ENRIQUE PÉREZ PENEDO, dibujante. Premio Libertad de Expresión 2019.
Una calle alegre y transitada del barrio alicantino de Carolinas a dos manzanas de la Plaza de toros alberga un edificio pequeño y familiar de apenas cuatro plantas. Entre el primer piso y el ático transita Enrique Pérez Penedo quien, entre miles de lápices, papeles y ordenadores, desarrolla su ingenio desde hace más de 40 años. Puntual cada mañana, el periódico Información nos viene acercando su viñeta que nos arranca la primera sonrisa del día a la vez que nos golpea los sentidos y aterriza en nuestra realidad. La Asociación de la Prensa de Alicante ha reconocido su trayectoria con el Premio Libertad de Expresión 2019.
Alquimista de realidades
Enrique Pérez Penedo iba para químico. Empezó a estudiar la carrera en la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid, para seguir después en el CEU de Alicante, donde empezó a alternar fórmulas y probetas con las guitarras de la tuna. Entre rondas, viajes improvisados y el estudio de la tabla periódica Enrique fue forjando su fino humor, a la vez que se empapaba de la realidad social de finales del franquismo a través de las páginas de revistas como “La Codorniz”, “Hermano Lobo” o “El cocodrilo”, donde se decía mucho con dibujos y poco texto.
Un día decidió a hacer un curso a distancia bajo el sugestivo nombre “Aprenda a hacer chistes por correspondencia”. De este modo empezó a bucear en las entrañas del oficio: “Te obligaban a trabajar con muchas técnicas distintas, como lápiz, rotulador, pincel, ceras…y te iban marcando cada mes lo que había que hacer, con unas pautas y normas. Dentro de la anarquía que había en mí, me lo tomé muy en serio y mandaba muchas prácticas. Al año acabé el curso”.
Corría 1972 y el espíritu tunante de Enrique le llevó a presentar sin complejos en la redacción del diario “Información” una carpeta cargada de los dibujos de aquel curso. Allí reposaron sus viñetas por poco tiempo, pues el entonces redactor jefe del tabloide alicantino Fernando Gil reparó en su estilo fino y directo y publicó uno de aquellos trabajos. Al día siguiente Enrique preguntó por el destino de sus viñetas y Gil le contestó: “¿Usted es que no lee el periódico? Ya hemos publicado una”.
Tiempo de cambios
Enrique se incorpora a la redacción del periódico y desde allí va dando fe del devenir social de los últimos años del franquismo. Protestas sociales y represiones protagonizaban las portadas, y Enrique recuerda aquella época donde los medios de comunicación tenían que trabajar con los cánones impuestos por la censura: “Entonces publicabas con la intención de pasar la línea y sabías hasta donde podías llegar, con una serie de temas intocables, como la Iglesia, los militares o la familia, de los que cada día intentabas arañar libertades con alguna referencia”.
Tiempos de linotipias y clichés, el joven dibujante llegaba a las seis de la tarde al periódico con la viñeta recién hecha para hacerse cargo de la paginación y la portada. Las anécdotas están servidas: “Cuando Franco se pone muy grave es un sábado y parece que se va a morir, y entonces me encargan el cliché con el titular “El caudillo ha muerto”. Pero no fallece, pasa el tiempo, y ya cuando murió tuve que hacerlo de nuevo, pues se había oxidado”, recuerda Enrique con una sonrisa.
Tras la muerte del caudillo, el ambiente de trabajo no era menos tenso que antes. Paso a paso, portada a portada, la sociedad española escribía una nueva página de su historia que Enrique interpretaba en sus viñetas. “En la pre transición también hubo mucha censura, aquello no fue jauja. La apertura estuvo más centrada en el sexo, no tanto en el plano político. Ya a partir de las primeras elecciones fue todo más relajado”, recuerda.
Hasta que golpe de estado militar del 23F le sorprende llegando a la redacción como cada tarde. Allí permaneció toda la noche esperando el desenlace y la viñeta que hizo entonces la protagonizaba el rey Juan Carlos. Algunos le advirtieron por posicionarse a favor, pero él no dudó en apoyar la democracia: “Me dijeron que tuviera cuidado, pero lo tuve claro. Después, que pasara lo que tenía que pasar”.
Segunda etapa universitaria
En 1984 el diario «Información» pasa de depender del Ministerio de Cultura a ser de titularidad privada, y a algunos miembros de la plantilla les ofrecen trabajar para la Universidad de Alicante. Así es como Enrique comienza a hacerse cargo del diseño del departamento de comunicación, para después dirigir el Gabinete de Imagen y Comunicación Gráfica de la UA: “La marca se acababa de hacer y nosotros nos encargamos de implantarla en todas las publicaciones, señalética y demás elementos de publicidad. Fue una etapa interesante”, recuerda.
Desde entonces, compagina el campus con el periódico, donde a pesar de jubilarse hace dos años sigue publicando su viñeta diaria. Una relación que Enrique resume así: “El periódico me ha dado siempre una libertad absoluta. Hay veces que me he autocensurado por no hacer un daño gratuito si no viene a cuento, pero siempre he procurado hacer la crítica más dura del mundo si era necesario. Unas veces habré acertado, otras me habré equivocado, pero en todos los casos el responsable he sido yo”.
Libertades de ayer y hoy
El tiempo pasa y la sociedad evoluciona. La libertad de expresión está reconocida en la Constitución y las nuevas generaciones atienden a otras prioridades, pero en el nuevo milenio las formas y el humor se cuestionan. Enrique reflexiona sobre lo que es o no políticamente correcto en la actualidad: “Ahora en lo políticamente correcto hemos perdido mucho y hay una autocensura como no la ha habido nunca, todo el mundo se ofende y se dan incongruencias tremendas. Siempre he estado a favor de decir lo que piensas”.
En un mundo donde la tecnología y las nuevas formas de comunicación han facilitado y abaratado los medios para que la sociedad pueda opinar y expresarse, Enrique plantea que “un chiste me puede dar más o menos risa, pero es libertad de expresión. Y un señor que los hace más o menos desagradables, no será de mi cuerda, pero tiene su público. Hay que respetar”.
Las reacciones y debates que se plantean por las opiniones vertidas a través de los nuevos medios es otra de las cuestiones actuales que más le llaman la atención: “Todos los humoristas hemos hecho chistes de todo, como Chumy Chúmez de la violencia doméstica o Gila en su día de los tullidos, pero ahora te cogen tuits de hace diez años y ya estás en los tribunales con una demanda, cuando todo depende del tiempo y contexto en que se dicen. Hoy día todo el mundo se ofende”.
Tras 46 años de carrera y más de 20.000 viñetas publicadas, los problemas diarios de los alicantinos siguen protagonizando el universo de Enrique a través de sus personajes anodinos, cuyos comentarios nos hace reflexionar sobre una realidad a veces desapercibida y otras compartida. “La verdad es que vivo la actualidad al día. Si hay un pelotazo, lo denuncio, antes y ahora, no tengo una percepción histórica de mi trabajo”, reflexiona.
Enrique asegura que “no ha cambiado nada. Desde hace 40 años los problemas siguen siendo los mismos: el aparcamiento en el centro, la limpieza de las calles, las basuras, turismo de calidad o de cantidad, la gestión de la autopista A-7, a la que un día llamé “Autopía”, los problemas del ascensor del Castillo… Es un déjà vue constante”.
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