Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Debatiendo

Los Poncio Pilato del siglo XXI

Cristo frente a Pilatos en una pintura de 1723 con la inscripción "Cristo frente a Pilatos, donde empieza su sufrimiento". La pintura se encuentra en la parroquia de San Nicolás, en Etzelwang (Alemania). Fotografía de Wolfgang Sauber (Fuente: Wikimedia).

Poncio Pilato pretendió justificar su falta de fortaleza, a pesar de tener en sus manos los elementos necesarios para emitir una sentencia recta y justa. Su cobardía, encubierta por un gesto externo (lavarse las manos diciendo “inocente soy de la sangre de este justo; vosotros veréis”), termina por condenar a muerte a quien sabe con certeza que es inocente. Frente al riesgo de perder el cargo de gobernador que el César romano le otorgó, no duda en sacrificar, con la muerte ignominiosa, a quien sabe y reconoce que es totalmente inocente. Inocencia o culpabilidad del reo nada le importan; lo verdaderamente importante para él es mantener el cargo o, lo que es igual, el aprecio y la amistad con el emperador.

“En esta vida, señores, nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”. Si este cristal con el que miramos es transparente y limpio de toda mancha de egoísmo y bastardos intereses, obtendremos la verdad y ella nos facilitará la necesaria libertad para obrar justamente absolviendo al inocente y, apiadándonos del culpable, dictar, no obstante, justa sentencia de condena.

Repito: a Poncio Pilato todo le es igual salvo una cosa, perder el favor del César de Roma, al que debe el puesto de gobernador de Judea. Desea complacer a su esposa que le había avisado: “no te mezcles en el asunto de este justo” (Evangelio de San Mateo, capítulo 27, versículo 19). Pretende, y lleva a cabo, una estratagema para salvar a quien considera inocente, ello acogiéndose a la tradición de perdonar a un preso reo de muerte por la celebración de la Pascua judía. Pero su gran sorpresa es que su subterfugio, o posible escapatoria teatral, no sólo resulta ineficaz e inútil para el acusado y reo de muerte, sino que además inicia y consolida una situación sumamente grave para él. Les da a elegir entre dejar libre a Jesús o al criminal Barrabás. “Los judíos gritaban diciendo: si sueltas a Jesús no eres amigo del César, pues todo el que se hace rey va contra el César” (Evangelio de San Juan, capítulo 19, versículo 12). Pilato lo tiene claro: si no ejecuta al inocente se complica la vida, pues puede ser acusado de hostil o, al menos, de poco afecto al emperador que le mantiene en el cargo.

Poncio Pilatos y un centurión romano en el paso del misterio «Jesús de la sentencia» de Rafael Fernández del Toro, 1955. El paso se conserva en el Museo de la Hermandad Macarena de Sevilla (Fuente: Wikimedia).

Además, el reo no protestaba y había servido para rehabilitar las relaciones con Herodes, que últimamente estaban muy deterioradas. Pilato corrobora, una vez más, que se puede hacer política y obtener provecho y beneficio con casi todo. ¿Qué importan la vida o la muerte, la inocencia o la culpabilidad, el bien o el mal, cuando quien tiene el poder puede utilizarlo en provecho propio? Mantenerse en el poder a costa de “lo que sea” es real y solamente daño para los otros y beneficio para quien lo permite o incluso lo realiza. Es la política de los miserables. No tengo ningún impedimento para proclamar a los cuatro vientos que quienes, por una causa o por otra y siempre para su propio beneficio, hacen o permiten el daño de inocentes, pudiendo evitarlo, son unos auténticos miserables.

Estamos más que hartos de esta guerra dialéctica e inútil entre políticos de distintos partidos que tantas veces pierden el debido y recíproco respeto, se insultan y descalifican de mala manera. Y lo hacen casi siempre (como Poncio Pilato) por mantenerse en el cargo o tratando de acceder a él. A esos señores políticos (debería borrar lo de “señores”) me dirijo y les digo: ¡la Guerra Civil acabó en nuestro país hace más de ochenta años! Sus antecesores, con  buen criterio, hicieron la Constitución y los Pactos de la Moncloa y la Ley de Amnistía. Esa Constitución, cuyo refrendo hemos celebrado el pasado día 6, y que muchos de vosotros interpretáis a propósito muy torcidamente para conseguir manteneros en el poder, no puede ser maltratada para seguir en vuestros cargos políticos, sean de concejal de un pequeño pueblo perdido en la montaña, o de presidente del Gobierno.

José Ochoa Gil

José Ochoa Gil es abogado y colaborador de “La Verdad” y el seminario “Valle de Elda”, y en Alicante con la revista trimestral “Punto de Encuentro”, editada por CEAM Parque Galicia.

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