Por MAYMECO y Pepe López
Muchos le conocen por sus icónicas cerámicas en azul y blanco de la ciudad que tanto ama, otros, los más cercanos, por su dilatada y comprometida trayectoria como activista, pero si te acercas al personaje, al artista, entonces puedes ver reflejada en su figura trozos muy relevantes de la historia reciente de esta ciudad, Alicante. Y así, para completar el cuadro habríamos de remontarnos a su niñez, a su familia de ascendencia italiana —genoveses puntualiza él—, a su abuelo carpintero y artista, también a fenómenos más cercanos y conocidos como la recuperación del carnaval, una fiesta que tanto le debe y por cuyos amplios ventanales se colaron saludables vientos de libertad en una ciudad sin memoria y ennegrecida por la dictadura.
Es José María Morán Berrutti, quien nos recibe a sus 73 años “felizmente retirado” en su estudio ubicado en un bajo en pleno corazón del barrio de San Antón, donde realizamos esta entrevista y en donde sigue trabajando a diario en lo que más le gusta, el arte, una forma de seguir cumpliendo el sueño que se le abrió un día lejano cuando, con apenas 5 o 6 años, una hoguera gigante de Ramón Marco se le cruzó en el camino.
—José María, viendo, mirando, tu obra observamos que la iconografía de lo alicantino ha estado siempre como muy presente…
—Esto —señala Berrutti, al tiempo que muestra una de sus obras con la representación de la fachada del Ayuntamiento de Alicante—, esto no se había visto en la vida, ni esto ni nada parecido. De alguna forma era un empezar a recuperar la memoria, la memoria de lo alicantino; y esta filosofía, o esta idea, efectivamente, no me ha abandonado nunca.
“El Carnestoltes fue una manera de recuperar la memoria de Alicante, después de mucho tiempo de olvido”
—Una idea que también trasladas de alguna manera a la recuperación de los carnavales, allá por los años ochenta del pasado siglo…
—Sí, de alguna manera, también sucede eso; porque de aquí, por ejemplo, a las arqueologías urbanas de los carnavales, que nacieron también con la intención de recuperar la memoria después de muchos años de olvido. Y sí, recuerdo que, al principio, las primeras arqueologías urbanas que hicimos el colectivo Carnestoltes fueron el quiosco del Portal de Elche, que lo habían derruido, y nosotros lo reconstruimos en un decorado, y también el paseo de lo que es ahora la Rambla de Méndez Núñez, que antes creo recordar se llamaba Paseo de la Reina, y anteriormente Quiroga, Paseo Quiroga.
—¿Otra manera de conectar con el pasado?
—Sí, claro. Entonces, nosotros las palabras las convertíamos en frases, eslóganes, metíamos siempre este tipo de frases —Paseo de la Reina, antes Quiroga— que fluían como mensajes subliminales, y así íbamos creando toda una especie, digamos, de marketing, una especie de conciencia de Alicante, ¡que falta hacía!
“El carnaval de Alicante nació como una fiesta, pero una fiesta que iba mucho más allá, pues era una fiesta absolutamente pagana y reivindicativa”
—¿Crees, entonces, que todo aquel trabajo vuestro ha perdurado, ha creado escuela si se nos permite la expresión? ¿Tú sigues ahí?
—Yo creo que sí; de alguna manera ahora se retoma, y hay gente muy combativa; también, he estado apoyando todo lo del cine Ideal, lo de las melias, y luego tengo un activismo de muchísimos años, puedo hablaros de hace cuarenta años, digamos, desde la época que nació la democracia, que estoy luchando y empujando la lucha por la recuperación del casco antiguo con toda la carga que eso conlleva.
—¿Cómo recuerdas los años del cambio, el primer gobierno socialista, el primer ayuntamiento democrático?
—De toda aquella época, lo que más recuerdo, de lo que sí tengo, digamos, memoria fotográfica, fue cuando se ganó la alcaldía para la izquierda; y recuerdo muy bien aquellas horas que bajamos corriendo desde el casco antiguo, y desde todo Alicante, a celebrarlo a la Plaza del Ayuntamiento; y me acuerdo también que estuvimos bailando, que hicimos como una cordá, una rueda, y estuvimos bailando, celebrando ese gran acontecimiento que, en fin, era tan trascendente.
“Del primer ayuntamiento democrático recuerdo que bajamos corriendo desde el caso antiguo, desde toda la ciudad, a celebrarlo al Ayuntamiento, y que estuvimos bailando”
—¿Te refieres a la victoria electoral de José Luis Lassaleta?
—Sí; pero yo a Lassaleta prácticamente no lo conocía de nada, pero lo que sí se celebró fue el ganar la ciudad de alguna forma para la izquierda y poder empezar un nuevo camino.
—¿En alguna de las entrevistas y reportajes que circulan por ahí en redes y que se pueden leer, afirmas que el artista no se hace, sino que nace? ¿Sigues pensando así?
—Pues claro; es que el artista, el artista, pues no sé, no es por poner etiquetas, pero digamos que el artista no es una persona corriente, ni común, en realidad tenemos una especie digamos de carencia beneficiosa que, junto con los científicos, nos hace tener un hambre de conocimiento insaciable; siempre estamos haciéndonos preguntas, y en realidad muchas veces ni sabes porqué haces las cosas, pero hay un fuego interior que es la propia vida y las neuronas de cada uno que te empujan a ello, ¿no?
“Los artistas tenemos una carencia beneficiosa que, como los científicos, es un ansia de conocimiento y siempre estamos haciéndonos preguntas”
—¿En tu caso siempre fue así desde pequeño? ¿Hubo algún hecho que recuerdes especialmente?
—Sí, de alguna manera, yo siempre, desde pequeño, creo que nací artista; aunque era una época muy represora, yo me recuerdo bailando, me gustaba tocar todo y siempre construía cosas de cualquier forma. Y luego, sí, digamos, mi alma de niño, recuerdo que se quedó muy impresionada un día que salí de mi casa en la Plaza del Puente y me encontré de frente una hoguera de Ramón Marco plantada en medio de la Plaza del Puente, que era una hoguera dedicada a los dioses, y había un Zeus tonante arriba con unas columnas de estilo arcaico; y, ¡claro!, es que se me vino encima y entonces, bueno, pues esas impresiones están siempre ahí.
—¿De qué edad estamos hablando?
—Pues de 5 o 6 años.
— ¿Tan pequeño? ¿Y en tu casa, tu familia, cómo influyó en toda esa mirada artística?
—Mira, en mi casa, ha sido una casa maravillosa, he tenido unos padres geniales, ¡eh!; gente sencilla, pero con una gran sensibilidad. Yo me acuerdo de que en mi casa, por ejemplo, sonaba la música en la radio, estábamos comiendo, y yo me levantaba de la mesa y me ponía a bailar, y mis padres no me reprimían, ni me decían que eso no era lo correcto; todo el rollo autoritario ese de aquella época en mi casa no existía… y ha habido mucho amor de madre.
“Con 5 o 6 años me quedé emocionado cuando al salir de casa en la Plaza del Puente me encontré de frente con una hoguera gigante de Ramón Marco: esa impresión nunca me ha abandonado”
—¿Y tu padre…?
—Ahí tengo que decir que es solo a partir de los 40 años, cuando yo ya era un hombre hecho y derecho, es cuando descubrí más a la figura paterna, a la gran persona que he tenido a mi lado, pero lo digo porque nunca me reprimieron.
—¿O sea que la familia fue una puerta abierta a tu vena artística?
—Pues, como os he comentado antes, pienso que por un lado está, hay una cuestión genética, y luego se juntaron, sobre todo por parte de mi madre, una especie de leyenda, pero cierta, pues nosotros procedemos de la ciudad de Génova, en Italia, y de alguna manera mi gente italiana llegó hasta aquí.
—Cuenta, cuenta…, ¿alguno de tus padres nació allí?
—No, no, no, estoy hablando de muchas generaciones atrás; nosotros, nuestra familia, somos originarios de comerciantes genoveses que llegaron aquí, a estas tierras, y estoy hablando del siglo XVII-XVIII como mínimo. Y, bueno, ahí está toda esa especie de fantasía, que nos hacía soñar, de que éramos originarios de un sitio donde se había inventado la ópera, donde estaba el imperio romano… Y, claro, todo eso pues de alguna manera te va marcando.
“En nuestra familia hay como una leyenda, pues nuestros ancestros vienen de comerciantes genoveses que emigraron a Alicante en el siglo XVII-XVIII”
—¿Todo eso que relatas ya estaba en tu familia, en las conversaciones?
—Sí, sí. Era así.
—¿Además de ti, ha habido otras personas en tu familia que también se hayan sentido atraídos por la vía artística, por esa búsqueda constante y de hacerse preguntas que citabas?
—Hombre, digamos que en mí ha cuajado una larga trayectoria familiar, yo soy un profesional, pero el referente que yo tengo es mi bisabuelo, que era también Berrutti; era carpintero ebanista y en su taller se hicieron gran parte de todo lo que es la carpintería y la talla de las grandes casas modernistas de Alicante, por ejemplo, la Casa Alberola… por eso yo cuando paso por ahí toco todo aquello, porque aquello es mi bisabuelo, es Berrutti.
—Sigue, sigue…
—Sí, se puede decir que la marca Berrutti me ha marcado mucho, sobre todo este señor, Pepe Berrutti, que también era tenor, cantaba ópera y zarzuela, lo que pasa es que él se dedicaba a lo suyo, con sus hijos, entre los cuales estaba mi abuelo Juan, y se dedicaba a la carpintería; pero hay que recordar que las compañías de ópera y zarzuela cuando venían de Madrid a Alicante no se traían todo el elenco y contrataban gente aquí en Alicante, tanto actores como cantantes como mi bisabuelo, que cantó repetidas veces en el teatro Principal de Alicante en las compañías de zarzuela.
“Gran parte de las tallas y carpintería de las casas modernistas de Alicante se hicieron en el taller de mi bisabuelo”
—Viajando en el tiempo, ¿cuándo podemos decir que el niño José María Morán Berrutti decide ser artista, ser ceramista? ¿Hay, digamos, un momento que se produce un clic en tu cabeza que te dice quiero ser esto?
—Sí. Primero estuve, digamos, haciendo cosas en un plan amateur así como hasta los 16 años, pero teniendo en cuenta que mi formación oficial era nula, y a nadie se le ocurría decir en casa la frase, ¡mamá quiero ser artista!; yo, la verdad, no fui un buen estudiante de las cosas, digamos, corrientes y, como mi casa tampoco era una casa económicamente potente, me decidí a trabajar, entré en una empresa de una cosa vulgar y sucia que no me dijo nada, y así estuve tres años trabajando en cualquier cosa.
—¿Y?
—Pero como yo siempre tenía esa inquietud, empecé a buscar algo hasta que prácticamente y sin consejo de nadie y sin opinión de nadie, pues encontré un empleo en una casa de interiorismo, muy famosa en su época, y allí fue donde realmente empecé a tener un conocimiento y una educación, de todos los estilos artísticos, de todos los materiales.
—¿Aquel trabajo fue, de alguna manera, el antes y el después?
—Bueno, con 18 años, yo ya era un pequeño profesional, era una persona que mi creatividad ya funcionaba, motivada, estimulada por los retos concretos que se me presentaban en aquel trabajo; ahí estuve cinco años, aprendí muchísimo, hice escaparatismo, mucho interiorismo. Y ahí ya empezaba a trabajar mi creatividad… como por ejemplo (se levanta para coger una pieza), voy a enseñaros una pieza como esta que debe ser aproximadamente de 1969, es de papel maché y esta figura, que va vestida de salvaje, pero antes, si os fijáis aquí, iba vestida de zaragüell, con papel de seda, y esto lo hice junto con cuatro figuras más que han desaparecido, para Calzados Carrusel, pues yo era el escaparatista para Calzados Carrusel. Y ahí empezó la cosa.
—Aparte de ceramista, otras de tus grandes pasiones, es la escenografía, la música, el baile, ¿con cuál de todas ellas te sientes mejor?
—En realidad la respuesta es que me siento bien en todas, en todas me siento bien absolutamente; subirse a un escenario es muy importante, quiero decir, pero impone, y todos hasta los grandes como Lola Flores siempre han dicho que antes de subir al escenario sienten mariposas como de vacío, y es verdad, eso lo ha dicho Lola Flores, lo ha dicho gente muy grande y muy profesional, pero yo me siento bien en todo ¡eh!
—¿Pero hoy?
—Lo que pasa es que con los años he ido conociéndome a mi mismo y entonces he ido viendo, yo creía que la experimentación era solo una fase, una fase, y que llegarías en un momento en el cual te sentirías en plenitud, pero mira por donde no es así… cualquier cosa mientras haya vida me sigue motivando, me he dado cuenta luego de que sigo siendo el mismo niño que vio la hoguera de Ramón Marco y dijo ¡ah!, ¡ah!
—¿O sea, que el asombro es un camino sin final?
—Mas que asombro, lo que pasa es que el artista tiene un ojo selectivo, lo que venimos a llamar la sensibilidad; un desconche en la pared, que a nadie le llama la atención, pues a mí me motiva toda una escenografía, por ejemplo, ¿no? Eso es así.
“Un desconche en la pared que a nadie llama la atención a mí me motiva una escenografía; los artistas somos así”
—Volvamos a la recuperación del Carnaval, uno de lo hitos más relevantes en tu biografía. ¿Qué recuerdos te trae al ahora?
—Sí, efectivamente, la recuperación del Carnaval de Alicante coincidió con la llegada de la democracia, y el grupo que lo impulsamos, que al principio no había grupo, éramos solo una tertulia que nos reuníamos en el Bar Armstrong, el famoso Armstrong, en la calle del Carmen del casco antiguo; allí, de alguna forma, se conspiraba, y se seguían haciendo cosas del tipo a ver qué espacios, digamos, de libertad se podían recuperar.
—¿Y cómo fue dar el salto de la tertulia al Carnaval?
—Por entonces yo había vivido ya dos carnavales ilegales en Barcelona, pues estaba en Barcelona en aquella época, y al llegar a Alicante quise y me propuse ver que sería muy interesante recuperar los carnavales aquí, y esto es algo que estaba pasando un poco en toda España; yo venía de unos círculos de alguna forma un poco libertarios de la ciudad de Barcelona y me pareció interesante, ¿no?, y así con una serie de personas que fui conociendo en el Armstrong, pues nos propusimos esta historia y la llevamos adelante durante muchísimos años.
“La manipulación del Ayuntamiento ha derivado el carnaval hacia lo comercial, hacia los amiguitos de las barras”
—Recuerda, recuerda…
—Pues ahí estaba mi amigo Tito, estaban en un principio José Ramón, el Caja, un pintor que falleció trágicamente en las laderas del Benacantil; estaba Antonio de Fez, hoy también desaparecido… y muchísimos más. Y el Carnaval de Alicante nació como una fiesta, pero una fiesta que iba mucho mas allá de lo que la gente entiende por una fiesta, o sea, era una fiesta absolutamente pagana y reivindicativa a tope y, desde su primer momento, éramos auténticos, porque nos dábamos cuenta de que escocíamos, que escocíamos mucho.
—¿Qué papel jugó en toda esa recuperación el por entonces alcalde José Luis Lassaleta?
—Pues es verdad que tuvimos la gran suerte de que nuestro interlocutor municipal, el que tenía que dar los permisos, era José Luis Lassaleta y este señor, un poco en el ambiente de Tierno Galván, pues entendía esta forma de libertad; y, bueno, así estuvimos funcionando durante muchos años, en un ambiente ideal, hacíamos unas cosas increíbles, hacíamos ruedas de prensa, tomábamos simbólicamente el poder, Lassaleta venía con su concejal Bernicola, que era también la hostia, con nosotros de maravilla, y trabajábamos con absoluta libertad… Pero luego las cosas cambiaron cuando fue viniendo el PP, y ya nos miraban con lupa todo y, además, nos denegaban mogollón de permisos.
“El Carnestoltes de Alicante fue una forma de ganar espacios de libertad en la ciudad”
—¿Cómo ves ahora los carnavales de Alicante?
—La deriva de los carnavales ha venido porque han pasado ya muchos años —nosotros, el colectivo Carnestoltes, estuvimos casi veinte— y también, con la manipulación del Ayuntamiento; muchas cosas que eran libertarias se fueron derivando hacia lo comercial, hacia los amiguitos de las barras de los bares, que ya apuntaban maneras y siguen en ello.
—Volvamos a tu obra, la cerámica. Hay quienes piensan que tus cerámicas tienen conexiones con el mundo picassiano, quienes dicen que es, sobre todo, mediterránea, ¿qué piensas tú?
—Yo, estilística y filosóficamente pertenezco a las vanguardias del siglo XX, pero sobre todo mi amor siempre ha sido por las vanguardias parisinas; o sea, mi alimento siempre ha sido la Escuela de París. Entonces, claro, Picasso es un animal, me encanta, quiero decir, lo veo tan visceral, tan sexual, tan de todo, tan borde, que es que me encanta.
“Yo, como artista, pertenezco a las vanguardias del siglo XX, pero mi amor siempre ha sido por las vanguardias parisinas”
—¿Y quiénes más estarían entre tus “maestros”?
—Aparte de Picasso, pues tenemos, en un segundo lugar, me gustan mucho Alberto Giacometti y Constantin Brâncusi, también Marc Chagall, y me gusta mucho, mucho Dufy, que yo pienso que Javier Soler ha bebido mucho de ese realismo mágico de Dufy… Y en la gente de la Escuela de París ahí entra todo, no solo la pintura, entran los ballets rusos, y sí, todo eso se aplicó luego al Carnaval de Alicante, ¿sabéis lo que quiero decir? Nuestro Carnaval fue siempre muy culto, libertario pero muy culto; y todo fue posible porque había unos personajes como Oliver Narbona, Agustín Jiménez, Tomás Ramírez, Pirula Arderius…, o sea, que había un complot (un complot en el buen sentido de la palabra) y una simpatía que funcionaba sola y nos apoyó quien tenía que apoyarnos sin necesidad de pasar por caja. Ese fue un gran momento para Alicante, sí.
—Volvamos a tus influencias, Picasso…
—Y en cuanto a si soy seguidor más o menos de Picasso, pues sí, no tengo ningún inconveniente en reconocerlo porque el cubismo se ha adaptado muy bien a mi forma de concebir mis esculturas. Mis esculturas tienen un punto, que a lo mejor la gente no se da cuenta, pero casi nunca son de busto redondo, siempre es plano, con lo cual te dice: esto es así, pero puede ser de otra cosa; cuidado, que la otra cara está por detrás y eso, aunque la gente no lo sabe, eso siempre crea un suspense, un contraste, ¿por qué una casa no es como una casa? Yo eso no lo necesito. A mí me gusta tocar las cosas ligeramente, dar pinceladas y dejar que el resto lo ponga la gente. Por eso la gente se pregunta cosas.
“Picasso es un animal, me encanta, lo veo tan visceral, tan sexual, tan de todo, tan borde, que es que me encanta”
—Algo a lo que todo artista aspira, ¿has conseguido vivir de tu obra?
—Pues sí. Eso no lo puede decir casi nadie. No he sido pretencioso, llegó un momento en que me dije, vamos a ver, yo ya sé lo que me ha pasado en Barcelona, sé cómo he vivido en Barcelona, entonces está claro que yo no vivo del arte, que vivo para el arte. Eso implica renunciar a muchas cosas de tipo consumista, y que por otra parte me parece de lo más vanguardista y revolucionario.
—¿Cómo lo conseguiste?
—En parte conformándome desde el primer momento con lo que podía. De hecho, en Barcelona subsistí varios años cogiendo, digamos, lo caído de los mercados en el suelo; ¡sí, sí, sí, yo hice eso perfectamente porque no tenía dinero más que para pagarme la habitación! Pero, vamos, con la cabeza muy alta y encantado de la vida. Y es que la vida se resume en amor: si amas una cosa te va a salir bien.
“A mi me gusta tocar las cosas ligeramente, dar pinceladas y dejar que el resto lo ponga la gente. Por eso la gente se hace preguntas”
—Por tu trayectoria personal y vital sabemos que has estado en muchos de los “saraos” alicantinos —ya nos has comentado todo lo referente al carnaval— y en este terreno otra de tus facetas es la de activista pro derechos humanos, en defensa del patrimonio… ¿Sigues ahora en todas esas luchas?
—Sí, sigo. Nosotros fuimos, como hemos comentado, el colectivo Carnestoltes; y ahora ya se puede decir que fuimos también el núcleo central, a partir ya de muchos años de rodaje clandestino, quienes llevamos toda la campaña de Salvem el Benacantil. Eso lo hizo el colectivo Carnestoltes. Había otras figuras que estuvieron también en eso, como Manuel Alcaraz, que era una buena persona y un buen amigo, pero que no estaba en el grupo. Sin embargo, en Salvem el Benacantil salíamos por la noche y, aunque no nos parecía de gusto, pero es cuando se hicieron las pintadas, se hicieron pintadas en el monte Benacantil, en el Paseíto de Ramiro y en muchos más sitios, ¿no?; y no solamente salíamos solo los hombres, salían también las esposas o mujeres de los compañeros casados, los niños… todo eso es muy importantes, muy importante.
—¿Háblanos de algunos nombres de aquella aventura?
—Ahí estaban el recientemente fallecido Juan Antonio (Pascual Sala), con su mujer, con los niños; otras personas como Eloy Góngora, en fin mucha gente, Tito, no sé, el mismo Oliver Narbona… y utilizábamos la noche para este tipo de actividades. ¿Cómo era la pregunta?
—¿Te preguntábamos si sigues en estas movidas?
—¡Ah! Sí. Por ejemplo, dentro de lo que es la Asociación de Vecinos Laderas del Benacantil hemos concretado una idea, que en principio fue mía, una campaña donde se ha puesto un dinero, se han editado unos carteles que ponen “Queremos dormir”, se han hecho concentraciones en el Ayuntamiento, alguna muy reflejada en los medios de comunicación, con infinidad de crónicas; incluso a nivel nacional, hemos estado con el programa de Ana Rosa, en fin, que siempre se está ahí… Yo aún no me he retirado.
—¿Te consideras querido y reconocido en Alicante?
—Vamos a ver esa es una pregunta muy bonita, muy interesante, pero muy delicada. Querido, desde luego, porque de lo que se siembra se recoge y es increíble. Yo tengo mucha más imagen, podríamos llamarla prestigio o lo que sea, más de lo que yo mismo me creo.
—¿Entonces definitivamente sí te consideras reconocido?
—Sí, sí me considero querido… Pero no sé si decir una cosa, y es que Alicante, que me ha dado mucho, de alguna manera también se me ha quedado pequeña; pero siempre que se me pide algo, como ahora mi colaboración con la compañía lírica alicantina, pues ahí estamos.
—¿Con qué ojos ves el Alicante de hoy?
—Pues la ciudad está en un momento muy malo. Se ha perdido la identidad. Se ha perdido todo el centro de Alicante para los alicantinos. No se han creado las islas culturales, que esperemos que se pueda crear la isla cultural con el cine Ideal. El alicantino de clase media se ha tenido que ir a vivir a los PAU, ¿sabes?, a los alrededores y Alicante centro está insufrible. Hay un cáncer, que es el monocultivo, el monocultivo de un turismo barato, que además es muy corrosivo. Es dinerito ahora, para algunos, claro, pero pobreza y miseria para otros. Y suciedad, y rascarnos el bolsillo en una ciudad que está absolutamente desorganizada y desgobernada. Esa es mi opinión.
“Alicante es una ciudad que está en un momento muy malo, se ha perdido la identidad, se ha perdido todo el centro para los alicantinos y hay un monocultivo que es el turismo barato”
— ¿Y entonces, tu relación personal ahora con el Ayuntamiento, con las instituciones como Diputación, ¿cómo es? ¿Pasas de ello?
—No, no es que pase, pero, desde luego, no soy en este momento un artista del sistema. En la época de Lassaleta se podría decir que sí, pero es que, claro, era otro momento. Era otro carácter el que tenía todo y las personas que aparecían, claro, no vas a comparar con, por ejemplo, Díaz Alperi. Es decir, ¿qué tenía yo que hablar con Díaz Alperi? De hecho, me nombró miembro de la Comisión de Cultura del Ayuntamiento. Recibí la carta y le contesté que, por motivos personales, no podía aceptar el cargo. Otros lo aceptaron.
—José María, sabemos que hace unos años tuviste el estudio en la plaza de Gabriel Miró. ¿Por qué cambiaste a este otro en el barrio de San Antón? ¿Hay alguna relación personal, emotiva, en este cambio o solo es un hecho circunstancial?
—Vamos a ver, yo he tenido un montón de estudios. Creo que una vez los conté y entre colectivos y particulares me salían unos 15 locales en los cuales yo he trabajado. Mi primer local propio, fue en la calle Argensola, en el casco antiguo de Alicante, al lado de mi casa. Luego tuve otro estudio en la misma calle, en el número 11. De ahí, me pasé enfrente de los cines Astoria, ¿eh? También tuve mi estudio durante varios años ahí alquilado con el plan RACHA (Rehabilitación y Acondicionamiento del Casco Histórico de Alicante). De ahí pasé, fundamos, Blau Art con una serie de ceramistas maravillosos como Ramón Cortés, como Carmen de la Fuente, y otros pintores también como Vicente Quiles, Dionisio Gázquez, Marina Iborra y otras personas más. Formamos ya un colectivo donde cada cual tenía su estudio, pero confluíamos en una sala de arte donde exponíamos nuestra obra.
—Entonces, lo de Gabriel Miró solo…
—Lo de la plaza de Gabriel Miró pues eso fue en la etapa de tres años antes de jubilarme, que me apetecía. Entonces me monté, pues, lo que ahora se llama el showroom, bueno, algo así como muy público. Y estuve allí tres años y como que ni gané ni perdí, más o menos recuperé el dinero invertido y fui viviendo de aquello, y ya está.
—Hasta llegar aquí, al corazón de San Antón, a este local donde ahora realizamos esta entrevista…
—Ya, cuando ya me jubilé, me dije: ¿para qué quieres hacer horarios comerciales ni nada? Y entonces no sabía qué iba a ser de mí, pensaba ahora me jubilo a ver qué pasa, porque todo el mundo dice, ¡ah!, ¡me jubilo, me jubilo! La verdad, hice muchas cábalas, monté, incluso, un hotel con encanto en mi antigua casa del casco antiguo, que funcionaba muy bien, pero luego me di cuenta de que tampoco era eso. Que habíamos hecho un hotelito muy bonito, muy tal, pero que personalmente no me aportaba nada más que faena y tal. Y en un momento dado dije y me puse a pensar: ¿me voy a retirar?, ¿qué es retirarse? Y me dije no, si tengo un poquito de dinero, por qué no comprar un local por aquí.
—¿Y llegaste aquí, a este local, en pleno corazón de San Antón?
—Pues sí, me gustaba San Antón porque también es un barrio al cual estoy muy vinculado. Porque en mi época, digamos, cuando fui interiorista, aquí estaba el señor Benítez, que era tapicero, que ha muerto con 102 años hace poquito. Y yo trabajaba en esa empresa que os decía de interiorismo y todo el tema de tapicería nos lo hacía Benítez y yo venía mucho por aquí con los proyectos, con los dibujos. Luego, cuando ya he sido ceramista y escultor, los hermanos Galeote, que tenían su taller de forja aquí abajo, en la calle La Huerta, pues también. Era un constante ir y venir. Había esa vinculación… eso —dice señalando una pieza del estudio— es una obra forjada aquí en el barrio. Es hierro y cerámica y está forjado por los hermanos Galeote, aquí en San Antón.
—Había, entonces, como una vinculación artística y una vinculación emocional para retomar un poco tu vida artística aquí.
—Sí. Entonces yo venía a este local que ahora veis. Este local fue el último local que tuvo Rafa Galeote, que es mi herrero y con el cual he realizado todas mis obras mixtas. Entonces, yo miraba el local y decía, pues está la señora de arriba, hablé con ella y lo compré. Entonces estaba hecho una miseria, era, fue, un bar muy conocido de aquí de la zona al que tuvimos que hacer una obra pues muy grande, muy grande, que costó mucho dinero; pero da igual, aquí estamos y estamos muy bien.
—¿Te encuentras muy a gusto entonces?
—Hombre, claro, me encuentro muy a gusto; luego, también, pues estoy al lado de casa, también estoy vinculado a los movimientos emergentes que se están dando aquí en las Cigarreras, porque yo sigo, sigo muy en contacto con mucha gente
—Has nombrado Cigarreras, ¿qué piensas de todo lo que se está haciendo ahí?
—Yo siempre he soñado, como muchos artistas, que Alicante, como otras ciudades, debería haber tenido como un núcleo para artistas de teatro, música, circo, artes plásticas… pero eso no ha cuajado, pero quizás ahora un poco eso se está empezando a ver en Cigarreras.
“Yo siempre he soñado que Alicante debería haber tenido, como otras ciudades, un núcleo para artistas de teatro, música, circo, artes plásticas… pero eso no ha cuajado por falta de voluntad política”
—¿Piensas, entonces, que Cigarreras podría irradiar ese proyecto que dices debería tener Alicante?
—Lo pienso, pero ahí tenemos la espada de Damocles de la voluntad política. ¿Dónde está el proyecto de ciudad? El arte es imprescindible para vivir, porque todo lo que vivimos alrededor, todo es arte, con mejor o peor intención… pero la respuesta es voluntad política y modelo de ciudad y que Alicante sea una ciudad verdaderamente moderna porque la verdad parece que estuviéramos aún en los años 70, que estuviéramos tocándonos la breva.
—Cuando hace un tiempo entrevistamos al fallecido Juan Antonio García Solera nos dijo lo mismo, que hubo una época en que Málaga y Alicante se peleaban para ver quién ganaba la carrera y que Málaga tiró para adelante mientras Alicante…
—Porque allí ha habido voluntad política y además una dirección. Vosotros no sabéis cuántas veces hemos ido colectivos y personas a llamar a las puertas del ayuntamiento y se han comportado con opacidad, cuando no con mala fe; ahí tenemos el problema del Casco Antiguo, que está pegado al puerto, que está céntrico, que tiene su puntito y que está hecho una mierda ¿Por qué? Porque la policía no trabaja, porque no les dan órdenes, porque los mandatarios están a favor de quienes están.
—Sabemos que a tus setenta y tres años sigues viniendo a tu estudio a diario, que sigues trabajando y teniendo contacto con el mundo artístico…
—Pues os puedo decir que me siento bastante feliz; me siento feliz porque, no sé, el niño interior no ha muerto, ni siquiera ha sido tocado, he procurado, eso sí, mantenerme lo mas alejado posible de lo cutre, de la mala fe, de la vulgaridad.
—Si nos permites la pregunta, ¿te imaginas como un Molière del siglo XXI, poder seguir trabajando hasta tus últimos días?
—Absolutamente. Yo siempre lo digo, yo moriré como María Luján en el último cuplé, en el escenario (risas). Ahora estoy haciendo también cabaret (en internet se pueden ver algunas de sus actuaciones), tenía ganas de subirme a un escenario; hago un cabaret al estilo de los cafés cantantes antiguos, lo hago en una serie de locales que hay en Alicante, sobre todo en el Taller del Tumbao, en Benalúa.
“Yo siempre lo digo, yo moriré como María Luján en el último cuplé, en el escenario”
—Danos unas gotas de tu actuación…
—Lo que hago es recuperar canciones populares, entre las que hay copla, tal como hacemos ya varios artistas en España; luego a la copla le hacemos otra lectura; porque por ejemplo la canción María de la O, pues María de la O cuenta una historia de una mujer que tiene un amor, pero que al ser pobre se tiene que ir a vivir con un señorito andaluz… pues eso se explica en la actuación y se comprende; y, también, recuerdo…, hay una canción muy interesante que dice…
—Canta, canta…
—(Y se arranca a cantar):
«Si en el firmamento poder yo tuviera / en la noche negra lo mismo que un pozo / con mi cuchillito de luna lunera / cortaba las rejas de tu calabozo…”, bueno pues esa canción es la canción de una mujer republicana que tiene al marido preso; es una canción que ha salido en películas y todo en pleno franquismo, pero claro el franquismo eso no lo explicaba. Lo que pasa es que los artistas, por debajo, siempre hemos ido metiendo la cuña. Eso lo explico en el escenario y, claro, cambia totalmente la cosa.
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