«Lo reconozco. Siempre me ha costado ser sincero del todo. No es por voluntad de mentir o de engañar, sino de intentar que todo el mundo se sienta cómodo. Y, por qué no decirlo, buscar su bienestar o incluso amistad. Eso me ha llevado, sin ninguna duda, a aquello que se dice caer bien, pero también a ser excesivamente correcto con aquellas personas que, fingiendo su postura, yo no era de su agrado o simplemente les interesaba tener una correcta relación conmigo. ¡Cuántas veces me he quedado con las ganas de decir realmente lo que pienso, siendo consciente que jugaban conmigo o que el afecto era fingido! Ni una vez más; estoy aprendiendo a ser yo mismo y, quien no se sienta cómodo con mi manera de ser, puede desaparecer de mi vida».
Un testimonio como el anterior puede ser más habitual de lo previsto. Frente a un conflicto o desequilibrio personal, un buen amigo, sea especialista en psicología o no, puede ser un apoyo excelente para personas que se sientan identificadas con aspectos similares que marcan sus relaciones más íntimas. ¿Por qué el ser humano no exterioriza la verdad? ¿Por qué dulcificamos nuestras opiniones e incluso llegamos a decir lo contrario de lo que pensamos? ¿Es tan importante conseguir el visto bueno o la aceptación de los otros? ¿En qué momento podemos decir basta a este tipo de comportamientos que no siempre son beneficiosos para quien los siente? El escritor norteamericano F. Scott Fitzgerald publicaba en 1925 El gran Gatsby, una historia donde su protagonista podía sentirse aludido con el texto anterior. Así, se explora la mentira como un acto de búsqueda de la aceptación, con el acercamiento de Jay Gatsby a su enamorada, Daisy Buchanan, y de la alta sociedad de Long Island. La no sinceridad se presenta como una herramienta para alcanzar el sueño de pertenencia y amor, pero también revela las consecuencias trágicas de vivir una vida basada en la falsedad.
¿Nos podemos habituar a la falta de sinceridad? Por supuesto que sí, podemos mantener esa manera de entender las relaciones como un hábito donde la mentira oculta la verdad e iniciamos una vida en paralelo, bien distante al concepto que tenemos de nosotros mismos. Si tenemos una actividad social importante, es lógico mostrar educación y tolerancia frente a los demás, sea cual sea el concepto que tenemos del otro, pero si esta costumbre empieza a esconder la auténtica apreciación que tenemos de nosotros mismos, empezamos a encadenar una falsa imagen que proyectamos y que puede acabar con nuestra personalidad. En el caso de la novela de Scott Fitzgerald, a pesar de la aparente confianza y éxito que tiene su protagonista, estamos delante de un inseguro permanente. Su origen humilde y su pasado lo hacen sentir inadecuado, lo que le lleva a crear una identidad falsa. Busca constantemente una validación externa que le lleva a idealizar su relación con Daisy a través de una lente romántica que no se corresponde con la realidad. Lleva un nivel de vida alto, mostrándose generoso en sus fiestas abiertas a todos, aunque presenta una vida privada enigmática. Demuestra así una gran capacidad de resiliencia y de reinventarse a sí mismo, pero busca constantemente la aceptación y el amor del resto. Vive, pues, una vida irreal.
Perfiles como los anteriores son una auténtica mina para los que tenemos la afición de la escritura. Una novela psicológica busca penetrar en las entrañas de personajes contradictorios que viven en su mundo paralelo escondiendo sus auténticas faltas. Los autores encontramos en patrones como los anteriores un filón donde atrapar a los lectores frente a realidades ocultas que potencian la insatisfacción de los protagonistas. Pero, como bien dicen, la realidad supera siempre la ficción, y desviaciones como las anteriores son más habituales de lo que pensamos. Por este motivo, defiendo la honestidad radical, un concepto expuesto por el psicoterapeuta y escritor Brad Blanton que publicó Radical Honesty: How to Transform Your Life by Telling the Truth (1996), donde se apuesta por ser completamente sincero en todas las situaciones, tanto con uno mismo como con los demás (https://www.radicalhonesty.com/).
Debemos expresar los sentimientos y los pensamientos libremente, con una carga liberadora y transformadora que se desprende de una comunicación transparente. Si lo lleváis a cabo, tal vez vuestro entorno, acostumbrado a vuestras medias verdades y falsa cortesía, os acuse de ser un desequilibrado o, lo que es más habitual de egoísta y egocéntrico. No tengáis miedo al rechazo, practicaréis la autoaceptación asumiendo vuestras imperfecciones y debilidades. Y seguro que vuestra agenda, tan perfecta y numerosa, va perdiendo entradas de gente que no valía la pena mantener en vuestro círculo más íntimo.
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