Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

Si yo fuera Messi no habría echado un órdago a Bartomeu sin cartas

Leo Messi. Fotografía: L.F. Salas (Fuente: Flickr, Wikimedia).

En el fútbol, como en cualquier profesión, uno tiene que pensárselo muy bien antes de tomar una decisión, teóricamente irreversible. sin contar con todos los pronunciamientos favorables. Leo Messi echó un órdago a Bartomeu dejándose llevar por el corazón más que por la cabeza. El amor por el Barcelona no le salvó de su odio a un presidente que le engañaba con palabras aduladoras, evidentemente falsas, hasta hacer estallar la furia del mejor futbolista de la historia y no solo del Barça. Si Messi quería ganar la partida de mus, debería haber jugado mejor sus cartas. Bartomeu era más peligroso de lo que Messi creía y eso le ha llevado a tener que tragarse el burofax en que le comunicaba al presidente que se olvidara de él para siempre. Ahora habrán de vivir en la misma casa unos meses aunque no se dirijan la palabra. Muy triste eso de vivir juntos pero habiéndose divorciado oficialmente.

Piensan algunos que Messi no es sincero cuando habla de su amor barcelonista conjugándolo con su deseo de abandonar el club. Yo lo creo sinceramente. Llevan 20 años unidos sentimentalmente y el amor no está reñido con que, en un momento como el actual, el jugador quisiera dar un giro a su vida, aunque fuera equivocadamente. Eso no tiene por qué mermar el afecto por el club, una entidad que no debe identificarse con sus dirigentes, ni con sus futbolistas; que está por encima de directivas y de plantillas de peloteros y que, en todo caso, con quien más se identifica es con la afición. Eso vale para este caso y para todos los clubs de cualquier especie.

Pasa como con los políticos, que van pasando uno tras otro, pero España permanece. Atrás quedaron Rajoy, Zapatero (al que echan de menos en Venezuela, no por estas tierras), Aznar, González… y los pésimos dirigentes de la Segunda República que tanto gustan a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias (el dúo dinámico del momento), de los que no sabemos cuánto ‘resistirán’. Pero pasarán. No hay mal que cien años dure ni España que lo ‘resista’. Pues ya repito que con el Barcelona pasa lo mismo. Bartomeu y Messi pasarán, aunque Messi con gloria y Bartomeu con pena, pena de presidente.

Dicen que, cuando haya nueva directiva blaugrana dentro de unos meses, acaso los flamantes rectores del club convenzan a Messi para que termine su carrera en el Barça. Si yo fuera Messi le haría caso a su hijo mayor y me quedaría con la familia en Barcelona, donde lleva el astro viviendo 20 años; donde han echado raíces; donde tienen amigos; donde ha conseguido más de 30 títulos individuales y colectivos, entre ellos cinco balones de oro y otras tantas botas áureas, un montón de ligas hispanas y cuatro Champions League.

No tiene sentido pensar que por cambiar de equipo va a conseguir más Champions. Un poco de humildad le vendría bien a Messi, el mejor jugador de la historia con permiso de Di Stefano, Pelé, Cruyff, Maradona… Ninguno es un dios. Maradona se lo creyó y devino en ídolo de barro por su mala cabeza. Messi tiene mejor cabeza. Le ha fallado en esta ocasión. Lástima que su corazón barcelonista no pueda conectar con la afición en un abarrotado Camp Nou, por culpa del coronavirus, cuando empiece la Liga. Messi se merece lo mejor. Y lo mejor no tiene nada que ver con el dinero. Del dinero del fútbol hay mucha tela que cortar. No solo por los sueldos de los futbolistas. Pero ese es otro asunto.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

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