Sin ánimo de ser agoreros, podemos afirmar que este próximo fin de semana Siviero dejará de ser el entrenador del Hércules, si el equipo no vence al filial del Zaragoza. Es toda una paradoja, pero se podría dar el caso de que en esa intercesión que nos lleve entre el sábado y el domingo, de septiembre a octubre, fuera cesado si se produce un mal resultado.
En esta misma sección, la semana pasada decíamos que se habían encendido todas las alarmas, ahora además de encendidas no dejan de sonar, y lo hacen de forma estrepitosa. La sensación de angustia y desasosiego va desde la propia plantilla, hasta el estamento directivo, pasando por el cuerpo técnico.
Era una evidencia que la visita al campo del Ebro era muy dificultosa. Terreno de juego calamitoso, pequeño y de césped artificial, pero las buenas sensaciones transmitidas frente al Elche en Copa del Rey parecían presagiar otra cosa. No fue así, ayer el Hércules perdió por un gol a cero y una vez más se vino de vacío de otro viaje.
El tema o problema ya no es que no alcancemos a los de arriba, que ya están a diez puntos, lo delirante es que, en un equipo confeccionado para pelear por el ascenso, estamos alcanzado a los de abajo. Solamente dos puntos son los que separan al Hércules de los puestos de descenso.
El pobre bagaje de seis puntos logrados hasta la fecha, hace que se haya perdido la paciencia, y podría dar con una decisión tan tajante como curiosa, pues no es habitual destituir a un técnico a las primeras de cambio, ya no en Navidad, sino a finales del propio septiembre o comienzo de octubre. No es que Siviero corra el riesgo de no comerse el turrón, es que prácticamente no había terminado ni el aperitivo.
Solo le vale la victoria y quizá esta semana tenga un aliado, porque el rival que va a visitar el Rico Pérez es uno de los más flojos de la categoría, como así lo demuestra ya en la clasificación, pues no ha ganado ningún partido y los tres puntos con que cuenta son merced a tres empates.
Es por ello que un nuevo tropiezo frente a un rival débil, haría todavía más daño por indignante e inaguantable, aunque tampoco a nadie se le escapa que aún llegando una victoria, o esto da un giro de ciento ochenta grados en un mes, o el preparador herculano está tocado de muerte.
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