Esta cita, que es una magnífica oportunidad para la reflexión personal y colectiva, no procede de ningún sabio de la antigua y clásica Grecia, ni de la culta Roma, ni de los juiciosos y letrados eruditos de las civilizaciones orientales. No, no; esta frasecita es cosa de los sesudos pensadores europeos. De un genio, ¡vaya!, que debemos agradecer que sea contemporáneo nuestro (murió en 1955 en los Estados Unidos) y eso nos hace verlo más de cerca.
Una periodista mexicana (Ada) lo cita con un peculiar frenesí porque también ella es una convencida de que pasar una crisis o experimentar un periodo de la misma cosa, en su caso, la ha hecho cada vez más fuerte. Y no sólo a ella como persona individual, sino que también es cosa colectiva, como ocurre en las empresas que logran salir de lo malo, en familias, y hasta en pueblos, incluso en naciones enteras y no pequeñas. Quien habla de estas crisis también ha debido de pasarlas personalmente, de observarlas, de estudiarlas (porque casi todo lo que pasaba a su alrededor –una manzana que se le cayó encima, dicen que lo convirtió en científico- era objeto de sus elucubraciones filosóficas y técnicas). Estamos hablando de Albert Einstein, físico alemán que luego tuvo que cambiar de nacionalidad por tener origen judío; por lo que, después de alemán (nació en Ulm, en 1879) fue suizo, austríaco y finalmente estadounidense (murió en Princeton, Nueva Jersey el 18 de abril de 1955). El ingenio humano ante la vida.
Era un tipo extrovertido, divertido, cercano, simpático, y ha sido considerado el científico más popular y conocido del siglo XX, después de haber sido aclamado por su Teoría de la Relatividad (Berlín, 1915): “El movimiento modifica la percepción del espacio y del tiempo pero la velocidad de la luz y las leyes de la física siempre son las mismas”… Observador pertinaz de todo lo que nos rodea, puso en esa capacidad todo su interés, llegando a difundir una grandísima verdad: que “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”.
Quizás supo ser uno de los primeros buscadores de la excelencia que exige mucho de esa animosidad. De ahí que escribiera frases como si fueran desafíos: “La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progreso”. ¿Qué tal aquella afirmación contundente de que “la creatividad nace de la angustia”? Exagerada, ¿no? “Es en la crisis cuando nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. “Sin crisis no hay méritos”.