El problema de los ‘menores no acompañados’ necesita de planes inteligentes y generosos, incluidos los preventivos
Hablar de inmigración ilegal en general y de la infantil en particular es tarea que se me antoja casi imposible de abarcar y muy difícil de acometer con las más elementales garantías de acertar en el diagnóstico, cuestión indispensable para intentar aportar soluciones. El problema es enorme. Contaba, hace unos días, un famoso periodista que, en tiempos de Felipe González al frente del Gobierno, el ministro de Exteriores, Fernández Ordóñez, le confesaba que uno de los más grandes problemas al que se enfrentarían Europa y singularmente España en el inmediato futuro iba a ser el de la inmigración desde África, que no era, ni es, de momento, lo que se dice de la América hispana, el continente de la esperanza.
Lo que está ahora de actualidad candente es la inmigración infantil. El título de esta miniserie de artículos que pretendo escribir me lo ha sugerido, parcialmente, un escrito del eminente catedrático de Derecho Internacional de la Universidad de Alicante publicado recientemente en el periódico Información con este encabezamiento: “No son menas, son niños”. El asunto y el escritor (éste una figura de enorme prestigio mundial) invitaban a la lectura. Deja muy claro Desantes que toda la legislación internacional y nacional sobre los derechos de los inmigrantes menores de edad obliga al Estado a cuidar de ellos y eso afecta al Gobierno central, en primer lugar, y a las autonomías. Y sin paliativos.
El problema no es el qué sino el cómo. Tienen ambos gobiernos que concertarse para garantizar la formación de esos niños en igualdad con el resto de los niños nacidos en España. El ideal sería llegar a un amplio consenso entre los partidos políticos renunciando a la guerra de guerrillas de siempre para imponer una visión de Estado. “Las políticas de bienestar infantil —escribe Enrique López en La Razón— deberían estar centradas en proporcionar a estos menores un entorno que promueva su desarrollo integral. Esto incluye la creación de servicios especializados y programas de asistencia que aborden sus necesidades específicas, si bien no cabe duda de que a quien le corresponde generar los recursos necesarios es al Gobierno central, el cual, a su vez, está obligado a un control de fronteras más riguroso y eficaz para prevenir la inmigración ilegal incluyendo la entrada de menores”.
Otro escritor, Gregorio Morán, cuestiona las intenciones del Gobierno central utilizando el tema de los menores inmigrantes para justificar el ataque a la oposición cuando ésta denuncia la entrada ilegal de marroquíes y subsaharianos, en general, sin política alguna eficaz para el control de fronteras. “Sólo un idiota, ciego o suicida cuestiona la emigración cuando el país sobrevive en muchos ámbitos gracias a ella. Pero se trata de un asunto de Estado, no sólo de Gobierno, a menos que la izquierda institucional considere que los ‘menas’ innombrables puede ser de alguna ayuda en su batalla por el relato. Lo importante es el discurso. No sólo trampean, sino que, además, quieren que les felicitemos por sus buenos sentimientos”.
Los obispos españoles, empezando por los canarios (Canarias sufre con la mayor virulencia el problema de los menores inmigrantes no acompañados), rechazan la instrumentalización ideológica y los discursos alarmistas que puedan tener lugar en torno a menores inmigrantes o al complejo fenómeno de las migraciones. Alientan las propuestas positivas y respetuosas en el plano político “para materializar la solidaridad interterritorial e invitamos a todos los gobiernos autonómicos a seguir abriendo caminos que favorezcan modelos de acogida integral destinados a promover la capacitación laboral y la integración de estos jóvenes” e invitan a toda la sociedad a escuchar las palabras que el papa Francisco nos dirigió en su carta del 20 de noviembre del 2023: ‘gracias por abrir las puertas del corazón a los que sufren”.
Los obispos de la Subcomisión Episcopal de Migraciones y Movilidad Humana de la CEE (Conferencia Episcopal Española) apoyan la postura de los compañeros canarios: “También nosotros, junto con las entidades de Iglesia que trabajan con y para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes migrantes, subrayamos que su protección e integración es un deber ante las leyes españolas y europeas y un bien moral que todo católico ha de promover… Seguimos creyendo que necesitamos fomentar una cultura del encuentro que nos ayude a crecer como humanidad. Con el Papa Francisco pensamos que “se necesita, por parte de todos, un cambio de actitud hacia los inmigrantes y refugiados; el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o marginación, a una actitud que ponga como fundamento la cultura del encuentro, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor. Invitamos a nuestras comunidades cristianas a fomentar con gestos concretos este espíritu para que el Evangelio siga resonando hoy como buena noticia en medio de nuestro mundo que tanto necesita de esperanza. “El que reciba a un niño como éste en mi nombre a mí me recibe. Y el que me recibe a mí no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado”. (Palabras de Jesucristo recogidas en el Evangelio de san Marcos, capítulo 9, versículo 37).
¿Y qué sabemos de los planes del Gobierno para la formación completa, profesional y humanística de los menas? Muy poco. El ministro para la Transformación Digital y de Función Pública, José Luis Escrivá, ataca a Vox acusándole de que “ha perdido la compasión y la piedad”. Incluso les aconseja que sigan los consejos del papa Francisco acerca de la acogida de inmigrantes, sobre todo menores. Promete acciones del Gobierno, pero no especifica cómo van a seguir los consejos del papa y de los obispos españoles. El Ejecutivo de Sánchez siempre se ha distinguido por atacar a la Iglesia y no parece que, a la hora de programar la formación de los menas, vaya a dar un lugar digno a la educación religiosa, siendo así que muchos de los inmigrantes africanos son cristianos. Parece elemental que, si se quiere integrar a los menas y demás inmigrantes en la cultura europea, se les forme en los valores de este Occidente que, repito una vez mas, es y ha sido de cultura grecorromana y cristiana y que deberá recuperar los valores del pasado, que lo hicieron grande, si es que quiere tener un lugar destacado en la reconstrucción del futuro global. El cristianismo será siempre motor de desarrollo espiritual y progreso económico y social de Europa y del mundo por más que lo combatan ciegamente ideologías destructoras de la dignidad del hombre y de la familia y por más que en el seno de la propia Iglesia surjan, de vez en cuando, personajes siniestros que no le hacen ningún favor, sino todo lo contrario.
El problema de los ‘menores no acompañados’ que llegan de África necesita de planes inteligentes y generosos, incluidos los preventivos. Del porvenir de la inmigración y de las relaciones entre la Unión Europea y África hablaremos otro día. (Continuará).
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