¿Qué está sucediendo en el mundo de la crianza, la infancia y la educación? Durante los últimos años escuchamos con frecuencia términos como «crianza consciente», «crianza natural» o «crianza respetuosa». ¿Qué es? ¿Qué implican? ¿Es que hay algo que cambiar? Todos estos términos se refieren a una misma forma de criar, una nueva manera de relacionarnos con la infancia que requiere de otra mirada y otra forma de relacionarnos con nuestros hijos con las que pretendemos respetar lo máximo posible o en la medida en que podemos el programa que la naturaleza diseñó para la cría del ser humano.
Algunos de nosotros no teníamos bien claro su significado; para mí ha sido todo un camino que he ido descubriendo paso a paso hasta lograr poder dibujar el mapa.
Existen incluso algunos prejuicios al respecto, como que es necesario tener una buena posición económica para poder llevar a cabo una crianza natural. Después de tantos años, la experiencia me ha mostrado que lo realmente necesario es una buena conciencia sobre cuáles son las necesidades de los niños y las niñas con el fin de buscar la manera de satisfacerlas al máximo y sentir la necesidad de llevarlo a la práctica.
Como resultado de estos trece años de andadura, hoy puedo compartir que la «crianza consciente» es aquella en la que el adulto se responsabiliza de su elección de convertirse en padre o madre e intenta conocer y satisfacer las necesidades primarias y legítimas de un niño o niña según el diseño que la naturaleza programó para la cría del ser humano. Es aquella en la que, cuando surge un malestar en el niño, intenta hacer algo para que se sienta mejor y, entonces, su comportamiento mejora como efecto secundario inevitable. La «crianza tradicional», sin embargo, es aquella en la que pensamos que a una cría de humano hay que enseñarle lo que tiene que hacer y, cuando surge un comportamiento no deseado, hacerle algo al bebé o niño para que modifique su conducta, obviando sin embargo aquellos sentimientos o necesidades que lo han provocado y, por lo tanto, no llegando a resolver verdaderamente el origen de dicho comportamiento.
No existe especie animal en el planeta que necesite ser adoctrinada al nacer ni durante su crecimiento, únicamente aprenden las técnicas de caza cuando llega el momento y lo hacen acompañados de sus padres, participando poco a poco. Todas estas criaturas nacen provistas de los instintos y capacidades para la supervivencia de manera natural. ¿Por qué los humanos seguimos empeñados en renunciar a nuestra naturaleza y alejarnos de ella? Cualquier especie que lo hiciera enfermaría…
Una Crianza Consciente permite padres y madres reales, con límites y equivocaciones, pero con la conciencia de qué es lo que tienen entre las manos.
Todo el mundo sabe que un bonito jardín requiere de mucho tiempo, esfuerzo, pasión, amor y dedicación. Lo mismo ocurre con un buen plato de comida, un libro, una cosecha… Sabemos que si plantamos tomates, recogeremos tomates y que su calidad dependerá de los cuidados que les hayamos brindado. A nadie se le ocurriría exigir buenas manzanas a un manzano que plantamos hace unos meses en zona seca, de viento y frío. No nos sorprendería que diera frutos en primavera, cuando el sol da en otro lado y no en el suyo.
¿Qué sucede entonces con nuestras crías, nuestros bebés, niños, adolescentes y jóvenes? ¿Por qué les exigimos resultados sin cuestionar lo que hemos sembrado? ¿Somos conscientes de lo que tenemos entre manos?
¡Te invito a la reflexión!
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