Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Contrastes

Una excursión desde el cielo

Hoy os propongo recrearnos en la ciudad de Alicante mirándola desde las alturas, a vista de pájaro y a través del tiempo. En los siglos X, XVII y XIX. Vamos de excursión.   La imagen es una recreación contemporánea de la medina La-Quant tal y como se la suponía en el siglo X. Publicada en el extinto blog Alicante […]

Hoy os propongo recrearnos en la ciudad de Alicante mirándola desde las alturas, a vista de pájaro y a través del tiempo. En los siglos X, XVII y XIX.

Vamos de excursión.

 

La imagen es una recreación contemporánea de la medina La-Quant tal y como se la suponía en el siglo X. Publicada en el extinto blog Alicante 1850, nos muestra una aglomeración urbana protegida por una fortificación amurallada que la rodea subiendo por la ladera del monte Benacantil, a su espalda, hasta llegar al germen del actual Castillo. Alicante era entonces un puerto sin espigón que sirviera como muelle de embarque. Este comenzó a construirse en 1476, siendo rey Juan II de Aragón. Partía de la abertura o puerta hacia el mar, en el frontal de la muralla, discurriendo en perpendicular a la bahía.

 

 

 

En este grabado de Pere Oromig, realizado en 1613, se recrea muy libremente y con cierta perspectiva aérea, la expulsión de los moriscos españoles a Berbería (actual Argelia) desde el puerto de Alicante en 1609, ordenada por Felipe III. Una deportación en masa que dejó al Reino de Valencia sin una tercera parte de sus habitantes y a comarcas como el Comtat o la Marina Alta casi sin población.

Observamos en el grabado la puerta de la ciudad con su nombre en la muralla (clara recreación del artista). El embarcadero natural de nuestra fachada marítima y al fondo el torreón de la Puerta del Mar con el espigón del Muelle. Bajo el Castillo de Santa Bárbara podemos ver una muy cristianizada Cara del Moro.

El texto que Oromig incluyó en la esquina superior derecha recrea el momento: «Los embarcados en Alicante asistiendo Don Balthazar Mercader fueron cuarentacincomil y ochocientos 45800».

 

 

Unos años antes de la expulsión morisca, en el reinado del primer emperador global, Felipe II, los gobernantes mostraron claro interés porque se plasmaran en grabados vistas de ciudades a fin de mostrar sus rasgos destacados y para utilizarlas con fines de defensa militar de dichas plazas. Felipe II encargó a Antonio de las Viñas un inventario gráfico de las grandes ciudades españolas. El artista, que en realidad se llamaba Anthonie van Den Wijngaerde, súbdito de los Paises Bajos, recorrió España entre 1562 y 1570 realizando representaciones gráficas de las principales ciudades, entre cerveza y cerveza, bebida de la que era un gran devoto. Alicante aún no era tan importante como para tener su «retrato».

 

 

A finales del siglo XVIII en Francia se inventó el globo aerostático. A principios del XIX se patentó la fotografía. La conjunción de ambos factores hizo posible el magnífico grabado de la ciudad de Alicante desde el cielo, por el que pasearemos más adelante, obra del litógrafo, arquitecto, ilustrador y aventurero francés Alfred Guesdon. Realizado en los

años 50 del siglo XIX, probablemente en el periodo 1853-56, fue publicado en la revista «La Illustration. Journal Universel de Paris». Se trata de un trabajo de gran minuciosidad y realismo acometido con inventiva y tecnológicamente puntero. 

Guesdon contaba con la colaboración del aeronauta, fotógrafo y también aventurero británico Charles Clifford. Ambos se subieron a un globo aerostático adentrándose en la Bahia de Alicante para obtener una adecuada perspectiva. La técnica consistía en que el francés tomaba apuntes de lo que veía mientras el inglés realizaba fotos en ángulos similares. La cuestión es que las fotos resultaban un espanto pues al natural movimiento del globo -que no podía estar anclado a tierra- había que unir el excesivo tiempo de exposición que se necesitaba para cada placa, lo que producía un resultado de muy mala calidad que la pericia de Alfred Guesdon transformaba luego en obra artística y mapa aéreo del lugar. Naturalmente las fotos tenían tan poco calidad que no se conservó ninguna. 

 

 

 

Si puedes amplía la foto y sígueme. Comienza la excursión.

Lo primero que observamos es una bella Alicante. Ciudad portuaria y plaza fortificada que ocupaba un enclave estratégico para el control de las aguas del Levante español.

En primer término las embarcaciones al resguardo del Muelle que, partiendo desde la Puerta del Mar, se adentraba en la bahía alicantina con una monumental Torre del Faro. A la derecha de la Puerta, la muralla y la Playa del Postiguet, prácticamente pegada a la fortificación. Poco más allá, donde el muro que baja del Castillo llega al Raval Roig, está el Torreón de San Sebastián, abrochando el recinto por el Norte. Hoy sus maltrechas ruinas languidecen ocultas tras el edificio de la biblioteca pública Azorin, junto al Paseíto Ramiro cuyo solar de origen se puede apreciar en el grabado. 

A la izquierda de la Puerta del Mar observamos dos naves rectangulares de poca altura que conformaban el Mercado de Abastos de Alicante, inaugurado en 1843. Hoy ese espacio lo ocupan los edificios Lamaignere (1918) y Carbonell (1925), ambos del arquitecto Juan Vidal Ramos.

Tras el antiguo Mercado, claramente visibles, las torres del Ayuntamiento (1780). A la derecha la antigua Mezquita Mayor, entonces -y hoy- Iglesia de Santa María (siglo XIV). Y a la izquierda del Ayuntamiento la magnífica Colegiata de San Nicolás(1662), hoy Concatedral. 

Seguimos la excursión avanzando desde San Nicolás hacia el interior, hacia la huerta. Nos encontramos con un lienzo de muralla paralelo a la costa. Justo detrás y ya fuera del recinto fortificado se distingue la cúpula de la Casa de la Misericordia (1752) que en 1801 pasó a ser Fábrica de Tabacos. A la izquierda, también a extramuros, distinguimos nítidamente la Plaza de Toros (1848). Frente a ella discurría la carretera de Villafranqueza. Bajando por ella hacia la ciudad y traspasando los muros en línea recta hacia el mar encontramos la muralla interior del barranco de Canicia (1536) o lo que es lo mismo la Rambla de Méndez Núñez. A la izquierda destaca el majestuoso Teatro Principal (1847). Tras él, la muralla paralela al mar acabaría conformando, al ser derribada en la segunda mitad del siglo, la Avenida Alfonso el Sabio.

Volviendo al mar y a la perspectiva de Alfred Guesdon, la primera línea de costa nos enseña un magnífico Malecón tras la muralla litoral. Era el antecedente de la actual Explanada y discurría hasta el Fuerte o Baluarte de San Carlos (1691).

Esta fortificación con forma de rombo defendía la plaza por el acceso Sur. Su derribo, casi a finales de siglo, dió lugar al Parque de Canalejas y el Muelle de Poniente. Frente a la puerta de acceso al Baluarte la línea de costa forma una pequeña curva donde más tarde se instaló (1890) el Club de Regatas. Allí estuvo, con tres edificaciones distintas, hasta 1998. Hoy hay una cafetería de madera y es punto de atraque de los barcos que hacen la travesía a Tabarca.

Tras el Baluarte, la muralla que se aleja perpendicularmente a la costa se conoce hoy con los nombres de Paseo Gadea y Paseo de Soto. A mitad de camino el solar de la actual Plaza Calvo Sotelo y un poco más arriba el Molino de la Montañeta. Fuera de las murallas terreno baldío hasta el Castillo San Fernando. Y, desde luego, presidiendolo todo el majestuoso Benacantil con el Castillo de Santa Bárbara y la bandera española en todo lo alto.

Seguro que si observas bien este grabado de Alfred Guesdon encontrarás más detalles y preguntas. 

 

 

No te lo pienses, amplía la foto, ve de excursión por este Alicante de mediados del XIX y disfruta la ciudad tal como era entonces pero con cosas que – afortunadamente- aún reconocemos. Bon Profit.

 

 

Imágenes:

Biblioteca Nacional de España ; Blog Alicante 1850 ; Royal Aeronautical

Society ; Fototeca del Patrimonio Histórico Nacional.

Benjamín Llorens

Periodista.

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