Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Las lágrimas de Abraham. Israel y Palestina

Un dron capta la destrucción en Gaza tras bombardeo de Israel (Fuente: nationalgeographic.com).
Desde hace días estamos pendientes de las noticias que vienen de Gaza. Este episodio empezó con la incursión terrorista de Hamás, asesinando indiscriminadamente a civiles y apresando rehenes, gente inocente de todas las edades, y continúa con la brutal respuesta del ejército israelí masacrando a la población civil de Gaza, destruyendo un gran porcentaje de edificios que va en incremento, así como el número de víctimas. Pero este, hemos llamado episodio, forma parte de un conflicto que empezó hace setenta y cinco años con la incumplida resolución 181 de Naciones Unidas de 1948 que dividía Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe. Esto implicaba aceptar el Estado de Israel. Y se agudizó en 1967 con la Guerra de los Seis Días, cuyo resultado fue, que Israel tomara el control de Cisjordania y Gaza.

Todos hemos visto en imágenes por televisión la preparada y ensayada incursión brutal de Hamás en territorio de Israel para perpetrar el asesinato atroz de inocentes muchas de las escenas, por crueles, no han sido mostradas sino sólo a un grupo de periodistas que no pudieron resistir su visionado hasta el final. Pero antes de ese terrorífico instante en el que iniciaron la “caza” indiscriminada de inocentes, el odio que había en los corazones de los atacantes hizo que el Dios de Abraham fuera desterrado del lugar para que, como en el acto de asesinato de Abel por parte de Caín, Dios no pudiera ver aquella atrocidad y así, mantener la conciencia de los ejecutores tranquila. Pero no pudieron evitar las lágrimas del padre Abraham.

Ante ese oprobio, el gobierno israelí preparó, bajo “su derecho a la defensa”, un gran golpe feroz que dejará su huella negativa en la historia contra el pueblo palestino de Gaza impulsando a la inocente población gazatí a un éxodo imposible de millón y medio de habitantes hacia el rincón sur de una prisión al aire libre dejándolos sin agua ni electricidad necesaria para mantener operativos los hospitales atestados de enfermos y heridos por la lluvia de metal de fuego que procedían desde un cielo sin Dios, también desterrado del lugar sin techo ni alimento ni medicamentos. Tampoco han podido evitar las lágrimas del padre Abraham.

Hamás guarda como oro en paño a más de 200 rehenes junto con el corazón de sus familias y amigos. Y tras de ellos pesa el asesinato en tierras vecinas de jóvenes, niños y gentes de todas las edades en un ataque sin precedentes, el cual ha sido respondido con mano dura, hasta el extremo de llevar a la población de Gaza a una crisis humanitaria por parte del ejército israelí (sin cumplir las leyes que rigen las guerras desplazando civiles, destruyendo hospitales y dejando sin alimentos a la población) y que algunas voces ya señalan como genocidio.

Cuando vuelva Dios a la zona (esperemos que sea más pronto que tarde) hará la misma pregunta a los hijos del Patriarca que hizo a Caín: «¿Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra». Y verá a Abraham llorando entre las “estrellas del firmamento” y a su lado a Sara y a Agar, madres de sus hijos Isaac e Ismael, respectivamente, maldiciendo sus vientres porque ven el sufrimiento de sus hijos que entierran a sus muertos saboreando la hiel más amarga que está rigiendo el sol de los días que marcarán su futuro.

Y puede que el Señor de Abraham haga sonar su voz diciendo: «Yo no entiendo de estrategias ni de geopolítica ni del trueno de misiles y tanques que destruyen las vidas, ni del terremoto que producen las bombas arrollando edificios y hospitales, ni está en mi lenguaje el silbido de las balas que rompen el aire para atravesar el corazón de mis hijos. Porque mi mundo no es este que habéis ido recreando falseando mi nombre y “tomándolo en vano” para crear disensiones con la intención de conseguir vuestros egoístas intereses». Y continuará diciendo a los hijos de Isaac: «Recordad que se os entregaron unas tierras para que pudierais vivir en paz y desarrollaros como pueblo, y que con esa misma idea benevolente debéis dar opción de vida digna en Palestina y reconocer su realidad, su sufrimiento (como anteriormente lo padeció el pueblo judío) y su existencia». A los hijos de Ismael indicará: «Reconoced a Israel con la necesidad de unas tierras donde vivir plenamente».

Y buscará Dios con su mirada, pronunciando la palabra tolerancia, y verá otra vez las lágrimas de Abraham que contempla la “Tierra Santa” ensangrentada convertida en un infierno sin esperanza.

Haciendo un poco de historia

Habiendo acabado la Primera Guerra Mundial aparecen en la zona del llamado Oriente Medio un gran número de países debido a que los franceses y los ingleses querían eliminar al Imperio Otomano (para ello patrocinaron las revueltas árabes dentro de su propio territorio de la zona) que había dominado una gran zona de Asia y partes de Europa (pero ya se estaba debilitando por todos sus frentes, incluido el del Imperio Ruso) y había apoyado a Alemania en esta guerra. Una vez desplomado el imperio, el primer presidente de la República de Turquía, Mustafá Kemal, abolió el sultanato en 1922, poniendo fin al Imperio Otomano.

En abril de 1920 Francia y Reino Unido, en una conferencia en un pueblecito de la rivera italiana, decidieron hacer oficial el reparto del Medio Oriente otomano con el beneplácito de Rusia. París se quedaría con Líbano y Siria, mientras que Londres tomaría el control de Irak y Palestina. Se habían sentado las bases de las nuevas fronteras.

Tras la Segunda Guerra Mundial, y viendo el exterminio de más de seis millones de judíos perpetrado por los nazis, se les entrega a éstos unas tierras que desalojaban los ingleses como protectorado en Palestina, para que se estableciera el Estado de Israel. Pero ya hacía años que habían surgido disensiones entre la población palestina de la zona (unos 750.000) y la judía (unos 70.000), que antes de las oleadas de inmigrantes judíos convivían en paz. Los enfrentamientos comenzaron con la idea que surgió con el sionismo (que proponía el establecimiento de un Estado para el pueblo judío), cuyo fundador fue Theodor Herzl (que se desvinculó de los judíos ultraortodoxos y de los conservadores que pensaban que eso era un pecado, puesto que vivían en la diáspora por castigo divino, y sólo Dios los podría devolver a su tierra). Los palestinos se opusieron al establecimiento de un estado judío en Palestina y que estos consideraran parte de aquellas tierras de su propiedad, y más viendo cómo iban comprando tierras para sus asentamientos.

Theodor Herzl. Fotógrafo anónimo (Fuente: Wikimedia).

Fue el 29 de noviembre de 1947 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 181, en la que recomendaba con carácter obligatorio una partición de Palestina, al término del mandato británico, con 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones. Dicha Resolución consistía en dividir Palestina en un «Estado árabe independiente junto a un Estado judío, y un Régimen Internacional Especial para la Ciudad de Jerusalén» (que incluiría a Belén). El plan fue aceptado por los líderes judíos, mientras que los líderes árabes palestinos lo rechazaron y con ellos los estados musulmanes y árabes independientes que también se opusieron. A partir de aquí estalló la violencia cuyo resultado fue la muerte de cientos de árabes, judíos y británicos. Todo ello desencadenó una guerra civil bajo continuas provocaciones y ataques árabes, pero la ofensiva de las fuerzas del Yishuv (residentes judíos antes de 1948) derrotó a las fuerzas árabes. Unos 700.000 palestinos atrapados en el caos huyeron o fueron expulsados de sus hogares.

David Ben-Gurion proclamó la independencia bajo un gran retrato de Theodor Herzl, fundador del sionismo moderno, el 14 de mayo de 1948. En ese momento es cuando aparece el Estado de Israel. A raíz de este hecho se inician nuevos enfrentamientos con fuerzas sirias, iraquíes y egipcias que, al ser vencidas por Israel, fuerzan a los países árabes a firmar los Acuerdos de Armisticio de 1949 que pusieron fin a la guerra, reconociendo las nuevas fronteras ampliadas de Israel. Y otros 350.000 palestinos árabes se vieron forzados a huir o fueron expulsados de las zonas conquistadas.

Muchas son las guerras a las que ha llevado el llamado conflicto palestino-israelí a enfrentar a Israel con los países musulmanes circundantes: Egipto, Siria, Jordania, Líbano e Irak. Fue tras la llamada Guerra de los Seis Días cuando Israel conquista la península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén este y los Altos del Golán. Esta nueva situación geopolítica ha ido propiciando acontecimientos como la guerra de Desgaste (1967-1970), la masacre de Múnich (1972), la guerra de Yom Kipur (1973), los acuerdos de Camp David (1978), la aparición de asentamientos judíos y la anexión de Jerusalén este (1980), los acuerdos de Oslo (1993) o la Intifada (1987-1993, 2000-2005).

Todo este conflicto se ha ido enquistando por no hacer bien las cosas desde el principio, consensuar las voluntades de las partes y exigir a todos los actores implicados el cumplimiento de las resoluciones. Todo esto fue creando un caldo de cultivo que aumentó los ánimos de disensión entre judíos y musulmanes que ya venían de tiempos atrás, mucho antes de la Segunda Guerra Mundial. Prueba de ello han sido los conflictos que hemos visto más arriba con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada por Yasir Arafat, y todas esas guerras, intifadas y actuaciones por parte de grupos terroristas como Hamás o Hezbolá o actos violentos propiciados por el ejército israelí. Hasta el día de hoy en que han quedado grabados en la memoria colectiva los brutales asesinatos y los secuestros de Hamás en tierras de Israel y la posterior devastadora respuesta del ejército israelí que ha hecho temblar las conciencias de las gentes de todo el mundo mostrando su repulsa en manifestaciones multitudinarias portando banderas palestinas con el fin de que acabe esta crisis humanitaria y esta despiadada destrucción de la Franja de Gaza.

Adenda

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en sesión especial del Consejo de Seguridad dedicada al conflicto entre Palestina e Israel, hizo hincapié en que ”incluso las guerras tienen reglas”. Indicó que “Nada puede justificar la muerte deliberada, los ataques ni los secuestros de civiles ni el lanzamiento de misiles contra objetivos civiles”. Guterres insistió en que era necesario un alto el fuego inmediato, y aludió a que la responsabilidad era compartida entre Hamás e Israel. Además indicó que “el ataque de Hamás no viene de la nada: el pueblo de Palestina lleva 56 años sufriendo una ocupación asfixiante; sus tierras poco a poco han sido devoradas por asentamientos”. Y acto seguido continuó su discurso diciendo que “las quejas de los palestinos no pueden justificar los ataques horribles de Hamás, como esos ataques no pueden justificar el castigo colectivo al pueblo palestino”.

Antonio Guterres. Fotografía de Quirinale (Fuente: Wikimedia).

Pero ni siquiera estas declaraciones han hecho reaccionar a la comunidad internacional. Por lo tanto, este conflicto nunca tendrá solución. ¿O sí…?

Juan Antonio Urbano

Soy profesor de Educación Primaria. He publicado cinco libros; dos en valenciano: 'El seu nom era Pere Bigot' (2012) y L’arbre màgic' (2012); y otros dos en castellano: 'El misterio de la cueva' (2014) y el poemario 'Camino entre versos' (2019), estos publicados por la Editorial Club Universitario y 'Entre el asfalto' (2022) por la editorial Olélibros. He publicado en diversas Antologías y revistas poéticas y artículos en distintos medios.
En noviembre de 2016 creé y coordiné el grupo poético PARNASO perteneciente al Ateneo de Alicante. He organizado numerosos recitales poéticos, entre los que destacan el I Encuentro de poetas alicantinos y otros con el grupo PARNASO dedicados a Miguel Hernández, Federico García Lorca, Rubén Darío...
Recibí el segundo premio del Certamen Poético Numen (2013) y el 2.º premio en el Real Casino de Murcia del Encuentro 'Poesía hispano-argentina' (2019).

2 Comments

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  • Muy ilustrativo tu artículo, con final pesimista, como no puede ser de otra manera, ya que la ONU es, a mi juicio, un organismo corrupto, una estafa, mientras no se democratice de verdad y luche (con poder ejecutivo) contra las injusticias y en defensa de los valores humanos. El árbol bueno se conoce por sus frutos y los frutos de la ONU son una vergüenza. Dos ejemplos de máxima actualidad: Ukrania-Rusia y Gaza-Israel. Un cordial saludo.

    • Así es Ramón. Las naciones deberían implicarse más en resolver conflictos mediante la diplomacia, quitar el poder de veto de ciertos países y exigir que se cumplan las resoluciones de la ONU de forma contundente.
      Un cordial saludo