Caro Ignoto (querido desconocido):
Una tarde cargada de experiencia, de experiencia para dar consejos. Aquí no hay viejos, solo nos llegó la tarde. Viejo es el mar y se agiganta. Viejo es el sol y los calienta. Vieja es la luna y nos alumbra, vieja es la tierra y nos da vida. Viejo es el amor y nos alienta. Así que aquí: No hay viejos, solo nos llegó la tarde. Somos seres cargados de saber, graduados en la Universidad de la vida y del tiempo, que nos dio un posgrado. Así que aquí: No hay viejos, sólo nos llegó la tarde Subimos al árbol de la vida y allí cortamos los mejores frutos, nuestros hijos, a los que cuidamos con paciencia, que hoy se revierte en paciencia y amor. Así que aquí: No hay viejos, solo nos llegó la tarde. Joven que me escuchas, si en tu caminar por la vida, encuentras un ser que camina encorvado con pasos lentos, el pelo blanco, la piel arrugada y las manos temblorosas, no lo ignores, ayúdalo, protégelo, dale tu mano amiga y piensa que, mañana, óyeme bien, mañana, a ti también te llegará la tarde.
…Y siguiendo los consejos de Benedetti, caro ignoto, vamos ahora con otros, que en este caso nos los va a dar Cicerón, que nos dice: «La vida necesita de la muerte para cobrar definición, no así para cobrar sentido”. Su sentido habremos de buscarlo, por el momento, aquí, entre nosotros, en esta esfera de lo humano; y, entretanto, la muerte que nunca dejará de ser inescrutable nos seguirá ofreciendo su misteriosa oscuridad como un fondo sobre el que percibir con nitidez las luces de la vida. Esto he llegado yo a saber, caro ignoto o, al menos, a creer.
Nuestra alma viene y va, pero nuestra razón no parece dotada más que para entender a duras penas lo de aquí. ¿No te resulta trágico? Creemos en un dios que no podemos alcanzar a conocer. No sabemos siquiera qué leyes o razones rigen allá afuera. Damos valor a la justicia, sí, pero los males que recaen sobre los justos y los inocentes nos hacen cuestionar su relación con lo divino. ¡Quién sabe si lo que, con esfuerzo, entendemos nosotros por justicia tiene sentido más allá de lo humano!
Busquemos pues, la justicia, caro ignoto y hagámoslo como un asunto entre nosotros —distantes de los dioses, en el fondo; como un frágil empeño contra el desamparo; como una hermosa pretensión humana, tal vez no exenta de “cierta inspiración divina”—. Como hiciste tú, en tu gran obra sobre la Res pública, que, defendiste contra los escépticos el valor de este esfuerzo. «Me basta con decir una cosa», afirmabas: “Que la naturaleza ha infundido en el género humano tanta necesidad de virtud y tanto amor por su dicha común, que por esa fuerza resultan vencidas todas las flaquezas del placer y de la ociosidad».
Algo de heroico y trágico entraña este destino. Edificamos con denuedo la justicia como una fuerza extraña que trata de imponerse sobre el abuso y la desigualdad; como una violencia noble, infligida sobre nosotros mismos con intención de obrar conforme a la verdad y dando a cada cual lo que merece; como un afanoso camino que nos parece el único capaz de conducirnos a la felicidad en este mundo. Pero, quién sabe, amigo, si estamos o no solos en este digno empeño; si así lo quiere un plan divino o si es sólo un afán íntimamente nuestro.
Tú viviste, ¡oh, eximio maestro! sin duda para este propósito. Y tengo para mí que te hubiera gustado soñar, si es que el haberlo escrito no fue haberlo soñado despierto, lo mismo que le hiciste soñar a Escipión Emiliano: «una revelación, una manifestación de lo oculto por medio de una voz fidedigna y cercana, como era para él la del viejo Africano que te hiciera entender algo del universo, del lugar de la tierra y del hombre dentro de él, que te hiciera entender el sentido de nuestra vida aquí, y que te confirmara, como fue tu creencia y tu sustento, que nada puede el hombre hacer en este mundo más grato a la divinidad que vivir en justicia con otros». Apliquémonos, pues, a eso, querido amigo, que bastante meritorio es y que sea después lo que ha de ser.
Sintiéndome sereno, te despido con gratitud profunda desde Alicante, de donde, como en otros tiempos hizo Tito, quisiera llevarme algún día no sólo el sobrenombre de alicantino, sino también un poco de humanidad y de sabiduría. Y, si he de compendiar para mí, en una sola idea, todo lo que hemos dicho acerca de este empeño, llamado mal o bien política de la vejez, me quedo con «crecer haciéndome mejor».
Cura ut valeas (Procura cuidarte).
Senelogscríptos-A20M3L2023
Querido Ángel, Cicerón y ‘Africano’: Eres un sabio y eso no te lo ha dado sólo el paso del tiempo. He disfrutado con tu artículo. Con tus consejos es más fácil seguir cumpliendo años. Un fuerte abrazo.