Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Órdiga, caracolillos y melocotones

Fotograma de la película "Novatos" (2015).

Caro ignoto (Querido desconocido)

Permíteme, querido maestro, que hoy y desde aquí, como alicantino, te cuente alguna historieta pasada en mis tiempos mozos universitarios que es posible te haga sonreír un poco y, por salir un tanto de tus queridas reflexiones con las que nos vienes apabullando día sí y día no, que aunque nos ponen serios y meditabundos, te aseguro maestro que  nos encantan, ya que, como siempre, nos hacen pensar en lo que somos, en lo que queremos y de cómo y de qué maneras debemos reaccionar en las acciones de nuestras vidas.

Y ya está bien, querido maestro, de preludios, para ponerte en conocimiento de lo que te quiero contar.

Estos hechos ocurrían cuando ingresábamos en la universidad y muchos de nosotros no teníamos más remedio que residir en lo que por aquellos tiempos se llamaban residencias o colegios mayores donde convivíamos alumnos de distintas profesiones como serían filósofos, arquitectos, médicos, ingenieros, agrónomos y otras titulaciones de ciencias que, al ingreso en el colegio, los alumnos más viejos que ya residían años anteriores, a los que llegábamos nuevos nos infringían lo que por entonces se llamaban, “LAS PUTADAS” —y ya te digo, querido maestro —que eran “CÉLEBRES  PUTADAS” que ahora desde nuestra ancianidad y recordándote, estoy seguro que tú también, más o menos, también las tuviste y en  aquellos avatares romanos de rencillas, envidias, clases sociales  —¡Qué había de considerarse cómo despreciabais a los esclavos y a todos aquellos que no tenían titulación romana que no podían intervenir en vuestras vidas  de ninguna manera —.    

Y perdóname este inciso recordatorio tuyo que nos daría para escribir páginas y más páginas. Pero como es que no veníamos para ello, quiero tomar el hilo de las CÉLEBRES PUTADAS que en mi colegio mayor se daban a los que iniciábamos nuestras carreras universitarias… Ellas ocurrían en los primeros quince días de empezar los cursos y podrían ser realizadas a cualquier hora del día o de la noche y en especial tras las cenas y las reuniones obligatorias en la sala, o salón de reuniones de todos los colegiales.

A muchas de estas PUTADAS asistían los profesores que por circunstancias convivían en el colegio e incluso en algunas de ellas se encontraba el director del colegio. Estas putadas podían ser pintarrajear a uno o varios “novatos”, a los que incluso y mientras se puteaba a algún otro, se les cubría la cabeza con una toalla y se les plantaba una papelera que tenían que mantener hasta el final de todos los puteos que se fueran realizando a todos los demás colegiales novatos.

En mi promoción fuimos diez los puteados. A mí, y en pura “pelota viva, tapado con una manta, se me “manteó” en un jardín público que había frente al colegio mayor, a las doce de la noche, por no sé cuántos colegiales mayores.

En ésta misma sesión nocturna, uno de los profesores le preguntó al puteado joven bien puesto y trajeado que ingresaba hacía pocas horas de la tarde: “Usted, ¿qué va a estudiar?”. Aquél contestó: “Medicina”. “¿Y sabe usted lo que es esto?” —y le mostraba una botella de cerveza vacía que acababa de tomar. “Pues sí señor, es una botella de cerveza vacía”. “Ande usted, mala entrada va a tener en la carrera de medicina, este elemento es el masturbador manual de Heindehain. Así que tómelo, vaya a su habitación, quítese ese bonito traje que lleva y practique e inmediatamente vuelva aquí y explíquenos los resultados obtenidos”. Aquél se marchó inmediatamente.

“A ver, usted” —preguntó a un joven delgado, bien puesto, con formas y maneras de esmerada educación, yo diría incluso, aristocrática educación — ¿Qué va a estudiar? El preguntado contestó: “Derecho”. El que preguntaba era profesor en una de esas materias de la carrera: “¡A ver!, diga usted un taco fuerte y sonoro, que todos lo oigamos”. El interpelado contestó inmediatamente: “¡órdiga!”. La carcajada de todos los asistentes fue estentórea y duró varios minutos. El viejo profesor continuó interpelando: “Le he dicho que diga usted un taco duro y sonoro”, y el otro, con una voz atiplada y un tanto llorona exclamó “Caracolillos”. La risotada pública fue de tal índole que a todos se nos saltaron las lágrimas hasta el suspiro final. “Por favor” —le volvió a interpelar el viejo profesor de derecho —. “Vuelva usted a repetir un nuevo taco firme y contundente” y el interpelado, sin inmutarse lo más mínimo y con voz más atiplada y sonora dijo: “Melocotones”.

Todavía, querido y recordado maestro, estoy sonriéndome por aquel recuerdo de mi juventud en aquellos tiempos pasados que ya nunca volverán.

Ángel Mota López

Licenciado en Medicina y Cirugía en 1969, por la Universidad de Valencia; diplomado en Sanidad Pública Nacional, Gerencia de Jefes de Servicio, Estudios Clínicos Controlados y RCP; titulado en Especialista en Medicina Interna y Especialista en Medicina Intensiva y Máster en Gestión y Dirección Hospitalaria.
He realizado docencia para posgraduados en la Unidad de Cuidados Intensivos entre 1982 y 1987 en el Hospital de Elche y en la facultad de Medicina de la Universidad de Alicante y he dirigido cursos de RCP y el I Curso de Medicina de Urgencias, entre otros. Además, he sido profesor del Máster de Urgencias de la Universidad de Alicante entre 1989 y 1992.
Fui jefe de sección de UCI en el Hospital General de Elche hasta 1993, año en que pasé a ser médico jefe de Servicio de UCI, siendo también miembro de la Junta Facultativa de dicho hospital y exdirector gerente-médico del Hospital General Universitario de Alicante y fundador de la Sociedad Medicina Intensiva del País Valenciano (SMI-PV).
Fui nombrado Hijo Predilecto de Pinarejo (Cuenca) en 1998 y Alicantino de Adopción en mayo de 2019. En junio de 2019, el Colegio de Médicos de Alicante me entregó un diploma conmemorativo por haber cumplido 50 años de profesión médica.

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