Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Impulso irresistible

“El Chico”, rescatado en su centenario

El Chico. Tráiler oficial en su versión restaurada en 4K (Fuente: Cinemagavia).

Se ha celebrado, aunque hay que decir que lo ha sido en pocas salas de cine, el CENTENARIO (con todas las mayúsculas que hemos encontrado) de la ya mítica y bienquerida película del sabroso y admirado cine mudo, concretamente de 1921, un clásico de los de verdad  derrochando todavía litros o toneladas de talento que aún admiramos en estos tiempos donde te salen dinosaurios sentados junto a ti, con ruidos guturales de mucha hambre, mientras te recreas y te admiras sin parar de lo truculentas que son las bobinas de monstruos y lo tensos y asustados que tienes que estar todo el tiempo que dure el filme. En cambio, valía la pena esperar a que repusieran una película vieja viejísima, estrenada en 1921 (hace cien años), una versión mejorada del primer largometraje de Charles Chaplin, Charlot, el gran genio del cine mudo, con quien muchas generaciones de espectadores se divirtieron y pensaron que todo se puede pasar y sobrellevar con un humor serio y un relato cargado de situaciones normales en la vida sobrellevadas con buen talante, y poniendo en la misma altura interpretativa el modo de vivir de un vagabundo que quizás no sabe lo que quiere en la vida y un niño abandonado que se vería en la tesitura de hacer lo que el otro le mandara o le sugiriera. Una historia dramática llevada con humor y con mucho amor.

La película El chico fue estrenada en febrero de 1921 y vino a darle el aldabonazo de fama del actor y director que guardaba debajo del brazo otras misteriosas historias que él sabía protagonizar aportando principalmente la cualidad de conmover y hacer reír y sonreír al público de todos los idiomas. Podría parecer anormalidad mezclar sentimientos de adultos y niños que vivían una amistad increíble precisamente por las muchas dosis de ternura que se aprecian en determinados momentos de un guion que nos lleva a valorar la convivencia entre extraños (al principio) y la necesidad de tenerse y mirarse, puesto que poco hablarían. El especialista y crítico de cine Claudio Sánchez de la Nieta habla de esta película como “una historia para empatizar”, pues se trata de la convivencia entre un vagabundo que vive en una chabola y un niño abandonado nada más nacer. Eso, sin duda, nos lleva a una empatía que es exigente pues se trata de una identificación afectiva con una realidad que nos es ajena. Cuando se hizo la película, Estados Unidos había arrastrado al mundo entero a una gran depresión tras el crack del 19 y esta historia tenía todos los alicientes para empatizar con el público. Ante la crueldad intolerable que reciben de la sociedad estos dos personajes responden con una rebeldía vitalista y una ausencia de autocompasión que convierte a los desdichados en héroes. A los espectadores se les advertía que la película les haría reír pero que también, probablemente, les haría llorar. Porque de eso se componía la vida y eran sus ingredientes.

Demetrio Mallebrera

Periodista.

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