Dice Antonio Basanta Reyes, doctor en literatura hispánica y autor de más de 40 libros, que:
“Nunca se había producido un hecho semejante: Que un Dios viniera a este mundo para los más pobres, para los más desvalidos, para los más humildes y sufridores. Y que quisiera hacerlo como muchos de ellos: en la sola compañía de sus padres, en el sencillo y profético acompañamiento de dos animales, en el más desangelado y mísero de los recintos… En ninguna de las anteriores sagas mitológicas, de las religiones precristianas, un hecho semejante había tenido lugar. Y es que Jesús, desde el primer momento de nacer, quiso expresarnos su MENSAJE FUNDAMENTAL que no es otro que el del AMOR UNIVERSAL, plasmado en su voluntad de hacerse hombre, para como hombre nacer y como hombre morir”.
“Las fuentes primarias de nuestra fe son las Escrituras y la Tradición”. Así lo dejó escrito el Cardenal Tomás Spidlík, fallecido en 2010: “La palabra ‘tradición’ expresa un concepto amplio. Contiene todo lo que nace en la Iglesia bajo la influencia del Espíritu Santo, la vida permanente de Dios. En el sentido más estricto tenemos, en la tradición especialmente los escritos de los ‘padres’, es decir de los obispos y escritores de la Iglesia antigua, que defendieron la doctrina ortodoxa en el Concilio de Nicea (325) y, posteriormente, contra las falsas doctrinas”. Antonio Basanta nos resalta algo tan entrañable como disponer y montar el belén, que es como “acomodar a Jesús en el corazón de nuestros hogares. Preparar para él todo el microcosmos, poblado de la infinidad de sentidos, verdadera lección catequética, cultural, palpitante de humanidad y de misterio. Porque en el “belén todo es lo que parece”.
Se vislumbran sinuosos caminos de arena y serrín que son la metáfora más precisa de lo que es nuestra vida, también surcada de pendientes y hondonadas, pero felizmente abierta y sosegada cuando llega ante el Portal, cuando se abandona al cobijo de Jesús. Los “altos riscos”, las más imposibles e imaginadas montañas, enlazan, a su vez, con el valor y significado este accidente geográfico en el Antiguo Testamento –el monte Ararat, el monte Moria, el monte Sinaí, el monte Nebo, el monte Sinaí, el Tabor, el Gólgota, el Calvario, entre otros–. No hay belén que se precie en el que no exista un río. Y es que no es sólo un complemento paisajístico indispensable, sino una referencia catecumenal imprescindible. Porque el río de nuestros belenes es el río de la vida, en el que vive Jesús, el pez principal que ilumina y guía nuestras vidas…
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Demetrio: Feliz Navidad. Qué distinto tu artículo del escrito por Merce Pérez. Creo que haré uno yo refiriéndome al tuyo y al de esta chica que casi reduce todo lo navideño al solsticio de invierno. Tócate las narices. Un abrazo. Ramón Gómez Carrión.
Que bonito este artículo que resalta el verdadero sentido de la Navidad .
La llegada del Niño Dios a la tierra para dignificar la pobreza y la humildad!!
Ojalá, Qué esta lección de vida sea aprendida por toda la humanidad!
Un cordial saludo
Pilar Galán