de la zona vivían bastante lejos de su casa. Él solo tenía a sus padres, con los que vivía, que eran los que le enseñaban, cuando las labores del campo les dejaban un respiro, las pocas nociones de cultura que ellos poseían, pues poca cosa más le podían enseñar, al no tener tampoco ellos ningún otro bagaje cultural ni mundano.

En cambio, tenía otros “amigos” que eran los animalitos del bosque, con ellos hablaba como si pudieran contestarle y, la verdad, es que para él sí que le contestaban, pues se entendía perfectamente con ellos.

En sus ratos libres, cuando no ayudaba a sus padres en las labores cotidianas, se extasiaba hablando y jugando con los animalitos que eran sus únicos amigos, su familia, como él decía. Jugaba con ellos, correteaban a su lado como si se tratara de niños en vez de animales, pues estos, los animales, parecía como si le comprendieran, como si entendieran su aislamiento y soledad. Retozaban a su lado admitiéndolo entre ellos, como uno más de su especie.

Así, este niño pasaba el tiempo y era feliz a su modo, sin preocuparse del mundo que le rodeaba… que le rodeaba, pero que él no conocía, pues nunca había salido de aquel lugar apartado de todo y de todos.

Fotografía: Pexels (Fuente: Pixabay).

Hasta que un día, pasó por aquel olvidado lugar un señor con un carrito lleno de objetos para vender. Era lo que entonces se llamaba un buhonero o sea, el antecesor del vendedor ambulante que ahora conocemos. A este señor-vendedor le acompañaba una bonita niña, más o menos de la edad de nuestro personaje.

El niño del campo, no acostumbrado a ver nunca aquella pequeña variedad de objetos que había en el carrito, casi todos desconocidos por él, se le iban los ojos mirando uno tras otro, pero con la seguridad de que sus padres no podrían acceder a comprarle prácticamente ninguno, dada su pobre economía.

Pero también sus infantiles ojos cruzaron su mirada con los no menos infantiles de la niña, que iba en el carrito del buhonero. Fue una mirada cargada de una extraña atracción, de ese quiero y no puedo, de asombro e impotencia a la vez, por no tener antes la posibilidad de conocer a otras niñas y niños, dado su aislamiento lejos de las urbes. 

El niño solitario del campo, entonces, se dio cuenta de que existían otras personas, en este caso otras niñas, con las que a él le gustaría hablar y jugar, pero debido a su natural soledad desde que nació, esa posibilidad le había sido negada por la propia naturaleza… él hasta ese momento, ya hemos dicho, que se sentía feliz… Claro, no había conocido otra vida, otros lugares, otros niños y niñas, solo sus padres y sus animalitos… Pero ahora, en un momento, con solo ver a esa bonita niña y cruzarse sus miradas, se dio cuenta de que le faltaba algo en su vida, que le faltaba una compañera para sus juegos, para enseñarle cómo hablaba con sus animalitos, cómo pasaba los días en aquella solitaria, pero hermosa, naturaleza.

Fotografía: Pexels (Fuente: Pixabay).

Con solo la mirada, intentó mentalmente transmitirle a la niña lo que sentía en esos breves momentos. Fue como un chispazo, como un relámpago brillante, pero intenso… y la niña, al parecer, lo captó de inmediato. No hablaron, no se saludaron tan siquiera, la niña mantuvo la mirada sin pestañear, el niño quedó unos momentos inmóvil, sin importarle ya los juguetes del buhonero, ni sus padres, ni sus animalitos, solo le importaban los ojos de la niña, con los que en esos interminables segundos, se entendía a la perfección sin necesidad de palabras. En ellos traspasaba, como en un envío informático, en este caso telepático, todos sus sinsabores, sus carencias de niño solitario, su necesidad de compañía, cosa que hasta ahora no se había planteado.

Los padres del niño se acercaron al carrito del buhonero y, con sus pocas posibilidades económicas, compraron algunos utensilios que necesitaban para la casa y un pequeño juguete para el niño. Así de rápida fue la visita del buhonero, aunque para el niño solitario pareció larga y hubiese querido que fuera interminable.

El carrito empezó a moverse buscando otras casas solitarias como aquella… El niño estaba como petrificado, como un árbol plantado en el suelo, sin poder ni querer moverse, imaginando que quizás, nunca más volvería a ver a la niña de los ojos penetrantes y de mirada sostenida.

Pero, de pronto, la niña bajó del carrito con un objeto en la mano, se acercó al niño y se lo ofreció sin decir nada, como había ocurrido hasta ese momento, sostuvo su mirada un instante y volvió corriendo hasta el carrito que ya se alejaba lentamente. El niño quedó sorprendido ante el acto de la niña, solo cuando la perdió de vista en la lejanía, miró el regalo que le había dejado en las manos… era un precioso animalito de peluche con un letrero que ponía: ¡Feliz Navidad!

El niño, en ese momento, se dio cuenta de que hacía frío, cosa que hasta ahora no había notado y, por lo que sus padres le relataban sobre esas fechas, entendió que era Navidad. Entonces, comprendió el regalo de la niña y, aunque sabía que ya no le oiría… gritó con todas las fuerzas de sus jóvenes pulmones: ¡¡¡¡FELIIIIIIZ NAVIDAAAAAD!!!!

Niña con peluche navideño (Fotografía de Freepic).

Francisco Carrión Galera

Paco Carrión (Galecar), nacido en El Daimuz (Oria-Almería), es ya un hombre maduro con intensas “cicatrices” en sus vivencias de todo tipo y a todos los niveles, pero es en esta madurez cuando se pone a escribir un poco más seriamente de cómo lo hacía en su juventud, desgranando en algunos de sus libros, su experiencia en la historia y la vida de España. Desde entonces ha publicado 12 libros de distintos temas, varias obras de teatro y múltiples relatos cortos y poemas, además de tener tres libros pendientes de ser publicados.
Personaje inquieto, aventurero, polifacético, investigador de vivencias, y un largo etcétera. Ello le llevó a trabajar en el cine, en teatro, televisión, salas de fiestas, compañías de revistas y en cualquier faceta que tuviese algo de innovador y bohemio, cultural, festivo o artístico a la vez.

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