Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Odiar en tiempos revueltos

Fotografía: Dariuz Sankowski.
Observo casi con la boca abierta, medianamente pasmado, varios acontecimientos relacionados con lo que se ha dado en llamar la “memoria histórica”. Y como se pronuncian ante ellos ciudadanos anónimos y otros mas reconocidos por su filiación política o por sus apellidos. Desde la Macarena al Valle de los Caídos, desde las cunetas a los […]

Observo casi con la boca abierta, medianamente pasmado, varios acontecimientos relacionados con lo que se ha dado en llamar la “memoria histórica”. Y como se pronuncian ante ellos ciudadanos anónimos y otros mas reconocidos por su filiación política o por sus apellidos.

Desde la Macarena al Valle de los Caídos, desde las cunetas a los cementerios, nadie parece querer ni olvidar ni perdonar, y, desde luego, mucho menos respetar a quienes simplemente quieren recoger los huesos de sus muertos o quienes quieren que abandonen suelos inmerecidos.

Así que cuando he conseguido localizar, hace poco más de un mes, el sumario del abuelo Pepe Gil del archivo del Ministerio de Defensa –previo pago de unos 22 euros- he evocado mi niñez cuando le acompañaba domingo tras domingo a la recién construida iglesia de Nuestra Señora de Gracia, en aquellos años situada en la plaza del Caudillo, a misa de doce, y después “en procesión”, primero a la confitería de Seguí y segundo a la barra de La Balseta, para una bandeja de dulces y un modesto aperitivo, por ese orden. Eran los años 50.

Por el sumario he conocido algunos hechos a los que era ajeno –pues en ese ejercicio de perdonar y olvidar el abuelo siempre fue maestro-, incluido el nombre de quien le denunciara en enero de 1940, los datos del juzgado militar y la resolución: condenado “por rebelión”, con pena de 14 años, 8 meses y 1 día, de los que cumplió casi cuatro, y uno más que estuvo en libertad condicional hasta que en 1945 se le concediera el indulto tras una solicitud autógrafa –he reconocido su letra y sus números, los mismos grafismos que utilizaba para llevar las cuentas de las partidas del dominó que jugaba en el bar Enrique, frente a la Cruz de los Caídos, paradojas de la vida.

No es necesario justificar hoy día que aquella “rebelión” no tuvo lugar, dictara lo que se dictara en aquel juzgado. Lo importante es que nunca hizo ejercicio de odio, ni transmitió a sus deudos aires de revanchismo alguno. Simplemente pasó página. Escribo este postrer y simple homenaje el 18 de julio, sin odio, con la esperanza de que estos tiempos revueltos con la historia a vueltas pasen pronto, se cierren heridas, no se reproduzcan hechos ni actitudes reprobables y comencemos un nuevo futuro algo mas sereno.

Toni Gil

Periodista.

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