Educar desde la diversidad: una propuesta para las clases de Lengua

¿Se ha incluido en nuestro modelo educativo la realidad LGTBIQ? ¿Se tiene en cuenta la identidad de género y la diversidad afectivo-sexual en los currículums de nuestros niveles de formación primaria y secundaria? A pesar de los avances legislativos en materia de derechos de igualdad y de las propuestas de la OMS que reclaman una educación sexual que incluya el disfrute de la actividad sexual y deje aparte las creencias inhibidoras y perturbadoras, la escuela no ha cambiado su discurso. Esta es la conclusión de Guillermo Soler Quílez, profesor asociado en la UA y profesor de secundaria, en su estudio recientemente presentado Lecturas arcoíris para las clases de Lengua: aproximaciones a la pedagogía queer. Una publicación en una editorial pública, la Universidad de Castilla-la Mancha, que pretende evidenciar la fuerte resistencia a la inclusión de la realidad LGTBIQ en el sistema educativo.

Como apunta el autor, para la escuela, la sexualidad sigue ocupando un espacio privado. Por este motivo, se defiende tras la tendencia a perpetuar la norma y a mantener la percepción negativa y discriminatoria sobre las distintas identidades de género y de diversidad afectivo-sexual. El estudio, procedente de la investigación que supuso su tesis doctoral, realiza una revisión actualizada de la pedagogía queer, desarrollada a partir de la teoría del mismo nombre, para que entendamos la propuesta de generar el conflicto para posibilitar los cambios. Así, Soler Quílez analiza diversos textos literarios que pueden fomentar a este cambio de paradigma y de sensibilización de nuestro alumnado, como el álbum ilustrado, los cómics o textos procedentes de la literatura popular. Todo ello, para ofrecer a los educadores unas lecturas actualizadas que no fomenten la intolerancia y que ofrecen nuevos modelos familiares de manera positiva.

¿Por qué seguimos observando estas reticencias a conseguir currículums inclusivos? ¿Por qué algunos centros educativos siguen sin intervenir frente a conductas sexistas, homofóbicas o transfóbicas? El hecho de no pararlas alimenta situaciones de acoso que alimentan una cultura de la violencia de ataque a quien es diferente. Seguramente porque dentro de una visión tradicional de la escuela, frente a la prevención a estas actualizaciones, se acusa a este tipo de pedagogía de «querer adoctrinar» o de «convertir» al alumnado. Nada más lejos de la realidad y más distorsionado, ya que lo único que se intenta es invitar a la reflexión en torno al proceso de la construcción de la identidad. ¿Por qué algunas mentes retrógradas piensan que por ampliar la información a nuestro alumnado les estamos «manipulando»? ¿De verdad observamos a nuestro profesorado como «representantes de sectas ideologizadas» que pretenden acercar a sus estudiantes a su posicionamiento ideológico?

Quienes se escandalizan porque un libro infantil como Paula tiene dos mamás (Lesléa Newman, 2003) representa un nuevo modelo familiar es porque no entienden la realidad. Esconderla no representa que la cambiemos. Tenemos que seguir denunciando la violencia que generan las rígidas normas de género para poner en relieve el carácter construido de los estereotipos de género. Todo ello para fomentar actitudes contrarias al sexismo, la homofobia y la transfobia. Promocionar la valoración de la diversidad sexual no es un acto ideológico, sino de comprensión de la sociedad que vivimos. No tengamos miedo a la diversidad y la variedad: perderemos la esencia como seres humanos. Esa es, sin ninguna duda, una de las mayores diferencias con el resto de las especies animales que poblamos este planeta. Seamos, pues, más humanos: vivamos la diversidad como un elemento de riqueza y de concreción de nuestra especie. Pintemos de arcoíris nuestro entorno y, sobre todo, las aulas de nuestras escuelas y centros educativos.