Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Ocurrencias políticas: el caso de Gaza

Rueda de prensa en la Casa Blanca en la que comparecieron Donald Trump y Benjamín Netanyahu (Fuente: YouTube White House).

El anuncio del pasado martes del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump, de tomar el control de la franja de Gaza ha sorprendido a propios y extraños por la singularidad que representa. En plena desescalada de la ocupación que Israel ha hecho desde el mes de octubre de 2023, la noticia entrará a formar parte de una más de las ocurrencias de un político que ejerce su vara de mando de manera sorprendente y fuera de toda lógica. Desde 2008 se han producido seis acciones militares del ejército sionista en esta zona limitada por el mar de Palestina; unas guerras, encubiertas con el nombre de operaciones, que encuentran justificación del atacante en aras a la defensa por acciones de cohetes del gobernante partido de Gaza, Hamás, que se justifican a su vez por motivos de seguridad. Un conflicto que se eterniza y que, en cada operación, no hace sino empeorar. Las condiciones de la población son cada vez más difíciles, siendo el objeto real de unos ataques que radicalizan las posturas y que impiden cualquier salida negociada a lo que en origen fue una decisión unilateral de la comunidad internacional tras la persecución judía del régimen totalitario de Hitler durante la II Guerra Mundial.

El plan presentado por Trump sorprendió incluso a funcionarios de alto cargo de la Casa Blanca y de su gobierno. Aunque pareció formal y meditado —lo leyó en una hoja de papel—, nadie había examinado la viabilidad de la idea. Poco antes de la rueda de prensa conjunta con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se hizo pública la posibilidad de la propiedad de Gaza. No se habían realizado reuniones con el Pentágono, como ocurriría normalmente con cualquier propuesta seria de política exterior. El departamento de Defensa no había presentado tampoco estimaciones del número de soldados necesarios, ni de costes, para una acción de tal magnitud. El proyecto parece ser que tomó forma en la mente del mandatario después que su enviado para Oriente Medio, Steve Witkoff, regresara de Gaza hacía unos días y describiera las horribles condiciones que allí se viven. Un entorno, como representa el mismo Witkoff, interesado en las posibilidades de intervención urbanística de una zona costera de playa de 40 kilómetros “con vistas a la puesta de sol”, como afirmaba David Friedman, quien fue embajador de Trump en Israel durante su primer mandato.

Una presentación que dejó más preguntas que respuestas: ¿Cómo se desarrollaría? ¿Cuántos soldados estadounidenses harían falta para remover Hamás y desactivar los artefactos explosivos existentes? ¿Cuánto costaría reconstruir una zona de 365 km2, equivalente al triple del terreno que ocupa València capital? ¿Cómo se justificaría la apropiación de territorio palestino según el derecho internacional? La situación se agrava si tenemos en cuenta que estamos con una de las zonas de mayor densidad poblacional del mundo, con 2.1 millones de habitantes. Asistimos con estupefacción a uno de los posibles magnicidios de nuestra historia, ya que todas las propuestas que proceden del Estado de Israel o del mandatario de la Casa Blanca pasan por la deportación de esta población a países vecinos o incluso lejanos, como la idea peregrina de asentarlos en Somalia, en las regiones que aspiran a la independencia como Somalilandia o Putlandia. El horror de la comunidad internacional se incrementa tras la toma de conciencia que, tras el ataque indiscriminado del ejército israelí a la zona, con la destrucción casi completa de edificaciones públicas y privadas, ahora se propone la expulsión masiva de su población y la creación de una zona turística de atractivo económico para los intereses de grupos de carácter internacional.

Estamos delante de lo que podemos llamar ocurrencia de la historia. Con una falta de planificación, sin estudios previos ni una base técnica sólida, se presentan medidas de carácter populista que buscan la simpatía del electorado propio con una inmediatez que acapara los grandes titulares internacionales. No se es consciente de la dificultad de su implementación ni de las consecuencias no previstas. Dicen que la historia se repite y que la humanidad no aprende de sus propios errores: desde el Gran Salto Adelante de la China comunista de los años 1958-1962, que impulsó una política de industrialización y colectivización agrícola sin una planificación adecuada causando una hambruna que produjo la muerte de entre 30 y 45 millones de personas; pasando por la gran Depuración de Stalin en los años 1936-1938, con más de 700 000 ejecuciones y millones de deportaciones a campos de trabajo forzado; a la Invasión de Irak de 2003, con la pretendida justificación de la destrucción de armas de destrucción masiva; asistimos a la justificación política de la defensa de unos pretendidos valores internacionales que masacran a los desfavorecidos, a las auténticas víctimas de las guerras: la población.

En esta ocasión, la iniciativa la ha tomado un mandatario en los primeros días de la toma de poder. Diversos expertos en psicología han apuntado a la localización en su personalidad de diversos trastornos que tienen que preocuparnos, atendiendo a la fuerza bélica que depende de él: un narcisismo extremo que le hace sentirse grandioso y, al mismo tiempo, sin empatía hacia quien no acepta su ideario, un comportamiento impulsivo y explosivo que le lleva a tener una falta de control emocional y a la deformación de la verdad en beneficio propio, una paranoia y un conspiracionismo que le conducen a un estado de continua vigilancia de posibles ataques y a la difusión de teorías de conspiración. Todo ello queda agravado por una falta de remordimiento o asunción de la responsabilidad: no reconoce errores y busca el poder y el control sin considerar el daño. Unas muestras de trastorno narcisista, antisocial y paranoide que deberían alertar a la comunidad internacional antes de que otra de sus ocurrencias fructifique y las consecuencias negativas empiecen a extenderse. Seamos conscientes de ello y esperemos que, con la justificación de ganar unas elecciones, apartemos de los mecanismos de poder a quien no lo ejerce en beneficio de la humanidad. Nuestra especie y nuestro planeta vuelven a estar en riesgo.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

1 Comment

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  • Tu artículo es muy sugerente, porque habla de muchas cosas y abre incógnitas. Estoy contigo casi en todo. Este Trump y sus esbirros, por otra parte, me traen a la memoria a nuestro amado presidente, Pedro Sánchez, y a sus variados y contradictorios acompañantes.