O por qué hay que dejar los monumentos como están.
No hay que romper monumentos. Así, como norma general. Ni tirarlos, ni desmontarlos, ni nada de eso. Y mucho menos legislar. O no se debería. Los monumentos, las estatuas, los edificios históricos tienen su razón. Vamos, que están en ese lugar por algo en concreto y reflejan la política del momento.
A nadie, en principio, se le ocurriría tirar abajo el Coliseo por ser símbolo de la opresión y donde se mataba sistemáticamente a gente, o desmantelar un templo egipcio. En principio porque hoy en día, como a alguien le de por hacer un hilo viral en cualquier red social, seguro que algún político con cargo y motivado se apunta a tirar lo que sea. A ver, siempre como norma general. Por ejemplo, si en un momento de euforia tras asaltar el palacio de invierno de San Petersburgo, tomar el Reichstag o fusilar a Ceaucescu en el patio de un colegio en plena revolución la gente se viene arriba y derriba estatuas, esvásticas y le pega fuego a la casa del dictador de turno, pues es normal. Pero pasados los años eso tiene menos gracia. O se pueden dar situaciones curiosas, y en eso Alicante puede que sea única.
¿Por qué? Pues porque en Alicante, en un punto neurálgico de la ciudad, tenemos algo único. Tenemos un escudo monárquico-republicano. Que eso une más a Las dos Españas que si a Florentino le diese por vestir al Real Madrid de blaugrana. Y lo tenemos no por voluntad sino por una serie de despropósitos.
Hablamos del monumento a Canalejas, en la confluencia entre el parque del mismo nombre y la explanada. Después de ocupar varios ministerios y la presidencia del congreso fue nombrado presidente del Gobierno. Y en ese cargo se encontraba cuando la mañana del 12 de noviembre de 1912 un anarquista llamado Manuel Pardiñas le pegó un tiro mientras se encontraba mirando un escaparate en la madrileña Puerta del Sol. Algo impensable hoy en día porque los políticos van con escolta (Canalejas los despistaba cuando podía) y porque sería difícil verlos parados frente a una lib… (no he dicho nada…).
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Aprovechando que Canalejas, pese a ser gallego, se había presentado varias veces a las elecciones por la provincia de Alicante, se decidió levantar un monumento en su honor. Y en este, en uno de sus laterales, el que da al mar, esculpido en la piedra tenemos un escudo de España. Redondo, que no es lo habitual. Con sus cuarteles representando a los antiguos reinos de Castilla, León, Aragón, Navarra, Granada… Y en el centro tres flores de lis de la casa de Borbón. Hasta ahí todo bien. Pero si nos fijamos en el escudo, sobre él está la corona mural republicana. No la real. ¿Y por qué? Pues volvemos al principio y a momentos de cambios políticos.
El 12 de abril de 1931 las candidaturas republicanas ganaron las elecciones en la mayoría de las principales ciudades mientras que las monárquicas lo hacían en el ámbito rural. 50-50 más o menos. Pero como el ambiente estaba caldeadito, Alfonso XIII reunió a sus ministros para ver qué hacer. En ese consejo de ministros improvisado el general Sanjurjo le dijo al rey que él no podía garantizar que la Guardia Civil y el ejército fuesen a ponerse del lado monárquico en caso de rebelión de la población. El mismo Sanjurjo que participaría en dos golpes de estado más, pero ese es otro tema. El caso es que al ver el panorama Alfonso XIII recogió sus cosas, dijo «ahí os quedáis, que yo me voy» y el 14 de abril se proclamó la Segunda República española.
Y claro, tocaban momentos de euforia como los comentados al principio y en Alicante, como no podía ser menos, hubo quien propuso tirar abajo el monumento a Canalejas, por haber sido enemigo de la clase obrera. Afortunadamente la cosa quedó en poco y al final alguien dijo «vale, el monumento lo dejo, pero la corona real del escudo me la cargo». Y se la cargó, clinc, clinc. Dale que te pego con martillo y cincel. De hecho, se ve claramente como se picó la piedra para destrozar la corona real. Y una vez destruido el símbolo monárquico se incorporó la mencionada corona mural republicana. Pero por lo que sea nadie se dio cuenta de que continuaba el escudo de los borbones en el centro del escudo. O sí se dio cuenta pero dijo: «pufff, menudo lío ponerse a picar en el centro, eso no tiene arreglo». Y así se quedó.
Luego vino la Guerra Civil y su final. Precisamente en el puerto de Alicante, frente al monumento a Canalejas. Y la consiguiente dictadura. Y otra vez a desmontar símbolos del régimen derrocado. ¿Todos? No. Todos no. Porque aquí en Alicante se mantuvo y a día de hoy sigue en su sitio, el escudo de la República del colegio hoy llamado 9 de octubre. ¿Y el del monumento a Canalejas? Pues o bien nadie se dio cuenta, o las autoridades estaban a sus cosas franquistas o al responsable le dio pereza. O tal vez simple ignorancia. El caso es que el escudo ahí se quedó. Con sus símbolos republicano-monárquicos. Porque ni siquiera nadie propuso añadirle el águila de san Juan o los símbolos propios del franquismo al escudo.
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¿Y en la Transición? Pues la gente y los políticos estaban más ocupados en otras cosas, las realmente importantes. ¿Y ahora? Pues ahora que lo pienso espero que a nadie se le ocurra romper ese escudo. Ni siquiera para ponerlo como corresponde a la monarquía parlamentaria actual. Porque a los monumentos y símbolos del pasado lo que hay que ponerles al lado es una placa en la que se cuenten cosas. Brevemente, pero que se cuente el por qué de ese monumento en ese lugar.
Desmontar el escudo con el águila (que no es pre ni anticonstitucional, pero ese es otro debate) del Banco de España es tan absurdo hoy en día como quitar el de la II República del colegio de la calle Pinoso de Alicante o de tantas otras ciudades. O el escudo, también con el águila, que se encontraba en la delegación de Hacienda; seguro que quien tiene que ir a ese edificio, normalmente a pagar, está pensando en el escudo de la fachada. «Me han hecho una inspección y me sale a pagar, pero al menos el escudo no es el de Franco».
La Historia está para enseñarla y explicarla. Y luego que cada cual saque sus conclusiones.
A mucha gente no le gusta la historia y creen que mutilando monumentos cambiarán los hechos. Buena idea la de poner leyendas que expliquen lo ocurrido, lo que se conmemora. Espero que, además de herculano, seas en Santa Faz peregrino.
Gracias, Manin, por tu interesante explicación. Apoyo tu artículo y te cuento que esta mañana me he visto en la «obligación» de explicarle a una señora que la escultura que observaba no era un mimo, sino la figura de Emilio Varela. Sin explicación adjunta alguna, se encuentra en medio de la explanada como perdido.