Viernes 5 de octubre, Flint, condado de Genesee, estado de Michigan, una de las plazas clave el próximo 5 de noviembre, el “Election Day”, la jornada donde cerca de 250 millones de personas, inscritas previamente en los censos, escogen a la persona que ocupará el sillón del imperio que hoy por hoy, económica, militar y culturalmente domina el mundo. Hoy por hoy. La candidata demócrata Kamala Harris exclama, proclama, repite “quedan 32 días… quedan 32 días… quedan 32 días” ante su desconcierto y desazón tras quedarse sin el apoyo del teleprompter en una ciudad menguante que vivió su cénit en la década de los sesenta al calor y al motor de la industria automovilística.
Cien kilómetros más allá, Detroit, la capital económica, que no administrativa, pues es Lansing, es puesta como decadente y exportable espejo por su contrincante Trump de lo que puede ser todo el territorio e industrias americanas de no erigirse, de nuevo, como presidente de los Estados Unidos de América.
Las dos próximas semanas volveremos a asistir al clásico, para quienes lo seguimos de manera próxima y recurrente cada elección desde los caucus y primarias, así como las elecciones de midterms, error europeo y patrio de europeizar las elecciones estadounidenses. Es a mi juicio un clamoroso error de análisis así como construye un flaco y doloroso favor hacia la opinión pública por parte de la opinión publicada, siguiendo la diferencia evocada en su día por Felipe González.
No se puede analizar desde el prisma europeo el sistema, idiosincrasia y elecciones de los votantes americanos aplicando esa misma percepción y, además, tomándola como la más elevada y por tanto la únicamente válida. Como indicaba Lakoff, el célebre autor —y recomendable— de No pienses en un elefante, en su obra Puntos de reflexión, Manual del progresista, de relectura semestral o anual para un servidor, en la política: “Dominar el análisis de los marcos significa tomar conciencia de nuestra propia mente y de la mente de los demás. No es una tarea sencilla. No nos educaron para tener conciencia de los marcos, las metáforas y las visiones morales. Nos educaron en la creencia de que sólo existe un sentido común y que es el mismo para todo el mundo. No es así”.
Cuando este artículo vea la luz digital, fibra óptica y click mediante, quedarán apenas 15 días para el espectáculo americano electoral. Acompáñenme a conocer diez claves para seguirlas con plena solvencia y conocimiento:
- El Colegio Electoral
Estados Unidos utiliza el sistema del Colegio Electoral para elegir al presidente. Cada estado tiene un número de electores igual a su número de senadores (siempre 2), más sus representantes en la Cámara, que se basa en la población. En total, hay 538 electores, por tanto, se necesita una mayoría de 270 para ganar la presidencia.
A día de hoy, podríamos pronosticar que los demócratas del binomio Harris/Walz encabezarían ligeramente la elección al tener asegurados, consolidados 226 representantes frente al ticket electoral Trump/Vance que aglutina 219. Ambos bloques sumarían 445, es decir, nos faltarían 93 representantes para completar la composición. ¿Cómo llegamos a estas cifras? ¿Por qué no contabilizo, por ahora, esos más de noventa? Veamos el peso de cada estado y los “estados péndulo” o ‘swing states’ para completar el puzzle. - Peso de cada estado y estados clave
Como hemos comentado, cada estado tiene un número de representantes en función de su población, siendo California, demócrata desde 1992, con 54 electorales quien presenta el mayor peso. Le sigue Texas, con 40, y republicana desde 1980, Florida, con 30, Nueva York, con 29, y así sucesivamente hasta los estados más pequeños, como Wyoming, Alaska, y Vermont, que tienen solo 3 electores cada uno (2 senadores y 1 representante). Podrá apreciarlo mejor en este mapa:

La experiencia electoral, unida a las encuestas con claros porcentajes de victoria para una u otro candidato, señala cómo Kamala Harris contaría a día de hoy con 226 representantes consolidados gracias a los estados de la Costa Oeste con California (54) como joya de la corona demócrata unido a Oregon (8) y Washington (12), así como la mitad norte de la Costa Este desde Virginia hasta Maine, con la excepción de Pensilvania (19), uniéndole en el Sur el estado de Nuevo Méjico (5), Colorado (10), y Minnesotta, en el Norte, también con 10 representantes.
Con la misma lógica, el partido republicano comandado en 2024 por Donald Trump tiene garantizados Texas, con 40 electores como máximo exponente, Florida, con 30, por resaltar estos importantes feudos frente a la importancia de los estados de la Costa Oeste demócratas, más la mitad sur de la Costa Este, descontando Carolina del Norte (19) y Georgia (19). Todo el medio oeste y centro estadounidense se tiñe de rojo, el color republicano, desde Montana y las Dakotas hasta Texas y Luisiana, subiendo hasta el Norte por Iowa, Indiana y Ohio, pues Illinois es territorio azul. Este vasto territorio, numeroso en cantidad de estados con menos de 10 representantes, la inmensa mayoría le alza a Trump con 219 electores muy consolidados.
Por tanto, las elecciones de 2024 se juegan en siete estados clave: Wisconsin (10), Míchigan (15), Pensilvania (19), Carolina del Norte (16), Georgia (16), Arizona (11) y Nevada (6), que podrían decidirlo todo. Estos «swing states» reparten 93 compromisarios, el 17 % del total, y la diferencia entre Harris y Trump en las encuestas es mínima, a menos de tres puntos. En el Cinturón del Óxido (Wisconsin, Míchigan, Pensilvania), Trump rompió la tradición demócrata en 2016, captando a los descontentos de la desindustrialización. Los estados sureños de Carolina del Norte y Georgia, antiguos bastiones republicanos, también podrían sorprender.
Es aquí donde los candidatos van, y ya están, centrando sus actos de campaña y volcando sus recursos en medios, así como presencia puerta a puerta, votante a votante para alzarse con la victoria.
Saquemos la calculadora. Trump, 219 electores hoy, gana Carolina del Norte, Georgia y Pensilvania, 51 electores, y lograría los 270 ansiados para abrir de nuevo la Casa Blanca. El puzle, esa noche, es apasionante.
- ‘Winner-takes-all’
El sistema mayoritario en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, conocido como «winner-takes-all», juega un papel crucial en cómo se distribuyen los votos del Colegio Electoral. Este sistema es aplicable en 48 de los 50 estados, con la excepción de Maine y Nebraska, donde el candidato que obtiene la mayoría del voto popular en un Estado, ya sea por un margen estrecho o amplio, se lleva todos los votos electorales que corresponden a ese estado. No importa si el candidato gana por un voto o por un millón de votos. Si logra la mayoría en ese Estado, obtiene el 100% de los votos electorales.
El sistema «winner-takes-all» provoca que los candidatos se centren en unos pocos estados competitivos o «swing states», en lugar de tratar de ganar el voto popular a nivel nacional. Los candidatos invierten más tiempo y recursos en estos estados, ya que son los que realmente pueden inclinar la balanza en la elección, como veremos a continuación. - Fiesta democrática y espectáculo económico
Al contrario que la perspectiva europea, las elecciones estadounidenses se caracterizan por una transparencia en el apartado económico de las campañas mucho más evidente que al que acostumbramos en nuestro entorno. El comité de campaña de Harris, sabemos, ha recaudado hasta la fecha un total de cerca de 700 millones de dólares, mientras que el comité de campaña de Trump ha logrado superar los 300 millones, con Elon Musk como principal y más visible y mediático mecenas.
Asimismo, ese mismo 5 de noviembre, los estadounidenses, además de elegir al presidente o presidenta, decidirán sobre todos los escaños de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, en un contexto donde los republicanos controlan la Cámara y los demócratas el Senado. Los votantes, los ciudadanos, también seleccionarán gobernadores y fiscales en algunos estados, tantos como 11 y 10 respectivamente. Además, como es característico y a su vez apasionante, la jornada electoral estadounidense tiene un componente democrático único, ya que se someterán a votación propuestas relevantes como el aborto, destacándose los referéndums en Montana y Arizona sobre su legalización o limitación. - Fechas Clave del Proceso Electoral
Sin otro debate entre candidatos a la vista, una vez el equipo de campaña de Trump ha rechazado el reto de Kamala Harris, quien a su vez recogía la invitación de la CNN, para enfrentarse dialécticamente el 23 de octubre, las fechas a marcar en el calendario son las siguientes:
- “Election Day”. Primer martes de noviembre, 5 de noviembre.
- Entre el 24 de noviembre y primera semana de diciembre culminarán las diferentes validaciones y certificaciones del escrutinio en los estados, cada uno de ellos con un sistema de verificación y fechas diferenciadas.
Culminado el paso anterior, y ya entrados en el mes de diciembre, se reunirá formalmente el Colegio Electoral, recordemos conformado por 538 electores, para votar por el presidente y el vicepresidente.
Prepare una barbacoa, póngase una oscarizada película, algo de country y a la madrugada conecte, seguro, con algún especial nocturno. Mejor todavía, sintonice un partido de basket con el verdadero rey, King James, mientras suena de fondo ‘Born in the USA’ del Boss Springsteen al mismo tiempo que esa maravilla de rookie angelino llamado Knetch levanta el Staples Center con un triple ante la atónita mirada de Bronny.
- 6 de enero: El Congreso certifica los resultados.
- 20 de enero: Toma de posesión presidencial en la Casa Blanca.
El tono de campaña, lo apretado de las encuestas, el ingente presupuesto y lo inusitado de una precampaña con cambio de candidato en los demócratas y dos intentos de asesinato al candidato republicano entre medias -uno de ellos televisado en riguroso directo- van a caldear más si cabe, hasta lo inverosímil, los días previos, y seguro los posteriores, de la elección americana. Una elección donde para resaltar la importancia de Estados Unidos podríamos de nuevo parafrasear a Lakoff, quien a propósito de las iniciativas estratégicas señalaba: “El pensamiento más poderoso es el pensamiento estratégico. No se trata sólo de pensar adelantándose al futuro, sino de cambiar el contexto del pensamiento y de la acción. Se trata de desencadenar muchas cosas, poniendo en marcha tan solo una cosa”.
El voto profundo de un habitante de los estados clave el martes 5 de noviembre, cual efecto mariposa, puede fijar el rumbo del transatlántico americano y del mundo.
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