Vivir
Me preguntas qué es vivir teniendo en cuanta mi edad,
a pesar de ser la edad un guarismo y nada más.
Pues te diré qué es vivir, con mi edad y con tu edad:
Es un amar y un soñar hasta que deba partir
tu vuelo a la eternidad.
Es ser dueño de grandezas…
que no se pueden comprar con ulceradas riquezas:
Es negativa a adular y estoicismo al enjuiciar.
Es equidad generosa para poder compartir.
Es el azul de los cielos besándote al despertar.
Es todo menos perder el honor y la nobleza
a cambio de un pedestal hecho de halago y poder…
Es todo menos morar en el retiro dorado
que lo amoral te ha donado por tu culto al vil metal.
Es todo menos huir de lo que es tu realidad,
que una cosa es el soñar, estar, y ser, y anhelar,
sentir, ansiar y querer, resiliente hasta morir,
y otra cosa es el huir de la Vida y la Moral,
de lo que es la Humanidad para bien y para mal.
Huir es un dormitar, malgastar y cuatrear
la fortuna de la Vida; la aventura de vivir.
Es algo como atracar en muelles de vacuidad
ayunos de coloridos, y a la vez, un navegar
por alhóndigas de gas… que suele estar corrompido.
Es cambiar por sombra gris, penas, daños y dolores,
ilusión, musas y amores. Es el alfoz y arrabal.
Es el tiempo que se resta a este corto transitar,
que va de la alfa a la omega, errando sin marcha atrás.
Vivir es un caminar por empedrados de nubes
con bulla en la voluntad.
Vivir es filantropía: Es derramar altruismo
por donde quiera que vas.
Vivir es el conjugar, en duradero presente,
los tiempos del verbo amar.
Vivir es un navegar por un depravado mar,
en estuche de cristal sin fallas y sin fisuras,
de un cristal que deja ver el alma a la humanidad,
pero sin contaminar por tan corrompido mar.
¡Vivir es independencia!
Vivir es sobrevolar en este Mundo tan cruel,
tan villano, tan servil, tan bellaco y tan infiel,
por encima del fangal,
bajo unos cielos azules y noches de luna clara,
gozando las cosas bellas…
mientras espera la barca, plácida, serena, calma,
y sin caóticas prisas, de Caronte, en las estrellas.
Del poemario: Desolvidos
¡Ay, si no vives tu vida!
Se acaba tu tiempo, se acaban los plazos,
se acaba el contrato que se firmó ayer.
Te llega la hora envuelta en quebrantos.
Qué pena tan honda, qué sentir tan grande
es pasar la vida de hetera diseño,
sin que sea la tuya, ¡sin ser tú su dueño!,
como una fiel sierva de efímeros dioses,
como un servilismo a vidas ajenas,
a engolados-bobos-costosos-burreños.
¿Por qué la has trucado?
La has hecho irrestricta de bufos de barro:
con tu servilismo a lo que te dejas,
con adoraciones a espurios bastardos,
a pedantes ciegos e indoctos condueños,
entre el centelleo de las candilejas,
¡y qué candilejas!, ¡cuánta idolatría!
¿Y ahora…, cóncavo y vacío al final del viaje?
¡Qué lóbrego viaje!, ¡qué pena este día!,
el más importante de toda la vida…
El resto, ¿qué valen?, ¿qué valen ahora?
El precio que pagas, por pasar tu vida
viviendo la vida de algún fariseo
es el que ahora atisban, es el que ahora lloran,
¡tan desengañados!, tus ojos pasmados,
tus ojos, ¡ahora!, ardiendo de frío...
¡Inmenso baldío lleno de atonía!
¡Sarcásticos ecos de la hipocresía!
Qué poca, qué poca valía tienen esos días
que te deslumbraban, o eso te creías,
por aquellos faros, por aquellas luces…
¡Cómo te atraían sus bellos colores!,
pero no eran faros, ni luces, ni veraces guías,
no eran paradigmas, no eran probidades,
eran apariencias, eran paradojas,
eran..., no eran nada, eran fatuidades,
eran..., no eran nada, eran... sólo eriales.
Emprendes el viaje a tiempos y espacios
que ya son eternos, que son infinitos,
donde tu oro es robo y tu plata es fraude,
donde sólo vale lo que has despreciado,
lo que no se compra ni existe en mercados,
lo que has denigrado, lo que has humillado…
Allí se cotiza Miseria, Penuria, Soñado,
Honor, Indigencia, Virtud, Probidad,
Decoro, Decencia, Dignidad y Moral.
¡Allí es arriesgado ser un hacendado!
Qué pena tan agria es la de ese día,
al ver a tu vida, pasar por delante,
hecha una agonía, tan sola y vacía,
maldiciendo, ¡ahora!, tanta apostasía.
¡Qué incierto camino! ¡Ay, que travesía!
¡Y ya no es posible el dar marcha atrás!
¡Qué triste, qué pena! ¡Qué amarga ironía!
Del poemario: Desolvidos
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