El día que esto escribo –sábado 21– es el de mi septuagésimo quinto cumpleaños. No lo cito en espera de felicitaciones, sino como un punto de referencia temporal. Esta semana me ha dado por reflexionar sobre el estado del mundo al que llegué –aunque probablemente no fui consciente de ello hasta muchos años después– y el que dejaré a mis hijos y nietos, que aunque espero que tarde en llegar no creo que pueda llegar a ser mucho peor que el de hoy. Hemos sido suficientemente inteligentes como para avanzar en muchos aspectos: la tecnología, la industria, la agricultura, la medicina… nos han dejado numerosas muestras de progreso; pero parece evidente que en tres cuartos de siglo no hemos sido capaces de mejorar mucho en las relaciones humanas.
El mundo –éste en el que estamos de paso– no ha sido capaz de prosperar en lo político: tomemos el ejemplo reciente, el de Afganistán, un estado que es miembro de las Naciones Unidas desde 1946, que no ha sido protegido por sus “socios” frente a los histriónicos talibanes –por no calificarlos de otra manera– dejando a sus habitantes olvidados, como sus propios dirigentes a los que les ha faltado tiempo para huir tan cobardemente, como lo han sido sus militares, paniaguados durante años, y cuando han tenido que dar la cara han abandonado hasta los cordones de sus botas.
El mundo –ésta que llamamos La Tierra– no ha sido capaz de proteger su propio hábitat natural. ¿Acaso a persona alguna se le ocurriría taladrar el techo de su vivienda para que la lluvia anegase dormitorios, cocina y otros espacios? Nosotros, los humanos, hemos agujereado nuestra capa de ozono para ¿mejorar? nuestra breve estancia a bordo del planeta. ¿Y qué se ha hecho desde la ONU? ¿Acaso se han impuesto sanciones a quienes han abusado de energías minerales? ¿Quizás han expulsado de tan magna organización a quienes han incumplido con constantes desafueros medioambientales?
El mundo –éste pequeño trozo que ilumina nuestro sol– ha suspendido en materia solidaria: hay no para escribir un libro, sino el contenido de la biblioteca de Alejandría varias veces. Las desproporciones entre las distintas geografías, entre los diferentes continentes, entre los nortes y los sures, son tan sangrantes que ni las numerosas organizaciones no gubernamentales son capaces de taponar ligera o puntualmente tan numerosas brechas.
El mundo, el de las ideologías, también se ha radicalizado, especialmente en lo económico. El liberalismo se ha recapitalizado hasta sus más profundas raíces, y el comunismo… solo un ejemplo: China ha generado tantos muchimillonarios que no hay ábaco que pueda contarlos. Ah…, y las religiones, todas en general, locales o mundiales, asentadas en sus monumentos, sus ritos y sus vacuos mensajes, ni siquiera han rozado la compleja problemática a la que se enfrenta esta ínfima parte del universo.
Debería estar menos pesimista, ya que yo y toda mi familia seguramente nos encontramos entre los privilegiados, y aspiro a que se produzca una continuidad permanente, sin vaivenes drásticos como a los que a miles, cientos de miles, millones de terrícolas, les acaecen, sea vía terremotos sísmicos o sea por guerras, hambrunas, sequías o tsunamis. Así que voy a preparar una barbacoa para mi gente, y tratar de disfrutar, al menos de este día, con la esperanza de que cuando se cumpla el siglo –contando desde cuando nací, en 1946– algo haya cambiado, aunque sea ligeramente, a menos peor.
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Estimado Toni: no puedo estar más de acuerdo contigo, sobre el sentimiento de falta de avance del mundo en materia de solidaridad y relaciones humanas.
De cualquier forma, me has hecho pensar en esta cuestión y defiendo que sí se han hecho progresos. Evidentemente tú y yo sabemos que andamos muy alejados de lo deseable. Por poner un contrapunto a tus ejemplos, a fin de nivelar esa balanza, imaginemos la Rusia de los zares, por no irnos más atrás y la Rusia actual, me quedo con la actual, quiero pensar que la población vive mejor.
Pensemos en los transplantes de órganos, cada vez más personas donan los órganos de sus familiares o se inscriben en asociaciones para donarlos.
Sobre los talibanes ni que decir tiene que nuestra sociedad occidental no puede aceptar el ideario talibán sobre la mujer, pero soy de la opinión que es el pueblo afgano quien tiene que tomar las riendas y hacer su evolución o revolución y no tratar de intervenir con el pretexto del abuso que supone para nuestra sociedad el maltrato y la vulneración de los derechos de la mujer y de los hombres en un país y de paso llevarme la riqueza de su tierra sin apenas hacer nada por ellos.
Hoy en día, cada vez que ocurre un desastre como el de Haití hoy, el mundo reacciona y aporta su ayuda, antes, por la falta de medios de comunicación o de transporte, esos lugares no levantaban cabeza.
Bueno, en definitiva, que espero que tus deseos de una sociedad más solidaria se hagan realidad, que la barbacoa saliera rica y que no dejemos de ocuparnos todos de ir mejorando el mundo para las generaciones venideras.
Un saludo.
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