Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Salicornios

Salicornio en una calzada (Fotografía de Toni Gil).

Con el viento de estos días, acuden a las carreteras y caminos, especialmente si son comarcales, los salicornios. Cuando descubrí casualmente este vocablo, hace unos años, hube de acudir a mi enciclopedia: en botánica, la Salicornia, según mi enciclopedia, es un género de plantas herbáceas, carnosas, a veces leñosas en la base, de ramas opuestas, cilíndricas y falsamente articuladas, hojas escuamiformes y flores muy pequeñas, dispuestas en espigas sésiles. Comprende 15 especies, propias de los terrenos salinos de las regiones templadas y cálidas del litoral atlántico y mediterráneo, entre las que destacan Salicornia Fruticosa o sosa alacranera, Salicornia anceps o sosa de las salinas, Salicornia herbácea o polluelo. Familia Quenopodiáceas.

Por su parte, la Real Academia no la tiene registrada tal cual, sino como “salicor (Del cat. salicorn).1. m. Planta fruticosa, vivaz, de la familia de las Quenopodiáceas, con tallos ramosos, rollizos, nudosos, de color verde oscuro y de cuatro a seis decímetros de largo, sin hojas y flores pequeñas, verdes y en espigas terminales. Vive en los saladares y por incineración da barrilla”. 

Hay quien las llama “plantas rodantes”, dado que su forma redondeada y reseca al final de su temporada vital, las hace circular sobre sí mismas cruzándose ante nuestros vehículos, a menudo de forma sorpresiva, lo que puede ocasionar algún que otro sustillo a conductores poco avezados.

En el mundo de la política también nos sorprenden los salicornios, esos diputados, senadores, ministros, consellers, alcaldes o concejales que irrumpen en nuestras rutas vitales, cruzando de arcén a arcén, sin apenas previo aviso. Son vivaces, nudosos, a menudo sosos, suelen subirse por las ramas y en ocasiones hasta alacraneros (tercera acepción: “conjunto de personas intrigantes o inescrupulosas”). Y desde luego, ruedan todo lo posible negándose a dejar de existir.

En todo caso, los ciudadanos nacemos con el gen de la duda y damos por sentado, votemos a quienes votemos, que los elegidos tendrán casi seguro una o varias de estas cualidades. Para lo que no estábamos preparados es para contemplar el espectáculo que la cúspide judicial, ya saben a qué me refiero, no es preciso citar los órganos ni las instancias.

No me imagino al presidente del gobierno —sea del color que sea—, o a uno de una comunidad autónoma, negándose a ser sustituido mediante la no convocatoria de las precisas elecciones cumplido el periodo máximo para el que fueron votados. Estos jueces —los unos y los otros— que se niegan a ser reemplazados, lejos de ser salicornios, prefieren enraizarse a machamartillo, quizás más que por convicción, porque están bien abonados por los presupuestos del Estado.

Toni Gil

Periodista.

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