Las absurdas teorías sobre el racismo tienen algo que ver con otros delitos, como el del odio.
Si Agatha Christie levantara la cabeza, le iba a cantar las cuarenta a su bisnieto James Prichard no solo por promover que le cambien el título, en Francia, a la más famosa de sus novelas, ‘Diez negritos’, sino, sobre todo, por el motivo del cambio: “acabar con el racismo”. El obtuso descendiente de la genial bisabuela está convencido de que ella era racista o que, por lo menos, colaboró al racismo, posiblemente sin quererlo, en el mejor de los casos.
El bobo solemne de James (acaso menos bobo y menos solemne que Rodríguez Zapatero, de esa manera calificado por Mariano Rajoy) ha impuesto a la editorial ‘Editions du Masque’ que titule la obra original, ‘Ten little niggers’, traducida al francés así: ‘Ils étaient dix’ (‘Eran diez’). Además desaparecerá la palabra ‘negro’ (repetida 74 veces) del texto. Nunca pensé que fuera tan fácil acabar con el racismo. La idea del bisnieto Prichard no puede ser más abracadabrante, pasmosa, desconcertante y sorpresiva.
Otros adjetivos podrían utilizarse. Muchos, menos el de ‘anecdótico’. La decisión del bisnieto (con familiares y asesores que cuidan la herencia de Agatha) indica hasta qué punto han calado las grandes falsedades de algunos ‘antirracistas’ en muchas capas de la sociedad incluso supuestamente cultas. Es una táctica de los activistas de diversa índole introducir consignas terriblemente falsas junto a otras absolutamente verdaderas para engordar planteamientos muy extraños y perjudiciales para el conjunto de la sociedad, de la humanidad.
Coincido con pensadores, escritores y periodistas independientes que califican nuestra época de especialmente vana, falta de grandes intelectuales que marquen pautas de conductas moralmente elevadas en los campos de la política, la economía y la vida social en general. Además, casi todos nuestros políticos son jóvenes exhibicionistas que están más verdes que la albahaca, faltos de madurez para echarse a las espaldas un país desgraciadamente inmerso en crisis que les vienen muy grandes.
Podían, por lo menos, tener cuatro ideas claras, empezando por la defensa del orden constitucional y las instituciones más importantes del Estado. Pero nada de eso. Por el contrario, soportamos un Gobierno de coalición en el que unos son constitucionalistas y otros no; unos defienden a las Fuerzas de Seguridad del Estado y otros no. Y siguen formando (des)Gobierno. Quieren hacernos creer que la orquesta del Gobierno está bien dirigida y suena bien cuando todos los días hay ministros que desafinan y un vicepresidente podemita que amenaza al presidente con no apoyarle en los Presupuestos Generales si le da cancha a Ciudadanos en lugar de a los independentistas catalanes.
Los proetarras se ciscan en la Guardia Civil en Alsasua y la presidenta socialista de Navarra, la socialista María Chivite; la directora general de la Guardia Civil, la prosocialista María Gámez, y el ministro del Interior, el prosocialista Grande Marlaska, mantuvieron un silencio cómplice ante la manifestación contra la Benemérita, acto que constituye un claro delito de odio que solo los cobardes quieren confundir con libertad de expresión. Como no es libertad de expresión injuriar a la Corona ni a cualquier españolito.
Si miembros del Gobierno no defienden a la Guardia Civil en Navarra, Cataluña y el País Vasco, apaga y vámonos. Pero ¿a dónde vamos? No lo sabemos. El capitán del barco navega sin rumbo fijo, siempre a favor del viento, siempre al sol que más calienta… Esto no puede durar mucho tiempo.
No sé qué es peor, si que haya estultos que ven fantasmas en la palabra ‘negro’ y no en la palabra ‘blanco’ o que se esté produciendo un fenómeno de intolerable presión en algunas capas sociales determinando lo que es racismo y lo que no lo es. ¿Cómo se puede acusar de racista a Cristóbal Colón, marino insigne y, como descubridor de América, personaje de leyenda? ¿Cómo unos papanatas malvados logran intoxicar a ciertas masas (espero que no totalmente analfabetas) acusando a Fray Junípero Serra de racista? Los satánicos dirigentes de movimientos violentos en casi todos los países del mundo aprovechan unos acontecimiento racistas, absolutamente condenables y perseguibles hasta el final, para destrozar las ciudades, sus comercios y su mobiliario urbano y hasta causan muertos igualmente inocentes.
Bajo la capa de nacionalismo independentista vasco y catalán (y no solo de los grupos radicales) existen comportamientos racistas y de odio que se intentan ocultar lo mejor posible, pero que se manifiestan antes o después. No hay más que recordar la famosa frase del extinto dirigente del PNV, Arzalluz, sobre el papel de los etarras moviendo el nogal, sin romperlo, para que otros (los peneuvistas) recojan las nueces.
¿Y Sánchez? Hoy se besa con Arrimadas y mañana con Rufián. Tan contento: ¡¡¡salvando vidas y salvando a España!!!
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