Los tiempos que corren no son buenos porque a la pérdida de valores (sobre todo de Dios) se suma la exaltación de la mentira y la vulgaridad.
Los humanos nos volvemos inhumanos diría yo que cíclicamente. Lo de Sodoma y Gomorra se repitió a gran escala cuando la descomposición del imperio romano. Pero períodos de crisis moral de la Humanidad han sido una constante a través de los siglos y casi siempre por la confluencia de la corrupción económica con la de las costumbres. La Historia, maestra de la vida, está llena de acontecimientos que retratan las miserias de la condición humana. Por pésimo que nos parezca el panorama mundial en estos momentos, no es admisible pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor.
No obstante cabría deducir que, acaso, nunca como ahora se produjo tan gran confusión (si exceptuamos el caso de la torre de Babel) en la deformación mental provocada por la manipulación del lenguaje. En el primer tercio del recién pasado siglo XX, el ‘mundo mundial’ se vio sacudido por dos fenómenos sociopolíticos de consecuencias desastrosas universales, cuyas consecuencias prosiguen afectándonos: el comunismo y el nazismo. De forma clarividente, los 27 países representados en el Parlamento Europeo, ante la evidencia de que esos dos monstruos siguen amenazando de manera preocupante a las sociedades de nuestro tiempo, aprobaron una resolución condenatoria de ambas ideologías e hicieron un llamamiento a las potencias democráticas occidentales para protegerse de esos monstruos, a los que calificó de dictatoriales y genocidas. (Hago un paréntesis para señalar que Pedro Sánchez está blanqueando al comunismo español haciéndolo socio del Gobierno al tiempo que blanquea a ETA).
Tanto el comunismo como el nazismo hunden sus raíces comunes en el nacionalsocialismo, como ya han demostrado pensadores de todos los colores y de todas las nacionalidades. No vayan a creer que los nuevos brotes comunistas y nazis tienen que ver con otra cosa que los populismos nacionalsocialistas que, concretamente en nuestro país han venido propiciados por plataformas como el Podemos nacido del 15-M y por conglomerados como Compromís.
Ada Colau, Yolanda Díaz, Mónica Oltra y Mónica García (las cuatro mosqueteras de la extrema izquierda (ya se sabe que los tres mosqueteros fueron cuatro) han hecho un alarde de pseudofeminismo político buenista incorporando a su imagen cuatripartita la figura con velo de la islamista ceutí Fátima Hamed. ¿No querías, Pedro Sánchez, feminismo para el futuro del PSOE como proclamasteis en el reciente congreso de Valencia? Ahí tienes tres tazas de feminismo agresivo con tu vicepresidenta Yolanda a la cabeza intentando destronarte. O eso, por lo menos, es lo que cree el otrora divino profeta tuyo Iván Redondo, que se arrima a tu Yolanda como al sol que más calienta. Ándate con cuidado porque estas feministas políticas se van a llevar el voto de las (y los) proislamistas feministas seguidores de Fátima la ceutí, con su velo se supone que defensor del sometimiento y vilipendio de la mujer en todos los países musulmanes.
Este sí que es un descubrimiento sensacional: feministas asumiendo al antifeminismo islámico el más machista que se pueda imaginar, como llegar hasta la lapidación o cualquier otro tipo de muerte para las que intentan liberarse. Se presentan como protagonistas de una ‘política bonita’, encantadora. Me resulta duro decir que son lobas con piel de corderas, pero es lo más parecido a la realidad. La escritora española de origen marroquí Najat el Hachmi les dirige este torpedo: “Gracias por incorporar a vuestras filas el simbolismo de nuestra opresión”. ¡Vaya zasca a las cuatro feministas que, muy risueñas eso sí, aceptan el yugo de la opresión para las mujeres islamistas!
Es el ‘summum’ del relativismo. No existen límites morales para la ideología de género. La verdad y la ética la fabrican a su antojo las y los feministas de salón. Lo pensaba yo cuando escribía estas líneas el pasado 18, ‘Día Internacional de la Filosofía’. Alguien subió a internet frases de pensadores importantes, entre las que me llamó la atención una de María Zambrano: “Sólo en soledad se siente la sed de verdad”. La ideología de género de las cuatro jinetas del apocalipsis comunista no quiere soledad para saciar la sed de verdad. No buscan ‘la verdad’, porque ellas se fabrican ‘su verdad’. Ese es el enorme peligro del relativismo. Los partidos de ‘Las cuatro de Valencia’ (cinco con la camarada de Ceuta) persiguen a la tolerante Iglesia Católica mientras se postran ante el Islam. Los tiempos que corren no son buenos porque a la pérdida de valores (sobre todo de Dios) se suma la exaltación de la mentira y la vulgaridad
Otro gran pensador español, Baltasar Gracián, escribió: “Todo tonto está convencido y todos los convencidos son tontos. Cuanto más defectuoso es el juicio de una persona más firmes son sus convicciones”. Está claro que entre nuestros políticos y políticas hay pocos filósofos, palabra que significa etimológicamente ‘amigos de la sabiduría’.
Entre los escasos políticos pensadores se encuentra el flamante Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, catedrático de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid y que, como independiente, ha servido al PSOE como ministro de Educación con Zapatero y como portavoz del Grupo Socialista en la Asamblea de Madrid. En las últimas elecciones autonómicas madrileñas fue barrido por la ‘popular’ Isabel Díaz Ayuso.
Llevo años denunciando la inutilidad de la figura y de la institución del Defensor del Pueblo estatal y, por supuesto, la del ‘defensor’ regional, en nuestra autonomía denominado Sindic de Greuges. No tienen poder ejecutivo. En el palacete alicantino, junto a la plaza de Gabriel Miró, trabajan (es un decir) unas 30 personas entre políticos, funcionarios y asesores, según se ha publicado y nadie ha desmentido. Hay un defensor nacional y 17 autonómicos (en el caso de que lo haya en Ceuta y Melilla).
¿Saben los millones que se podría ahorrar el Estado si se eliminara la figura del Defensor del Pueblo? ¿Y si se eliminara el absolutamente inútil Senado? Ese dinero podría emplearse, por ejemplo, en hacer viviendas sociales. Pero no harán caso ni gobernantes ni oposición. Sería tirar piedras sobre su tejado. Otra manifestación del relativismo. ‘Poderoso caballero es don dinero, que dijo Quevedo. “Ande yo caliente y ríase la gente”, que recitaba Luis de Góngora.
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Felicidades Ramón
Por tu boca habla la sabiduría!!
Ojalá tus palabras lleguen a buen puerto.
Un abrazo
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